SOCIEDAD › OPINIóN
No cambió. Mauricio Macri asumió en diciembre pasado quejándose de la pesada herencia que le habían detallado en una larga transición. Cuando prescribió esa excusa, lamentó la virulenta oposición de quienes le votaron todas las leyes que su gabinete valoró como imprescindibles para la administración de la ciudad. Ahora, el problema es del gobierno nacional que no le transfiere fondos que efectivamente le cede, como consta en registros a los que puede acceder cualquier ciudadano.
El problema es que el macrismo eligió ocultar sus carencias y su inexperiencia detrás de una política comunicacional elaborada con rigurosidad por un experto ecuatoriano contratado casi exclusivamente a ese fin.
La subejecución de partidas propias en la totalidad de las áreas del Ejecutivo porteño no resiste ningún análisis. Los groseros cálculos que hacen en los ministerios más sensibles no son culpa más que de los funcionarios elegidos por el propio Macri, más ocupado en mostrar que recorre Centros de Gestión y Participación que en sentarse a escuchar que nada funciona en el Hospital Argerich y resolverlo.
Lo más urgente es, frente a este escenario, dejar de negar lo paupérrimo que es lo que se está haciendo hasta ahora y arremangarse para ponerse a trabajar. Aunque cueste, aunque no lo hayan intentado nunca antes, ni él ni sus asesores, hay que ponerse a trabajar con seriedad y planificación, evitando las reacciones espasmódicas y los pretextos inverosímiles.
Esto incluye un urgente recambio en el gabinete, que oxigene las ideas y que saque del medio a quienes estorban la correcta distribución e inversión de los recursos de todos, por ejemplo el ministro de Salud, Jorge Lemus, cuya estadía al frente de esa cartera es absolutamente absurda e inexplicable.
Porque después es muy fácil y muy obvia la tentación de sumarse al conflicto con las entidades del agro, con tal de escapar a la realidad. Es muy PRO sacarse una foto con la estrella de turno para ganar centimetraje en los diarios y evitar cualquier discusión alrededor del drama de no saber qué hacer y cómo hacerlo. Es propio de alguien que tiene a la excusa como política de Estado.
A poco más de nueve meses de haber asumido la jefatura comunal, Macri todavía tiene mucho margen para revertir la situación. De hecho, a nadie se le ocurriría decir que ha demostrado y probado que le queda muy grande el saco de gestor que se quiso poner alguna vez. Por eso, cuenta, en definitiva, con la posibilidad de dejar de esconderse debajo de polleras ajenas, dar la cara y hacerse cargo de una vez y para todas de la responsabilidad que le confirieron los vecinos de la ciudad.
* Legislador porteño.
Frente para la Victoria.
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