Sáb 26.10.2002

SOCIEDAD

Chicos de un secundario cocinan las viandas que comen en otra escuela

Unos estudian gastronomía en una escuela de Parque Patricios, y preparan viandas en su cocina. Los otros reciben esa comida en un secundario de Villa Lugano. Esta semana se conocieron.

› Por Alejandra Dandan

“Todo esto cuesta explicarlo: te crea una confusión.” Gonzalo Yedro no habla de las milanesas que prepara una vez por semana ni de la temperatura del pastel de carne, ese que sale bien caliente para la merienda de 600 chicos de dos secundarios de la Capital. Gonzalo habla de otra cosa: no sabe cómo explicarles a sus amigos que todo eso lo hace en su misma escuela. La cocina, los sandwiches y las viandas para las escuelas son una parte de un microemprendimiento de tipo solidario y educativo generado desde un colegio público especial: el Ciclo Básico Ocupacional. Allí los chicos estudian tres años especializándose en distintos oficios. Uno de ellos es gastronomía. Y esos sandwiches que ahora tiene Gonzalo en la mano son uno de los resultados. Esa vianda intenta paliar al menos dos efectos de la crisis: la ocupación para algunos estudiantes y el hambre en otras escuelas. Desde el 15 de septiembre dos secundarios porteños comen las cosas hechas por otros estudiantes. Ahora cocineros y convidados acaban de conocerse.
El Ciclo Básico Ocupacional (CBO) número 1 de Parque Patricios recibió en su colegio a colegas de la escuela de Educación Media 1 de Lugano. Allí, alrededor de una rueda se encontraron quienes desde septiembre preparan las viandas con quienes las comen:
–¿Saben por qué están acá? –preguntó una de las coordinadoras del equipo de viandas. Uno de los visitantes tomó coraje y de pronto, lo explicó:
–A mí me dijeron que íbamos a ir a la escuela donde hacen la merienda.
Los estudiantes del CBO aprenden a cocinar durante los tres años de cursada en la escuela. La cocina es uno de los dos talleres de especialización en oficios de la currícula. Pueden optar por esa especialización o por los talleres de jardinería. Mientras estudian no trabajan. Es decir, van durante el día a clases, aprenden los principios prácticos y teóricos de los oficios elegidos y después vuelven a casa. Al cabo de los tres años de cursada reciben un título de auxiliares en la especialización. Quienes lo deseen y puedan, siguen con el secundario dentro de los establecimientos tradicionales o los de adultos. El CBO los habilita para entrar directamente en tercer año.
El proyecto de las viandas empieza cuando terminan con ese proceso inicial. Trabajan en el marco de un curso llamado de capacitación especializada. Allí suele quedar parte de la población más crítica: “Están quienes sabemos que no van a ir más a la escuela y los que aunque busquen un trabajo no lo van a conseguir”, dice ahora Jorge Orue, director del Ciclo.
Gonzalo Yedro está cocinando en la escuela desde principios de año. Es uno de los 14 chefs que participan del curso de capacitación desde donde se puso en marcha una “unidad productiva de trabajo solidario”. Gonzalo llega a las cuatro y media de la tarde, cuando el resto de los estudiantes se va. Está ahí durante cuatro horas, gana unos 120 pesos por mes como incentivo y prepara una parte de las 600 viandas para dos escuelas.
“Este taller está apuntando en dos direcciones de forma transversal -dice el director–: por un lado contiene y genera un espacio de inclusión para los egresados que no encuentran alternativas en la calle. Por otro lado, está paliando los problemas de hambre que este año se profundizaron entre los chicos de las escuelas”.
Una de los dos secundarios que recibe las viandas es una escuela de Lugano donde los docentes notaron principios de hambruna. En marzo y abril algunos de los estudiantes llegaban al colegio sin alimentarse y se desmayaban. Frente a esa situación, los maestros comenzaron a generar distintas alternativas. Hicieron denuncias públicas y pidieron una partida de alimentos especial y urgente a la Dirección General de Comedores y Cooperadoras Escolares de Educación.
Por entonces, el gobierno porteño tenía un sistema de becas para meriendas provistas por un pool de concesionarios privados. Las partidasse distribuían entre las escuelas primarias públicas y en algunos secundarios del turno mañana y tarde. Este año, por el contexto social, la Dirección de Comedores triplicó las raciones sobre todo entre los secundarios. Pero a la Escuela Media de Lugano esas raciones no llegaban. Desde marzo hasta septiembre los maestros sostuvieron la merienda con una colaboración de tipo voluntaria. “Hacíamos una vaquita para tratar de tener una infusión y algo para darles”, dice nuevamente Jorge Orue que también trabaja como asesor en esa escuela. Hace poco más de un mes, la Dirección de Comedores asumió los gastos de la merienda contratando al CBO. “Hubiese sido más fácil canalizar todo a través de los concesionarios pero de esta manera este esfuerzo sirve también para alimentar este tipo de alternativas”, explica ahora Guillermo Moranchel, director de Comedores Escolares.
Buena parte de los sandwiches producidos en la gran cocina de Parque Patricios fueron a parar este año a la panza de Claudio Vega, Hernán Quiroga, Franco Palomino y Natalia Escalante. Todos son de Lugano, todos tienen 14 o 15 años, excepto Claudio. El ahora tiene 16, todavía está en primer año porque, dice, las otras dos veces que pasó por ese curso terminó repitiendo.
Gonzalo, uno de los que prepara los sandwiches, vive en La Boca y viaja todos los días en bicicleta para ahorrar plata. De los 120 pesos que gana, le quedan 50 para darle a su mamá. En su casa, además de él y ella, vive su papá y siete hermanos. Gonzalo es el más grande y la otra entrada económica la obtiene su papá a través del Programa de Jefes de Hogar.
Lo que menos le gusta hacer en la cocina son las cosas difíciles, especialmente matambre: “Cuando lo cortás en rodajas –dice– si no apretás bien la carne se te abre, se desarma y es un desastre”.
Intentó dos veces hacer los últimos años de secundario. “No pude –dice–, es como que eso no me sale.”

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