PSICOLOGíA • SUBNOTA
› Por B. J.
A veces, uno de los padres o ambos tiende a depositar en el niño sus propios deseos transgresores. A veces, estos deseos son inconscientes, han sido reprimidos pero insisten. Otras veces, son desmentidos o desestimados. Muchas veces, entonces, lo que les es transmitido son los deseos de desafiar toda norma y la desmentida de toda legalidad.
Los niños registran cuando el cumplimiento de las normas varía según el estado de ánimo del adulto y sienten cuándo están en manos de otros que utilizan su autoridad para cumplir con sus propios deseos. Y hay niños que se oponen ciegamente a toda prohibición porque suponen que toda norma es arbitraria. Piensan que el que emite la norma es alguien que no respeta leyes sino que las dicta a su arbitrio. Entonces, una salida posible es defenderse de este personaje siniestro, semejante al padre primitivo que describe Freud en Tótem y tabú. Y la defensa suele ser la identificación con el personaje, por lo que el niño se transforma en una suerte de dictador.
Otra posibilidad es que el niño perciba a todo el mundo como peligroso, atacante y que entonces ataque en defensa propia. Así, un niño de cinco años me decía: “Tenés que pegar primero y muy fuerte, porque así nadie te pega”. Visión paranoide de un mundo sin leyes, que lo deja en un estado de alerta continuo.
Y puede cerrarse frente a cualquier mandato, rechazar toda imposición para no sentirse un esclavo. Muchos de estos niños sienten que pueden quedar sometidos por un loco (otro irracional e impredictible) y que toda prohibición es sólo para ellos, mientras los demás gozan de todos los placeres en forma irrestricta.
A la vez, el único modo de incorporar normas, de pasar del temor al castigo por parte de otro (en cuyo caso el portarse bien está sujeto a la mirada del otro) a la instauración de mandatos internos, es que éstos hayan sido separados de la persona que los emitió y que sean vividos como leyes generales. Debemos tener esto en cuenta cuando trabajamos con estos niños, porque es fundamental transmitirles que todas las normas que sostenemos son generales para todos los pacientes.
También es necesario considerar que estos niños suelen proponer una especie de lucha de poder, de batalla por ver quién puede más, como modo de desmentir la dependencia o de enfrentar los terrores que suscita en ellos la sensación de desvalimiento frente a otro poderoso y arbitrario. Así, se hace imprescindible que los adultos sostengan las diferencias niño-adulto y no entren en la pelea.
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