En la posición que trato de proponer, la construcción del antagonismo (ver texto principal) es ine-vitablemente política y no hay, a priori, un rechazo del Estado, ni de la democracia ni de las instituciones. Otra cosa es advertir que la democracia liberal ha rechazado el antagonismo: las sociedades del consenso han forcluido –para utilizar una expresión fuerte de Lacan– el antagonismo, de tal modo que han generado, cada vez más, lo que Lacan llamaba “el odio por el goce del Otro”. En el seminario “De un discurso que no fuera del semblante” (1971), anticipó que, a diferencia del nacionalsocialismo que explicitó su ideología racista, íbamos a ver, cada vez más, un odio racial desconocido. En 1969 pronosticó que nuestro porvenir de mercados comunes europeos nos haría conocer niveles de racismo hasta entonces desconocidos. La tesis de Lacan es que, para ser racista, ya no hace falta ningún tipo de articulación ideológico-política, sino que el racismo se produce en la propia constitución del sujeto. Uno de los motivos por los cuales ese odio va en aumento es que las sociedades marcadas por el paradigma del consenso –donde se disputan intereses corporativos, intereses de grupo, intereses de consumidores, intereses de propietarios, intereses de víctimas, intereses de damnificados, etcétera– han borrado del campo de la experiencia la dimensión de la política.

Si algo caracteriza lo que podríamos llamar genéricamente la posdemocracia, es que la política ha dejado de ser una experiencia subjetiva, y el resultado de esta forclusión de la política es el aumento del odio, aumento del odio racial que va desde el “choque de civilizaciones” hasta la guerra hacia el fundamentalismo, incluyendo el odio al vecino. Este odio sin articulación política es uno de los síntomas más claros de que el antagonismo no opera políticamente. Y, como dije antes, este antagonismo debe ser construido políticamente porque no surge inmanentemente –ni como lo creía Marx ni como lo creyeron después Michael Hardt y Antonio Negri– de las propias estructuras. Exige la construcción política.