Jue 15.01.2004

PSICOLOGíA • SUBNOTA  › ADVERTENCIA SOBRE LA PRACTICA ACTUAL Y LOS ALCANCES DEL PSICOANALISIS

“Cigarros Mataco: sin papel y sin tabaco”

Por G. F. B.

El 27 de noviembre de 2003 se publicó en esta sección el artículo del psicoanalista (y entrañable amigo) Juan Carlos Volnovich titulado “Análisis, ‘asunto de todos’”. En síntesis (no estoy citando textualmente), afirma: a) que el psicoanálisis es una práctica absolutamente sui géneris (dicho en sentido amplio) cuyo incorruptible objetivo es ayudar al sujeto a descubrir una verdad sobre sí mismo y sobre sus relaciones con los demás, y que para ello se compone de una ética, una teoría, un método y una técnica que no es una especialidad y no debe ser ejercida por especialistas, ni por profesionales; b) conspirando contra esa singularidad del psicoanálisis, tanto él mismo como los psicoanalistas se suponen existiendo en una “tierra de nadie”, supuesta extraterritorialidad desde la cual critican al Estado, al mercado, a la Universidad y al cientificismo (especialmente a las neurociencias), a la salud mental, a las religiones y sectas, a la pedagogía, a la medicina; c) Volnovich sostiene que el psicoanálisis perdura como “el último de los metarrelatos triunfantes” incomodante para todo lo instituido, organizado, establecido “que no sabe que hacer con él” etcétera; d) no obstante, el autor reconoce que todos los campos y actividades citados han encontrado maneras de distorsionar e incorporar al psicoanálisis a su ética, a su política, instituciones y funciones, y que hasta las organizaciones llamadas psicoanalíticas han hecho algo parecido; e) Volnovich resume este espinoso asunto diciendo que se trata de una contradicción (a nuestro parecer, una contradicción esencial); el autor lo dice con un enunciado muy acertado: “Arropados con la inocencia de una extraterritorialidad social, cuando no del heroísmo de una oposición solitaria al orden establecido, los psicoanalistas gozamos del prestigio que una profesión respetable y respetada nos depara, al tiempo que clamamos para que se nos reconozca en nuestra práctica esencialmente bastarda, asocial, clandestina”; f) el autor llama severamente la atención acerca de esas críticas formuladas a los diversos sectores del mundo, no pertinentes por cuanto no son función del psicoanálisis ni de los psicoanalistas como tales; por otra parte, les recuerda a los psicoanalistas que no ignoren las concesiones que les exige el “peaje” necesario para existir en ese mismo mundo que critican. Finalmente, Volnovich propone como una posible solución (¿?) una cita de Félix Guattari: cita un párrafo publicado hace 22 años donde dice algo así como que poco importan si desaparecen las asociaciones, las escuelas y hasta los propios psicoanalistas, siempre y cuando el análisis del inconsciente subsista y según modalidades novedosas. Gua- ttari aspiraba a que el análisis del inconsciente deviniera asunto de todos. Pero para eso el psicoanálisis tendría que renovar su método, diversificar su abordaje, enriquecerse en el contacto con otros campos de la creación. O sea que para hacer psicoanálisis no se necesitaría ser profesional, especialista... ni psicoanalista.
Pues bien: el esquizoanálisis es una invención cuya producción transcurre desde más o menos 1965 –año en que Deleuze publicó Instinto e Institución– hasta los días de hoy, en que es conocido y aplicado en la mayoría de los países del mundo. En la médula del esquizoanálisis (junto a millares de otras contribuciones) hay una crítica feroz al psicoanálisis, lo cual no impide que aproveche, transmutándolos extraordinariamente, algunos de los conceptos del freudismo. Pocas líneas del esquizoanálisis, y sobre todo en sus comienzos, afirman la posibilidad de defensa y de subsistencia del psicoanálisis como tal.
Apelar al esquizoanálisis para postular cambios radicales en el psicoanálisis, empleando alguna cita aislada para defender su sobrevivencia (nominal y/o real), es un caso princeps de aggiornamento.
Para el esquizoanálisis (dicho paradojalmente), la única “verdad del sujeto” es que sus supuestas “verdades” son producto de la máquina psicoanalítica sui géneris que las engendra como tales. El sujeto psicoanalítico, en todas sus versiones conocidas hasta ahora, es una pieza de una máquina de producción de subjetividad dominante instalada en las formaciones sociales despóticas y, después de una larga historia, madurada en la modernidad capitalista. El psicoanálisis es el “service” de ese electrodoméstico y sirve exclusivamente para que funcione “bien” dentro de la macromáquina de la que forma orgánicamente parte. Si vamos a cambiar en el psicoanálisis su ética, su teoría, su método, su técnica, su profesionalidad y, no su especialidad sino su especificidad, que es lo que interesa y es inmutable, ¿por qué seguir hablando de y haciendo psicoanálisis? El inconsciente postulado por el esquizoanálisis funciona según una abismal diferencia con el psicoanalítico; si el psicoanálisis cambia su concepción del inconsciente (aunque sea la más “progresista” conocida), ¿por qué sus prácticas “novedosas” habrían de seguir proclamándose psicoanalíticas? Esa propuesta suena a lo que ya hace mucho tiempo Robert Castel sospechaba: que el psicoanálisis aspira a erigirse en un estatuto-contrato social. “Disciplina regia”, como llegó a decir Elizabeth Roudinesco.
La propuesta de Juan Carlos Volnovich para transmutar al psicoanálisis, me recuerda a una anécdota de mi infancia provinciana. Cuando las nacientes empresas tabacaleras intentaron que los indios matacos trabajasen en las fábricas de cigarrillos, los productos resultaron hechos de tal manera que la población los llamaba “Cigarros Mataco: sin humo, sin papel y sin tabaco”.
N. de la R.: El presente texto llegó a este diario por mano y amabilidad de Juan Carlos Volnovich.

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