Dom 22.06.2008

SOCIEDAD  › RECLAMOS CONTRA POLITICAS DE LA NUEVA CONDUCCION DE LA AMIA

La guerra de los cementerios

Dos socios y el rabino Goldman enviaron protestas por el mismo tema: las restricciones a los entierros en el cementerio comunitario de personas “dudosas” para el nuevo presidente ortodoxo de la AMIA.

› Por Raúl Kollmann

El conflicto no tardó en aparecer. Dos socios de la AMIA, José Scher y Juan Segal, enviaron una nota al presidente de esa entidad, Guillermo Borger, reclamando porque se les negó el derecho a enterrar en un cementerio de la AMIA a dos personas convertidas hace años al judaísmo. La misma reacción tuvo el rabino de la comunidad Bet-El Daniel Goldman, que mencionó tres casos dramáticos ocurridos en estos diez primeros días del nuevo gobierno de la franja ortodoxa en la mutual judía. Goldman señaló que se le negó la sepultura a una persona convertida al judaísmo en 1948, en el gran templo de la calle Paso; el segundo caso fue el de un integrante la comunidad Benei Tikvá y el tercero de un fallecido de Rosario, hijo de madre judía “pero con apellido sospechoso”. El escándalo es aún mayor si se tiene en cuenta que, según señala Goldman, uno de los tres tuvo que ser enterrado en el cementerio de la Chacarita y el otro en Lomas de Zamora, en un lugar donde, entre otros judíos, “se entierra a los de origen dudoso”.

En realidad, la situación de las personas convertidas viene siendo motivo de tremendas polémicas desde hace décadas. El origen de la controversia tiene que ver con una organización integrada en las primeras décadas del siglo XX por mafiosos de origen judío polaco que se dedicaron a la trata de blancas en la Argentina. Traían chicas muy jóvenes desde Polonia y las prostituían en Buenos Aires. Para impedir que algunos mafiosos no judíos se convirtieran, se prohibieron en aquel entonces las conversiones. Lo asombroso es que, hoy en día, 80 años más tarde, los rabinos ortodoxos admiten conversiones realizadas en Uruguay o Chile, pero no las que se hacen en la Argentina.

En el texto escrito por los dirigentes de la comunidad Bet-El se insiste en que “reiteradamente manifestamos nuestra preocupación por estas situaciones no resueltas y hemos instado a las sucesivas autoridades de la AMIA a solucionar estas condiciones que nos avergüenzan desde hace varias décadas”, dice la declaración firmada por el rabino Goldman, la rabina Silvina Chemen y el presidente de Bet-El Edgardo Band.

Quienes transitan los pasillos de la AMIA admiten que cada caso de un fallecido convertido al judaísmo motivaba larguísimos debates con el sector ortodoxo que siempre manejó dos puntos clave de la mutual, el rabinato y los cementerios. El gran rabino de la comunidad judía argentina Abraham Ben Amu, que proviene del sector ortodoxo, asumió ya hace varias décadas y perfectamente podría haber revertido, por ejemplo, la prohibición de realizar conversiones en el país. “La verdad es que con los ortodoxos se discutía pero, al final, solían permitir el entierro sin hacer una aceptación oficial del caso”, le explicó un veterano dirigente de la AMIA a PáginaI12. El mismo dirigente acotó que “ahora, después de quedarse con la presidencia, parece que se ponen más inflexibles”.

Según trascendió en los días posteriores a la victoria de los ortodoxos, éstos proponen comprar un predio aledaño al cementerio de La Tablada para enterrar allí a las personas convertidas, una solución que parece ser igual de discriminatoria, por cuanto significa que las parejas, por ejemplo, no podrán ser enterradas en el mismo cementerio.

“Estamos muy preocupados por la evolución de las cosas –señaló el rabino Goldman a este diario—. Todo indica que la AMIA va a dejar de ser un lugar emblemático de la vida judía, que pasa mucho por el espacio mutual, los clubes, las sinagogas, que no sintonizan con estas formas de ver las cosas. Esto no es lo que la mayoría de los judíos esperamos.”

En ambas denuncias, las de Bet-El y las de los socios Scher y Segal, hay un reclamo a la corriente que lidera el rabino Sergio Bergman, que teniendo posiciones mucho más liberales que las de la ortodoxia, terminó votando a Borger como presidente e integra, en minoría, la cúpula de la AMIA. Bergman tuvo notoriedad cuando habló en el acto convocado por Juan Carlos Blumberg y luego acompañó políticamente a la dirigente de la Coalición Cívica, Elisa Carrió. El texto de Bet-El dice: “Apelamos a aquellos que sostuvieron en su discurso la promoción de políticas pluralistas, a cesar con estos actos agraviantes, denigrantes y discriminatorios”. Scher y Segal, a su vez, se preguntan: “¿Para qué son los fondos de nuestras cuotas en la AMIA? ¿Para pagar entierros en otros lados? Y el Rabino Skorka y el Rabino Bergman ¿dónde están si no es para defender los derechos de todos?”.

Este diario no pudo confirmar las versiones que señalan que en los primeros días los nuevos dirigentes ortodoxos hicieron cambios muy importantes y claves en las áreas más importantes del personal de la AMIA. Indagando sobre esas versiones, PáginaI12 dialogó con un ex presidente de la AMIA que tiene una mirada menos contundente. “Hay que esperar 90 días para ver cómo gobiernan los ortodoxos. Lo cierto es que ganaron en buena ley y es democrático que asuman. En la AMIA ahora hay 150 proyectos para aprobar: son de cultura, de educación, de asistencia social, de infraestructura. Habrá que ver a cuáles les dan curso y cuáles frenan. Eso dará una pauta. Por ejemplo, no creo que dejen sin financiamiento a los colegios, aunque no sean de la corriente ortodoxa. También habrá que ver qué posturas adoptan respecto de Israel. Es conocido que muchos ortodoxos afirman que el Estado de Israel sólo se puede reconstruir, según la liturgia, después de la llegada del Mesías al mundo y por lo tanto no reconocen el actual Estado de Israel. En cambio, el nuevo presidente de la AMIA dijo en su discurso de asunción que Israel es el centro de la vida judía. Por último, está la cuestión del atentado. Parece claro que en ese terreno y en todo lo que tenga que ver con la política, le dejarán el lugar a la DAIA. Pero, insisto, hay que esperar 90 días. No podemos ser tan lapidarios.”

Lo concreto es que en uno de los temas más delicados, el de los entierros, las decisiones de los primeros diez días encienden las peores polémicas.

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