PSICOLOGíA
• SUBNOTA › HACIA UNA HISTORIA UNIVERSAL DE LA ANOREXIA
La brujita no me come nada, doctor...
Por Liliana Aguirre*
Podemos pensar las llamadas “patologías actuales” como nuevas entidades clínicas propias de la época o bien como manifestaciones sintomáticas que van adquiriendo diferentes ropajes, distintas vestiduras que el discurso dominante irá significando. Esto nos lleva a interrogarnos acerca del lugar que ocupa el contexto social en la constitución subjetiva. ¿Ha habido en los últimos cien años un cambio fundamental en la constitución subjetiva? Tomemos el caso de la anorexia.
En el siglo XIX, cuando las posesiones demoníacas se creían desaparecidas, se produjo un fenómeno que dio en llamarse”Las poseídas de Morzine”: algunas jovencitas y más tarde muchas otras mujeres, casi la mitad de la población femenina de esa localidad, comenzaron a sufrir ataques en los que insultaban, se arrastraban por el piso y se negaban a comer, vomitando. Exigían ser exorcizadas, pero la Iglesia no respondió del mismo modo en que lo hubiera hecho dos siglos atrás: sostuvo esta vez que se trababa de enfermas, no de poseídas; recurrió a la intervención médica y sanciona a los miembros del clero que seguían practicando el exorcismo. Fue la primera vez que el saber médico prevaleció sobre las creencias religiosas y populares. Diez años más tarde, en 1882, el psiquiatra Charcot comenzó a transmitir en la Salpêtrière sus conclusiones sobre la histeria.
Freud escuchó el síntoma histérico como el padecimiento de un cuerpo, no de un organismo, hizo hablar al síntoma y apostó a la cura por la palabra. En 1896, en una carta a Wilhelm Fliess, escribió: “¿Qué me dices de ese comentario según el cual toda mi flamante prehistoria de la histeria ya había sido archiconocida y publicada, aunque hace de esto varios siglos? ¿Recuerdas que siempre insistí en que la teoría medieval de la posesión sustentada también por los fueros eclesiásticos sería idéntica a nuestra teoría del cuerpo extraño y de la escisión de la conciencia? Pero ese diablo que se posesionaba de sus míseras víctimas, ¿por qué fornicaba siempre con ellas y de tan repugnantes maneras? Por qué esas confesiones arrancadas bajo tormento son tan similares a las que mis pacientes me cuentan en el tratamiento psicológico?”.
Y, en la carta a Fliess del 24 de enero de 1897: “La comparación con la brujería cobra cada vez mayor vida y creo que es muy acertada. Ya comienzan a pulular los detalles: el ‘vuelo’ de las brujas está explicado; la escoba sobre la cual cabalgan probablemente sea Monseñor Pene; sus secretas reuniones, con danza y algarabía, podrían observarse a diario en todas las calles, junto a los niños que juegan. (...) ¡Si tan sólo supiera por qué la esperma del diablo siempre es calificada como fría en las confesiones de las brujas! Encargué un ejemplar del Malleus Maleficarun (“El martillo de las brujas”, código de los procesos de brujería compuesto por Sprenger e Institoris en 1489), y me dedicaré a estudiarlo asiduamente”.
Los autores del Malleus... fueron curas dominicos que hicieron un registro muy detallado de la vida de las brujas, donde el tema de la comida ocupaba un lugar central. Este escrito les sirvió a los inquisidores para justificar la caza de brujas.
Los inquisidores las consideraban brujas. Freud, ante un cuadro que él consideraba idéntico, produjo otra significación: esta significación, y no la manifestación sintomática, es lo nuevo.
En los historiales de sus pacientes histéricas, Freud describe la negativa a comer, así como, en la sintomatología de la neurosis de angustia, los ataques de bulimia.
Hay testimonios sobre las vicisitudes de las conductas alimentarias de algunas santas que preocupaban a la Iglesia. Raymond de Capua fue designado como guía y confesor de Catalina de Siena, a quien trató diariamente durante cuatro años para vigilarla por su negativa a comer ylos vómitos provocados cuando lo hacía. Esta conducta debía ser controlada para proteger a la Iglesia de una posible herejía. Sus ayunos comenzaron a los 16 años, sólo tomaba un poco de agua fría y algunas hierbas. Dice su confesor: “Cualquier alimento debía ser expulsado de su estómago y para hacerlo se introducía tallos de hinojo u otras plantas en la garganta”.
Santa Clara de Asís caminaba descalza, dormía en el suelo y hacia ayuno varios días a la semana. A menudo estaba seriamente enferma al punto de que el propio San Francisco, de quien se conocen sus prolongados ayunos, le exigía que comiera aunque fuese un pequeño trozo de pan cada día. Estas circunstancias alcanzaron notoriedad y se sabe que por lo menos 17 santas intentaron llegar a los mismos extremos que Clara.
¿Qué diferencia habría entre la identificación de las jovencitas de esa época con Santa Clara y la de las jóvenes de hoy con alguna modelo? En el siglo XIX, el psiquiatra francés Lasegue denominó a estas formas extremas de privación alimentaria: anorexia histérica. Casi al mismo tiempo, el psiquiatra inglés Gull las llamó: anorexia nerviosa, mientras que la denominación vulgar fue fasting girls (chicas ayunadoras).
Parece que estos síntomas no son propios de los tiempos posmodernos ya que han sido descriptos y nominados en distintas épocas de la historia: brujas, santas, histéricas, anoréxicas, parecen ser algunos nombres que se les dio a esta mujeres problemáticas que no se ajustan al discurso dominante de la época.
* Psicoanalista.
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