SOCIEDAD › OPINIóN
› Por Mónica Gogna *
A raíz de la polémica entre un obispo católico y el Ministerio de Educación de la Nación respecto de un manual para formadores en educación sexual integral, una vez más tuvimos oportunidad de presenciar en la televisión las llamadas “dos campanas”. De un lado, un sacerdote que dirige el instituto de la familia de la Universidad Católica Argentina. Del otro, el ministro de Educación de la Nación. El ¿árbitro?: un periodista con fama de sagaz y “progre”.
En un momento, el sacerdote confesó que lo que molestaba a la Iglesia era el “feminismo de género”. Esperé en vano que el periodista le repreguntara: ¿qué es el “feminismo de género”? o ¿por qué están en contra? El periodista no repreguntó. La palabra género es actualmente moneda corriente en los medios y como tal está depreciada (o sea, el que la usa no conoce su significado ni admite su ignorancia o simplemente se la bastardea). Y todo el mundo sabe lo que es el feminismo. Y el que no sabe se inventa su propia definición. Como aquel obispo que proponía que los homosexuales vivieran en ghettos y tildaba de “coro de locas” a las feministas.
El género designa las características y valores que cada sociedad atribuye al sexo femenino y al masculino. En las ciencias sociales, tiene un status similar al de conceptos tales como clase social, generación o etnia. La llamada perspectiva de género es relacional: sostiene que una cultura machista afecta tanto a las mujeres como a los varones. Un ejemplo: la mortalidad de los adolescentes varones es más elevada que la de las mujeres y su principal causa son accidentes y muertes violentas, producto no tanto de las hormonas sino de una cultura que, desde la cuna, los incita a correr riesgos, ser fuertes y valientes y no llorar.
El feminismo, por su parte, es un movimiento social, una filosofía, una práctica. Existen muchos tipos de feminismo (liberal, radical, eco-feminismo, etc. etc.) pero todos realizan una crítica de la desigualdad social de las mujeres frente a los varones y promueven los derechos de las mujeres. También sostienen que las políticas públicas deben tener en cuenta las experiencias, necesidades y puntos de vista de las mujeres.
¿Por qué la noción de género y/o el feminismo irritan tanto a la iglesia católica?
Por una parte, porque sostiene que la asignación de roles o jerarquías entre varones y mujeres varía entre culturas y a lo largo del tiempo. O sea, que las mujeres estén a cargo de las tareas domésticas o que en el mercado de trabajo exista una brecha salarial entre los sexos, o que ellas estén sub-representadas en la dirigencia de partidos políticos, gremios e instituciones de diverso tipo (empresas, bancos, iglesias, etc.) no es un mandato divino ni es inmutable.
Por otra, porque las y los feministas (algunos varones se reivindican como tales) y quienes tienen una perspectiva de género suelen sostener que los derechos humanos comprenden a los derechos sexuales y reproductivos. ¿Qué son estos derechos? Simplemente, el derecho y la posibilidad de decidir cuántos hijos tener y a tener relaciones sexuales libres de discriminación y violencia y del temor a embarazos no deseados o a contraer una infección sexualmente transmisible (por ej. sífilis, gonorrea, VIH).
La Iglesia Católica, en cambio, rechaza el uso de métodos anticonceptivos, incluido el preservativo que es el único método eficaz para la prevención del VIH/sida. Como bien explicó el sacerdote en la tele, para la iglesia católica lo único que está permitido es abstenerse de tener relaciones sexuales si uno/a no quiere tener un hijo/a o adquirir una enfermedad sexualmente transmisible. Concuerdo con el periodista que respetuosamente le señaló que quedarse en casa no es la forma de prevenir un accidente de tránsito. Por eso, porque la gente (incluidos adolescentes y jóvenes) tiene relaciones sexuales, el Estado tiene la obligación de impartir educación sexual en las escuelas y de proveer consejería y métodos anticonceptivos en los centros de salud y en los hospitales. Si así no lo hiciere, Dios y la Patria se lo demandarían.
* Doctora en Ciencias Sociales. Investigadora del Cedes y del Conicet.
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