PSICOLOGíA • SUBNOTA
› Por Marisa Punta Rodulfo
El psicoanalista Donald Winnicott habló de “semiología del medio” para indicar que no basta con la semiología del paciente, sino que hay que hacer el inventario de todo lo que puede ser patológico o patógeno a su alrededor. Ese es un punto muy importante cuando la consulta es por un niño; no centrarse sólo en los síntomas o trastornos que el niño pueda tener, sino abarcar todo lo que sea pregnante en el medio, en los que crían al niño. No debemos pensar que el diagnóstico se termina con el niño a solas, que los padres son los que sólo brindan información sobre él o que lo que dicen los padres es una información que pueda ser escuchada ingenuamente. Por ejemplo, no pensamos que, si una familia no se plantea tener un hijo, debe interpretarse literalmente como un “no deseo” de hijo.
Esto tampoco es un ambientalismo causal, no es buscar la causa en los padres, como antes se buscaba la causa en las pulsiones y las fantasías del chico: más bien abre todo lo que ocurre “entre”. Para Winnicott no es que el medio cause, sino que el medio propicia cosas más saludables o menos saludables. Se trata entonces de ese ir y venir entre los padres, su historia, y el niño con su capacidad de metabolizarla.
La mayor parte de los daños psíquicos no son generados en una sola situación traumática, sino que se producen de manera lenta e insidiosa a raíz de microcomportamientos relacionales entre el niño y su medio, no sólo el medio familiar: cada vez más temprano se pasa más tiempo en instituciones educativas. Ese daño es algo mucho más discreto y silencioso, lo que recuerda bastante la conceptualización de Hannah Arendt sobre “la banalidad del mal”.
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