SOCIEDAD
› ARGENTINOS EN BUSCA DE INSOLITAS NACIONALIDADES PARA EMIGRAR
Tras los pasos del abuelo turco
No sólo sucede en las embajadas de Italia o España: en los últimos días las sedes de países tan disímiles como Grecia, Polonia, Ucrania, Turquía y Portugal han recibido gran afluencia de público. La gente recuerda al abuelo y quiere su nacionalidad.
“La mayoría de la gente no hace mucho que descubrió que tiene un ascendiente griego y ya se siente más griega que nosotros”, ironiza Georgios Likotrafitis, encargado de la sección consular de la embajada del país mediterráneo. Diciembre y enero han marcado el boom de la demanda de pasaportes, documentos de ciudadanía y visas, no sólo en los consulados de Italia y España, sino también en otros, inimaginables en épocas anteriores. Una recorrida de Página/12 por las embajadas de varios países periféricos del Viejo Continente –incluidos algunos que aún no son parte de la Unión Europea– constató que la demanda de documentos creció al menos un 100 por ciento. Sin embargo, tan sólo uno de cada diez solicitantes logra iniciar el trámite.
“No es que nos queramos ir. Es nuestro propio país el que nos expulsa”, asegura indignada Eva, odontóloga de profesión frente la embajada de Polonia. Junto a ella esperan otras 50 personas que, apostadas sobre sus reposeras, forman una fila irregular que intenta escapar de los rayos del sol, cuando la temperatura supera los 30 grados. Reflejando en sus rostros una mezcla de bronca y desesperanza, aguardan su turno frente al edificio consular del nuevo país de sus sueños, aunque sea más por necesidad que por amor a los orígenes. De todos ellos, sólo 15 son atendidos por día, y el resto debe optar entre quedarse hasta el día siguiente o marcharse para volver en otro momento.
Entre los afortunados que durante la semana pasada fueron atendidos, estaban Laura, Mariana e Irene, tres primas estudiantes y desocupadas que, junto al padre de dos de ellas, aspiran a conseguir la partida de nacimiento de un mismo abuelo. “Estamos desde las 9 de la mañana de ayer –por el martes–. No es que planeemos irnos mañana, pero por si alguna vez la situación nos obliga es mejor tener un documento”, comenta Mariana. Pero no todos se encuentran en la misma situación. Como reconoce Laura: “Acá se ve de todo, desde gente que manda a su empleada doméstica a hacer la cola toda la noche hasta otros que vienen con la plata justa para el viaje”. Las chicas advirtieron además que durante la noche el ambiente se pone un poco tenso, cuando “aparece gente a ofrecer plata a cambio de que alguien le deje su posición en la fila”.
La otra embajada donde el aumento del público fue significativo es la portuguesa, ubicada en Maipú 942 de la Capital. “Por día vienen entre 50 y 60 personas y llaman otras tantas”, asegura Antonio Barroso, responsable de la sección consular. “Lo sorprendente es que viene mucha gente que no tiene antepasados portugueses y que a lo sumo puede pedir la visa de residencia permanente, siempre que demuestre que existe una posibilidad seria de efectivizar un contrato laboral allá.” Los otros documentos que ofrece la embajada son el billete (documento) de identidad y el pasaporte, cuyo trámite, en caso de no toparse con obstáculos burocráticos en el camino, demora entre 8 y 12 meses. Consultado acerca de los motivos que aduce la gente que se acerca a la embajada, Barroso confirma lo obvio: “Explican que su situación laboral es muy complicada y que quieren una vida más estable, al menos desde lo económico”.
En la mayoría de los casos, el servicio de inmigraciones de los países potencialmente receptores exige condiciones similares para iniciar el trámite: se necesita de un lazo de sangre directo –madre o padre nacidos en el país en cuestión–, y en el caso de los nietos, sus padres deben conseguir la ciudadanía primero. Sin embargo, los precios y los tiempos de tramitación difieren. Mientras que la obtención del pasaporte griego cuesta 82,50 pesos y demora 7 u 8 meses, el mismo documento otorgado por la embajada polaca se obtiene en un plazo no menor de dos años y su costo no baja de los 200 pesos, ya que la traducción de la solicitud se cobra entre 15 y 20 pesos por hoja.
Al igual que Polonia, Ucrania y Turquía no pertenecen a la Unión Europea. Sin embargo, en ambas el incremento de consultas también es notorio. El dato más llamativo lo proporciona la embajada turca, donde desde hace un mes asisten 2 o 3 personas por día, cuando esa misma cifra de aspirantes solía ir en toda una semana. Ante el aumento, Zeynep Kaleli, cónsul de Turquía en Argentina, hipotetiza: “La gente debe pensar que estamos a punto de entrar a la Unión Europea, pero lo cierto es que sólo formamos parte de una lista de 10 países que quieren entrar y no sabemos si pasará ni cuándo”. Además, conseguir la ciudadanía de ese país no es muy sencillo. Como explica Kaleli: “Respecto del trámite en sí, hay que ver caso por caso. Por ejemplo, quienes son turcos pero no hicieron el servicio militar allá se fueron siendo muy jóvenes, perdieron su ciudadanía y su suerte dependerá de lo que resuelva el Ministerio del Interior de Turquía”. Lo mismo sucede con los argentinos mayores de edad que desean naturalizarse. Sin embargo, aquí dicen que “los casos más simples los resolvemos en solamente un mes y medio”.
Finalmente, la ucraniana es la que impone la cláusula más dura: para obtener el documento el solicitante no sólo debe demostrar su origen ucraniano sino también renunciar a la nacionalidad argentina, “porque no aceptamos la doble ciudadanía”, comenta el vice-cónsul, Ihor Skrypnyk. Por ello, a pesar de que las consultas aumentaron al doble, nadie inició el trámite aún.
Producción: Darío Nudler
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