Jue 06.06.2002

PSICOLOGíA • SUBNOTA  › DE LA DESNUTRICION AL RETARDO MENTAL IRREVERSIBLE

La “solución final” argentina

Por Alicia Merajver de Hartmann *

Los niños espartanos que habían nacido con anomalías físicas eran arrojados desde el monte Taigeto. Según Plutarco, había en Esparta una verdadera escuela de ferocidad. Padre y madre estaban presentes en el castigo de los hijos que eran azotados hasta morir y les imprecaban para que lo resistieran. “Has nacido espartano, hazle el honor”, decía una máxima del nacionalismo espartano.
El nazismo y el fascismo exaltaron la pureza de la raza. Las juventudes hitlerianas templaban esos niños-jóvenes de acero que servían de cuerpo y alma al Führer. Pero a los no arios, a diferentes “grupos raciales” (judíos, negros, gitanos, homosexuales), les estaba destinada la “solución final” que aseguraría la pureza de la raza.
Después de Auschwitz, las fotos de niños en Biafra y en otros lugares mostraron que la desnutrición constituye otra forma de genocidio.
Ahora, la Argentina produce imágenes de ese orden, con las fotos de chicos hambreados en Villa Quinteros, provincia de Tucumán. Sabemos que la desnutrición produce retardo mental irreversible. Sabemos que el déficit mental por factores genéticos, perinatales o posnatales puede ser tratado sobre todo en los primeros años de vida: estimulación temprana, tratamiento psicomotor, psicopedagogía, fonoaudiología, tratamiento psicológico, son algunos de los muchos recursos de los que disponemos para que un niño –aunque con déficit– se constituya como un sujeto de pleno derecho más allá de su cociente intelectual.
El trabajo en nuestro país de la doctora Lydia Coriat con niños con síndrome de Down, que por carencia afectiva se vuelven autistas en los primeros meses de vida, ha hecho historia en el tratamiento psíquico de los niños discapacitados; se ayuda a estos niños atravesando el dolor y la sensibilidad de los padres, que hacen de marco permanente.
Sabemos que la desnutrición produce retardo mental irreversible, que la desnutrición afectiva de los padres tampoco tiene retorno. Nosotros, los argentinos, ¿estamos dispuestos a seguir sosteniendo esta “solución final”?
Se impone que los profesionales de la salud mental nos hagamos oír frente a esta destrucción masiva de parte de nuestro pueblo; si somos nosotros los que en muchos casos acompañamos a los padres cuando un niño nace con problemas y luchamos con ellos para darles una vida digna, no podemos quedarnos callados e inmóviles frente a la devastación impune de quien ha nacido con la fortuna de ser un niño sano.

* Psicoanalista. Supervisora en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y en el Hospital Argerich.

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