SOCIEDAD › UN POLICíA REGENTEABA UN BURDEL
Para el oficial Marino, flamante ex jefe de calle de la comisaría primera de Mar del Plata, el sueldo de bonaerense no era suficiente. Hace algunos meses emprendió un negocio propio, lejos de las macanas y los chalecos antibalas, y más cerca del rouge y la lencería erótica: un prostíbulo, en el local de una panadería cerrada, en el barrio La Perla, Mar del Plata. Pero las comisiones por los servicios de sus chicas se le cortaron cuando las autoridades policiales descubrieron y clausuraron el “privado”. Encima, fue separado de la fuerza y se quedó también sin el sueldo de bonaerense.
A los vecinos les parecía extraño que la panadería de Florisbelo Acosta 3850 estuviera fuera de actividad hace meses y que, aun así, entraran y salieran clientes de allí. Hasta que descubrieron que lo que esas personas buscaban no eran bizcochos de grasa ni cremonas sino a las chicas del “privado” de Marino, que “ofrecían sexo a clientes en condiciones deplorables”, según determinó la investigación. Las condiciones deplorables eran las de trabajo, no las de los clientes: el lugar funcionaba con un único baño y el mobiliario del amplio local se había cambiado por una hilera de colchones separados por cortinas y telas.
Para complicación del policía, se determinó que explotaba comercialmente el lugar sin autorización del dueño de la panadería, y se inició entonces una causa civil que terminó en el cierre del lugar. El titular de la Departamental, Norberto García, y el de la Distrital, Gustavo Salvá, decidieron por ello separar a Marino de la Bonaerense y le iniciaron una causa administrativa, que fue elevada al Ministerio de Seguridad de la provincia.
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