PSICOLOGíA • SUBNOTA
› Por F. R.
La apropiación de niños/as dejó marcas en toda una generación en la Argentina. Muestra de ello son las inusitadas consultas que hasta la actualidad se presentan en los consultorios de terapeutas. Una analista planteaba las dificultades que se le presentaban a una mujer de 30 años, cuyos datos filiatorios no daban ninguna pista que pudieran hacer pensar que se trataba de una hija de desaparecidos; sin embargo, lo renegatorio funcionaba en ella llevándola a suponer que aun así podría ser hija de padres que no la habían abandonado y que tendría la oportunidad de encontrarse con el deseo de ellos.
La reactualización de esta tragedia demuestra que hay inscripción en el cuerpo biológico y social y que se trata de una nueva puesta en escena de los episodios traumáticos, aquellos que no logran inscribirse como olvido: el dolor permanente, su dimensión extrema, la falta de certeza, infinitizan la espera, la resolución, no se logra construir un tiempo pasado.
La figura de las “velas conmemorativas”, respecto del lugar asignado generacionalmente a los hijos de quienes han transitado por experiencias concentracionarias, da cuenta de ello en la medida que llevan en sus cuerpos el “deber” de no olvidar y sostener la memoria del horror vivido por generaciones anteriores.
Dina Wardi (Las velas conmemorativas. Niños del Holocausto) introduce esa metáfora: “Las ‘velas conmemorativas’ que deben servir como eslabón que preserve el pasado y lo una al presente y el futuro, siguiendo la tradición judía de que los hijos tienen la obligación de ‘izcor’, recordar, de continuar con la memoria de sus familiares muertos, pero en una pesada carga que compromete la propia identidad en pro de dar consuelo a sus progenitores, muchas veces a costa de la posibilidad de discriminación e individuación. Fracaso de un proceso simbólico, por lo cual las ‘velas conmemorativas’ se convierten en memoriales-vivos para los muertos, transformándose en un aspecto inseparable del ritual de duelo que no pudo llevarse a cabo por los padres” (Cristina Abal, Luba Bondnar y Rosa Zytner, “La sobrevivencia: una cuestión de identidad. Hijos de sobrevivientes del Holocausto”, en Revista Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica, Audepp, diciembre de 1998).
Si bien éste no es el mandato memorístico destinado a los hijos de desaparecidos en la Argentina, pareciera, sin embargo, ser asumido como propio por una generación que no puede desinscribir los efectos que lo imposible de entender dejó como marca. En cuanto a los hijos restituidos: “Nuestras madres y nuestros padres no nos abandonaron. Vivimos gracias a ellos, que soportaron las más terribles condiciones durante su cautiverio ilegal. Solamente a la fuerza pudieron separarnos de ellos” (testimonio de María Eugenia Sampallo Barragán, marzo de 2008).
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