Sáb 14.02.2009

SOCIEDAD  › POR EL CAMBIO CLIMáTICO, PINGüINOS ARGENTINOS MUEREN DE HAMBRE

Punta Tombo, zona de riesgo

Una experta de la Universidad de Washington alertó sobre el futuro del pingüino magallánico. Por el calentamiento global y la pesca indiscriminada, esa especie debe viajar más al norte para buscar comida, lo que afecta sobre todo a las crías.

El cambio climático y la pesca indiscriminada ponen en peligro a la especie más popular entre los pingüinos argentinos, los magallánicos. La noticia circuló el jueves en la reunión de la Asociación Estadounidense de Avance de la Ciencia en Chicago y en boca de Dee Boersma, una científica que desde hace 25 años investiga el tema en la mayor reserva mundial de esta especie, Punta Tombo, unos 1600 kilómetros al sur de Buenos Aires. “Los pingüinos son los más sensibles a los cambios en los océanos, tanto la contaminación como el clima y la pesca”, comentó ayer el biólogo Pablo Borboroglu, desde el Centro Nacional Patagónico en Puerto Madryn. Este especialista confirmó la hipótesis de su colega norteamericana: “Están viajando más lejos para conseguir comida y sus crías se mueren de hambre”.

Según los datos que maneja Boersma, la colonia de Punta Tombo se encogió más de un 20 por ciento, pasando a 200 mil pares de crías, de 300 mil que había hace 22 años. El cambio climático desplazó a las poblaciones de peces, entre ellas las anchoítas y las merluzas (el alimento preferido de estos pingüinos), lo que obliga a esta especie en peligro a nadar “unos 80 kilómetros adicionales desde su nido para pescar”, dijo Boersma, profesora de biología de la Universidad de Washington.

Normalmente, la hembra y el macho adulto se turnan para buscar la comida de las crías, una tarea que al principio se hace en las cercanías y cuando el retoño crece y gana autonomía, puede motivar viajes de entre 150 y 300 kilómetros. Al extenderse la búsqueda, la pareja que aguarda y sus crías mueren de hambre por la espera. Y eso que viajan a 8 kilómetros por hora. “Compiten contra su propia fisiología”, aseguró Boersma al respecto, durante la reunión.

Estos pingüinos, que miden 70 centímetros y pesan 5 kilos cuando son adultos, también están poniendo sus huevos tres días después. “Eso significa que su temporada de reproducción es realmente corta ahora y que la posibilidad de que sus crías salgan en el momento equivocado, cuando no hay comida, sea cada vez más grande”, afirmó la bióloga. Algunos de los ejemplares más jóvenes ya comenzaron a trasladar sus colonias de reproducción hacia el norte, para estar más cerca de los peces, pero en algunos casos esto los deja en tierras privadas y sin protección.

“El cambio climático se está instalando, tiene algunos efectos previstos y otros no. Lo que nos sorprende es que la migración de esta especie es hacia el norte. Por el calentamiento, los pingüinos deberían buscar zonas al sur”, reflexionó Pablo Borboroglu. Este investigador del Conicet viene comparando los movimientos migratorios con los relevamientos hechos cinco siglos atrás, cuando los navegantes anotaban los lugares donde se encontraba esta especie de la que se extraía aceite.

“Históricamente, los pingüinos han ido conquistando tierras al Norte, en 1920 llegaron a Punta Tombo, en el 70 subieron más y hace 5 años aparecieron más ejemplares en Río Negro”, repasó el biólogo argentino. La migración de los Sphenicus Magellanicus, también llamados “pájaros niños o pájaros bobos” por su andar bamboleante, suele ser un viaje hasta las costas del Uruguay y el sur de Brasil. Luego regresan a sus nidos, cavados en la tierra o construidos bajos los arbustos. “Sin embargo, Boersma está monitoreando satelitalmente la migración y hace poco rastreó pingüinos magallánicos a 400 kilómetros al sur de la línea del Ecuador –agregó–; eran jóvenes y estaban muy débiles por haber viajado tanto.”

Muchos ejemplares de esta especie decidieron asentarse en algunas de las 64 reservas pingüineras que hay en el país. El motivo podría ser una nueva distribución del alimento que a veces estás lejos y otras más profundo, ambos fenómenos estarían relacionados con la pesca indiscriminada y el cambio de temperatura del agua. Otro dato preocupante fueron los casi 50 pingüinos jóvenes que aparecieron muertos el invierno pasado en la colonia Punta Tombo. Estaban desnutridos y aparecieron fuera de época.

Este dato alertó a Boersma, quien afirmó también que doce de las 17 especies de pingüinos están sufriendo una rápida baja en su cantidad de población. “Realmente tenemos que reducir nuestros impactos”, dijo la bióloga y alertó: “Si no lo hacemos, los pingüinos y los humanos sufrirán”.

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