PSICOLOGíA • SUBNOTA › UN MODELO SADEANO
› Por L. B.
La práctica sadomasoquista es la narrativización de un masoquismo que puede haberse desarrollado como una necesidad de la evolución. El masoquismo como una solución a las secuencias disfuncionales de la maduración humana se repetiría como una elección disfuncional: una elección, esta vez, de extinción más que de supervivencia. Debe reconocerse aquí la ejemplaridad marginal y escandalosa del Marqués de Sade: en Las 120 jornadas de Sodoma, se aproxima a sugerir que no es que tengamos sexo con otros porque ellos nos excitan: la excitación es la consecuencia del sexo, más bien que su motivo. Porque es, esencialmente, una respuesta en el libertino a la agitación que él produce en el cuerpo del otro. Así, en los divertidos términos fisiológicos con que Sade resume las ideas del Duque: “El se dio cuenta de que a una violenta conmoción infligida sobre cualquier tipo de adversario se responde con un estremecimiento en nuestro propio sistema nervioso; el efecto de esta vibración, al despertar el espíritu animal que fluye por estas concavidades nerviosas, obliga a ejercer presión sobre los nervios erectores y a producir, en acuerdo con esta perturbación, lo que se llama una sensación lúbrica”.
El enlace perdido aquí parecería ser el medio de transporte desde la “conmoción” del otro hacia la “vibración” del libertino. Pero ésta sólo puede ser la percepción agitada de la primera. La “vibración” que produce signos reconocibles de excitación sexual es el espectáculo de la conmoción de la otra persona. La excitación sexual debe ser representada antes de que pueda ser sentida, o, más exactamente, es la representación de una conmoción alienada. El sadismo sería una consecuencia lógica de esta perspectiva de la sexualidad. Si la estimulación erótica depende de la conmoción percibida o fantaseada en los otros, se vuelve razonable poner a los otros en un estado de máxima conmoción. Además, opera lo que podría llamarse la lógica del pecho acariciado (ver texto principal): aún más claramente que en la mujer que busca, más que liberarse, incrementar la tensión de la excitación que le produce la mano sobre el pecho, tenemos aquí una ilustración del ritmo acelerado de réplica inherente a la sexualidad. En Sade, las vibraciones provocadoras de erección del libertino se incrementan en proporción directa a la intensificación visible del sufrimiento de su víctima.
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