SOCIEDAD › OPINION
› Por Eva Giberti
¿Cuántas violaciones de mujeres y niñas se esperan para el año 2010?
No resultaría complejo ensayar un cálculo, una proyección según la tendencia actual, si tuviésemos en cuenta las estadísticas que nos permiten elaborar las víctimas atendidas mediante la Brigada que las asiste y que forma parte del Programa Las Víctimas contra las Violencias del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos.
Cuando revisamos nuestros números confirmamos lo que ya es sabido: el 95 por ciento de las víctimas son mujeres adolescentes y niñas. No es novedad.
También encontramos que las edades preferidas por los violadores para violar corresponden a quienes tienen entre 19 y 29 años y muy cerca, estadísticamente, las víctimas que tienen entre 11 y 15 años. ¿Y las más chiquitas? Entre los 0 y los 5 años un 22 por ciento, con una característica especial: el 15 por ciento son niñas y el 7 por ciento son varones de esa edad.
¿Cómo aparecen los más pequeños? Por lo general es su madre quien denuncia y con ella es preciso trabajar para que, además de prometerse a sí misma que “llegará hasta las últimas consecuencias” para detener al violador, en su vivencia singular querría tenerlo delante y no necesariamente para insultarlo. Lo que en estas situaciones importa es no incurrir en la denominada revictimización presionando a la criatura para que cuente lo que no siempre puede contar.
La resistencia a establecer contacto con las comisarías en estas situaciones proviene de hechos históricamente reconocidos: la imprudencia de las preguntas impuestas por algunos policías que recibían a la víctima generó el rechazo que aún hoy encontramos. Actualmente la situación es diferente y es estrictamente necesario que la comunidad conozca cuál es el mecanismo que hoy en día ponemos en marcha cuando una víctima de violación recurre a una comisaría. Porque la atenderán las profesionales de la Brigada que se ocupa de los Delitos contra la Integridad Sexual formada por mujeres.
La víctima que recurre a la comisaría, mediante la intervención de esta Brigada que depende del Programa Las Víctimas contra las Violencias del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, recibirá de inmediato la imprescindible atención médica y psicológica así como la defensa de sus derechos, empezando por exigirle al Estado la detención del delincuente. Cualquier comisaría debe llamar inicialmente a esta Brigada y no incorporar diálogos con la víctima. No dudo que alguien podrá contar: “No es cierto, porque yo conocí a una chica a la que le preguntaron de todo...” Esta es la primera de las desmentidas con la que nos encontramos, en la cual se funden memorias de años anteriores.
La resistencia podría insistir: “Pero después me van a hacer volver para declarar...” Este punto es clave: siempre le pedirán que declare, porque ha sido víctima de un delito. La diferencia con la Brigada Móvil reside en que estas dos profesionales, además de acompañar a la víctima en la comisaría, y escucharla según el tiempo que precise para hablar, la trasladan en un automóvil al hospital donde se le suministra la dosis de medicamentos necesarios para impedir la infección por VIH, junto con la pastilla del “día después” para evitar un embarazo. Procedimiento que se realiza acompañando permanentemente a la víctima, además de comunicarse con la familia –o quien la víctima solicite– para intentar neutralizar los posibles comentarios negativos que podrían partir de una madre o de un padre que elige criticar a la víctima porque salió de noche o porque llevaba falda corta (críticas y acusaciones que están muy lejos de ser excepcionales).
Estos procedimientos se tornan complejos cuando la víctima en un 50 por ciento de las historias conoce al violador. O sea: es su cuñado, un amigo de su hermano o un vecino. Porque en estas situaciones la familia suele sabotear la necesidad de la denuncia “para mantener la paz familiar”. Situación que complejiza el estado de ánimo de la víctima y que reclama otro extenso artículo especializado.
¿Se mantendrán durante el año 2010? Estoy utilizando los obtenidos durante el año 2008, que no incluyen los acompañamientos de las víctimas a las revisaciones clínicas a cargo de los médicos forenses, tema que abre un capítulo delicado, así como la intervención de los médicos legistas (que pertenecen a la Policía Federal). Estos son puntos cuya exposición, que estimo la comunidad debe conocer, gravitan de manera particular en el acompañamiento inmediato y seguimiento de una víctima de violación, la cual debe ser cuidadosa y celosamente protegida de cualquier intervención periodística que intente fotografiarla o localizar su domicilio. El hecho constituye, cuando se produce, una nueva violación, intentando “ver si se le nota en la cara o en alguna parte del cuerpo lo que le pasó”, lograr algún detalle que pueda ilustrar las fantasías de televidentes o lectores.
Puedo anticiparles que los detalles forman parte de un ensangrentado basurero mundial, tan antiguo como la historia de la humanidad y el porcentaje de sus miembros activos. Tal como las estadísticas lo evidencian, muestran que el 98 por ciento de los violadores son varones. Estoy utilizando datos que abarcan desde enero a junio del año 2008, con un total de 358 intervenciones de la Brigada.
La proyección que podríamos realizar, para suponer qué nos espera durante el año próximo, no constituye misterio: si no se detiene a los violadores –para lo cual es fundamental el refinamiento de los criterios jurídicos que reconozca a la víctima como tal en lugar de sospechar de ella–, si no se los detiene, se potenciará la violación como delito “esperable y fatal”. Detenerlos reclama una tarea a cargo de la víctima: mantener su denuncia y colaborar en la prevención, para que a otras mujeres no les suceda lo mismo. Merced a estas conversaciones con las mujeres violadas ha sido posible rastrear y detener a violadores que años antes se mantenían en el anonimato.
Pero, “mantener la denuncia significa concurrir a la policía para identificar al violador y yo no quiero que me hagan preguntas...” Ningún policía le hará preguntas: podrá sentarse delante de una computadora en un recinto aislado de otras personas y acompañada por una colega de la Brigada Móvil –que ha concurrido a su domicilio para buscarla– tratando de reconocer al sujeto; o bien para dictarle el identiquit a un policía que intentará reproducir los rasgos del violador según ella los describa.
Las preguntas aparecerán en otro lugar, si el fiscal o el juez lo estiman pertinente: éste es un tema interesante particularmente cuando son las mismas profesionales las que acompañan durante esas entrevistas en ámbito judicial. Corresponde saber que las profesionales de la Brigada con frecuencia son citadas a declarar, ya que fueron las primeras y generalmente únicas que escucharon –sin interrogar– la narración que la víctima aportó. Y son estas profesionales las que describen el estado en que encontraron a esa persona cuando, en comisaría, tomaron contacto con ella, momentos después de haber sido violada.
La comunidad no puede ignorar que, en situación de violación, cualquier comisaría de la ciudad de Buenos Aires tiene la obligación de llamar a la Brigada Móvil. Los jueces, fiscales y defensores conocen perfectamente este procedimiento que existe desde el año 2006 y saben que cuentan con el testimonio técnico, vital y sin titubeos que aportan las colegas de la Brigada Móvil cuando se les solicita. Lo cual sucede con frecuencia.
Los derechos de las víctimas –internacionalmente protegidos– exigen que se la proteja de cualquier interrogatorio dirigido a descripciones de la violación en sí, fogoneado por la curiosidad masturbatoria de algún funcionario. La presencia de las colegas de la Brigada Móvil le garantiza a la víctima una atención inmediata, lo cual es significativamente diferente de una visita a una institución, donde, escritorio mediante, relatará lo sucedido durante días u horas anteriores. Las colegas de la Brigada Móvil se mantienen al lado de la víctima en todo momento, después de haberse entrenado a partir de filosofías y técnicas reguladas por la ética de las víctimas (como dimensión actual de la tarea en este campo).
Podemos suponer que la tendencia futura de las violaciones –comparando estadísticas y países– es correlativa con las características del género masculino que incluye al universo de los violadores. También podemos suponer que, advertida la comunidad de que cuenta con un equipo que funciona a toda hora y durante todos los días del año –si bien el caudal más significativo de intervenciones se produce los días domingo entre las 13 y las 18–, queda a su cargo la responsabilidad de exigir respeto hacia las víctimas así como decisiones políticas referidas a los delitos contra la integridad sexual. También queda a cargo de la comunidad denunciar (no siempre al violador, en oportunidades es preciso que la gente se haga escuchar frente a determinadas decisiones jurídicas) y saber que los derechos de quien delinque están legalmente protegidos. Si las personas violadas pudieran hacer valer los propios, ¿sería necesario describir cómo trabajamos con ellas?
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