PSICOLOGíA • SUBNOTA
› Por Vicente Zito Lema *
Si admitimos que la poesía lleva al conocimiento, a la par de la razón, ¿podemos reconocerle atributos de ciencia sin que por ello pierda la naturaleza sensible que la distingue?
–La poesía es ciencia. Algunos intelectuales y hasta ciertos artistas confundidos la consideran como una categoría inferior del pensamiento. Sin embargo, ella fundamenta todas las ciencias. La química sin poesía se convierte en una burda y peligrosa nada, y el ejemplo se extiende a cualquier otra disciplina –contestó Jacobo Fijman.
–Persiste en nuestras sociedades una grave e interesada confusión sobre la necesidad de la poesía y el rol social del poeta. Este, día a día, ve cuestionada la dignidad que en otras culturas se le reconocía como expresión de la eterna lucha de la vida contra lo inerte. Pese a ello, los poetas siguen creando y algunos, los más decididos en asumir la conciencia de la dignidad humana, enfrentan graves riesgos. ¿Qué debe entenderse hoy por ser poeta? ¿Acaso aceptar la marginación, desafiar la muerte?
–Conforme a la etimología de la palabra poeta, “hacer” o “el que hace”, el poeta es un hacedor de la más delicada materia. Debe ser entonces integrado en la categoría de lo divino: el poeta es un Dios. Pero no confundamos a los poetas con los que escriben libros por vanidad o se doctoran en la carrera literaria; esos mismos que se prostituyen detrás de los premios o de la fama de cenáculos; esos pobres tontos que pretenden encerrar la poesía en un cofre, como si las palabras fueran simples joyas y no lo que son: la carnadura del alma. Esa gente no puede ser considerada realizadores de obras, creadores como lo entendían los antiguos gramáticos, por ejemplo Donatus. Se olvida muchas veces que el poema para concretarse necesita de la intuición poética y ella presupone un estado despojado y muy humano, diría hasta sagrado, del espíritu. ¿Y dónde vemos lo humano que nos hace realmente humanos, más que en el dolor ajeno? De todas formas, ya no quiero hacer más cargos a esta sociedad. El Evangelio dice: “No juzgar”. Además, ¿quién conoce a nuestra sociedad? ¿O quién puede conocer otras manifestaciones que no sean las de su demencia y de su congénita maldad? Buscar la verdad siempre es doloroso y el que no se anime jamás será poeta. Lo he escrito: estamos en el mundo, pero con los ojos en la noche.
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