PSICOLOGíA • SUBNOTA
› Por Inés Jaureguiberry y Gabriela Romero *
“¿De qué color pintamos el cuarto del bebé, doctor?”, cuenta el médico que le preguntaron los padres. El contestó: “Píntenlo de nena”. La pregunta remitía al destino de ese sujeto, y estaba dirigida a un Otro a quien los padres le suponen un saber. La medicina se autoriza y se esgrime como oráculo, dando la respuesta ¿correcta? Nos preguntamos: ¿qué pintará esta nena? Es decir, ¿cuál será su posición sexuada y su elección de objeto? No podemos saberlo a priori.
Nada de la anatomía de un ser hablante determina su destino sexual; se trata de introducir el valor de lo particular, singular para cada sujeto.
Esto es lo que los médicos no suelen interrogar. Suelen actuar en función de lo normativizado, estandarizado, en base a protocolos que se aplican a todos por igual, borrando la enunciación.
Un niño de cuatro años, con ambigüedad sexual, era llevado al servicio de endocrinología de un hospital de niños porteño. Había sido inscripto como varón, pero se presentaba enojado, pateando y gritando, ofuscado con los médicos: quería ser una nena. Finalmente los resultados cromosómicos indicaron que se trataba de una nena. Entonces, la niña buscó al médico y le habló con entusiasmo: “¿Sabés que? Ahora soy una nena”. El médico debería pensar que la vida toma, para cada sujeto en particular, un valor de goce y un valor de deseo.
* Extractado de “Entrevistas a los médicos”, incluido en Intersexo. Una clínica de la ambigüedad sexual.
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