SOCIEDAD › OPINION
› Por Ruth Pardo Belgrano *
El 22 de noviembre falleció Mabel Manacorda de Rosetti. Con ella, ha desaparecido una docente que llegó al fondo teórico de la lingüística y de la lingüística aplicada. Hizo del enseñar y del aprender una experiencia para sí y para los otros en pos de una educación comprometida con la formación de seres pensantes, críticos, creadores, como ella. Nada humano le era ajeno, por valerse de una cita clásica que solía mencionar. Todo le atraía: la historia, los movimientos sociales, las artes plásticas, la música, el cine, y concibió la enseñanza del lenguaje como una interrelación de saberes. Un medio para mejorar la comunicación y la comprensión de los alumnos.
Era la suya una mentalidad científica e inquieta. El estudio y la actualización fueron una constante de su quehacer. De vasta cultura, forjada no sólo en los libros sino junto a padres de avanzada intelectual y política, con maestros de la talla de Don Pedro Henríquez Ureña y Amado Alonso, nada le era indiferente. Se especializó en lingüística, fue una investigadora, estudiosa tenaz e infatigable. Renovó la enseñanza del lenguaje.
Había nacido en Rosario, un 24 de septiembre de 1918, pero cursó estudios en Buenos Aires. Egresada como maestra normal con medalla de oro. Se recibió de profesora de Castellano y Literatura del Instituto Superior del Profesorado Joaquín V. González, con el Premio Coll. Inició una fecunda tarea docente en los niveles secundario y universitario, enriquecida por sus estudios e investigaciones –elogiadas por Jacob, Malkiel, Lapesa–, proyectadas en ensayos y artículos publicados en revistas nacionales y extranjeras, en conferencias, en ponencias en congresos, en más de setenta libros –alguno de ellos en colaboración– de amplia difusión latinoamericana. Culminó su carrera como miembro de la Academia Nacional de Educación.
Pero Mabel también fue esposa, madre, amiga. Se había casado con Arístides Rosetti, en 1945, con quien tuvo tres hijos. La ternura le desbordaba cuando hablaba de sus nietos.
Como amiga, cimentó relaciones firmes, algunas iniciadas en la juventud, tal el caso de Ana María Barrenechea y María Hortensia Lacau, unidas de por vida, por el trabajo en común, el mutuo reconocimiento, un profundo aprecio.
En una leyenda, que transcribe Eduardo Galeano, cada ser humano es un fuego, cada uno con su particularidad, pero los hay que arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear y quien se acerca se enciende. Palabras que caben a Mabel Rosetti.
* Profesora de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial en Letras, egresada de la UBA. Docente, escritora.
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