Mar 29.10.2002

SOCIEDAD

Empleados y clientes unidos para evitar el cierre de una pizzería

Ante el posible cierre, los trabajadores de Imperio, en Villa Crespo, llegaron hasta a fingir un secuestro. Con el apoyo de todo el barrio, ahora la administran e intentan que siga en pie.

”Hace treinta y dos años que trabajo acá, esto es mi vida.” Lo dice Fernando Urueña, uno de los 35 empleados que tomaron la tradicional pizzería de Villa Crespo, en Scalabrini Ortiz y Corrientes, que en pocos días podría cerrar sus puertas. Como Las Violetas en Almagro o el Café Tortoni en Avenida de Mayo, Imperio es para el barrio mucho más que un simple bar. Lugar de encuentro de bohemios y artistas, como Osvaldo Pugliese, Santiago Ayala y el “Chueco” Suar en su juventud, acompañó inmutable el crecimiento y la transformación de Villa Crespo a lo largo de estas últimas tres décadas. Por eso, los trabajadores cuentan con el apoyo de los vecinos, quienes a través de la recolección de firmas y la difusión del conflicto se convirtieron en los más fervientes defensores de la pizzería. “Si nos cierran Imperio, nos rompen un pedacito de nuestro corazón. Acá era donde nos reuníamos de chicos y donde hoy nos seguimos encontrando”, afirma Maura Candel de 29 años. El bar permanece abierto y los empleados se organizaron en forma cooperativa, imitando la experiencia de las fábricas recuperadas como IMPA o Grisinópolis.
El paso de la gente por la esquina de Scalabrini Ortiz y Corrientes es incesante y apenas unos tímidos cartelitos pegados en las ventanas de Imperio anuncian que la pizzería está tomada por los trabajadores. Sin embargo, todo el barrio lo zsabe. “Es como la prolongación del living de casa. En tiempos que todo es tan cambiante, uno puede estar seguro de que Imperio siempre va a estar allí”, dice Mónica Tulipán, vecina de Mahatma Gandhi y Warnes.
Todo el barrio gira hoy alrededor de lo que ocurre en la pizzería. Los vecinos, junto con las asambleas y la gente del club Atlanta, se organizaron para llevar adelante una campaña de recolección de firmas para declarar a Imperio Museo Histórico de Villa Crespo, denominación que llevaría a que el local pudiera ser expropiado por la ciudad y conservado tal cual está. Con más de 10 mil firmas ya juntadas, los trabajadores esperan ahora que la Legislatura porteña tome el tema y lo convierta en ley.
La historia que desató el conflicto no es muy diferente de la de otros cientos de casos que ocurren en el país en estos días. La empresa concesionaria, de nombre El Tri, que manejaba el bar desde el año 1970, se esfumó luego de perder el juicio que mantenía con el dueño del local, la empresa Calabaza, por una deuda en el alquiler de cuatro años. Al desaparecer, dejó también casi 300 mil pesos de deuda con el sindicato de obreros pasteleros, pizzeros y afines, por aportes y jubilaciones de los trabajadores que nunca depositó.
Con el juicio ganado, Calabaza, dueña de otros bares, pidió el desalojo a la Justicia amparado en la legislación vigente. Sin embargo, cuando el 1º de octubre a las nueve de la mañana llegó el oficial de Justicia para notificar la decisión del juez, encontró una situación que no pudo manejar. Los trabajadores de Imperio habían “secuestrado” al titular de Fedecámaras, Rubén Manusovich, y exigían la llegada de la prensa. Cuando los medios estuvieron en el lugar, se supo que el supuesto “secuestro” sólo había sido una maniobra para atraer a la prensa y ganar tiempo, con el fin de que más y más vecinos se acercaran al lugar.
Al darse cuenta del engaño, el oficial de Justicia intentó recurrir a la policía para que lo asistiera en su tarea, pero nuevamente encontró una respuesta que lo descolocó: “Arregle usted esto, porque nosotros con esta gente –por los trabajadores– no queremos problemas”, dijeron.
Ya derrotado y tras unos minutos de tensión, decidió junto al dueño del local postergar el desalojo por un mes más, para evitar problemas, por lo que el nuevo plazo se trasladó al 31 de octubre a la medianoche.
“El dueño de acá quiere explotar el lugar y hacerlo trabajar. Nosotros queremos salvar nuestro trabajo porque nos vamos a quedar sin nada. Ya formamos una cooperativa y esperamos poder hacer un contrato de locación con él por lo menos por dos años para poder ir armando algo y después vemos. Ojalá se dé”, dijo a Página/12 Luis Pinilla, delegado de losempleados del bar, quienes en su mayoría llevan más de 30 años trabajando allí y son conocidos por todo el barrio.
“Acá, los mozos no son empleados, son amigos. Siempre hay una palabra de aliento, una chanza”, sostiene Mario Rowski, quien fuera presidente del Círculo de Bellas Artes de Buenos Aires y que, como una muestra de afecto por Imperio, le donó una gran colección de cuadros que hoy adornan el salón. A diferencia de otros bares tradicionales como Las Violetas o el Café Tortoni, donde el mármol de Carrara y los vitrales son marcas distintivas, la decoración de Imperio es más bien rústica y todavía se puede comer una pizza de parado acodado en la barra, junto al mítico Angelito, el hombre-símbolo del bar.
Otro de lo empleados con mayor antigüedad en Imperio es Fernando Uruoña, que trabaja en el bar desde que tenía 17 años. “Empecé como sandwichero, cuando llegué de Tucumán, y fui pasando por todas las funciones hasta que llegué a la caja. Acá pase los mejores años de mi vida, hice amigos y conocí a mi esposa, con quien estoy casado desde hace 22 años, un día que vino a tomar un café y ya nunca la dejé ir. Por eso le agradezco a Imperio y al barrio todo lo que me dio y el 31, si no logramos arreglar antes, vamos a quedarnos, con las familias, los perros y con todos los que nos apoyan para evitar que lo cierren.”
Mientras tanto, armaron la cooperativa Los de Siempre y pusieron a funcionar el bar, imitando la experiencia de las fábricas recuperadas. Con este nuevo sistema, lograron pagar las cuentas pendientes con proveedores, aumentar los salarios gracias al reparto de los excedentes y ahorrar algunos pesos. “A nosotros nos sirvió mucho la experiencia de los compañeros de Grisinópolis, que nos explicaron un poco cómo es esto de la autogestión, que no es fácil. Pero lo fuimos sacando y ya cubrimos todas las deudas con los proveedores”, contó Pinilla.

Producción: Damián Paikin

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