Mar 10.12.2002

SOCIEDAD  › SECUESTRAN A UN CHICO POR UNA SUPUESTA VENGANZA

Una odisea a los siete años

Un grupo comando entró en una panadería de Moreno a la mañana y se llevó al chico. Apareció a la noche sin pago de rescate. La policía sospecha que se trató de un apriete por una deuda.

El secuestro de ayer tuvo sus particularidades. Y es que no ha sido el ansia por el dinero de alguien con recursos lo que movió esta vez a los secuestradores: un grupo comando de por lo menos diez personas. Cristian Moris, un chico de 7 años, secuestrado durante la madrugada en Moreno apareció por la noche en un supermercado de Las Catonas sin que se haya pagado el rescate. Al menos así lo confirmó anoche una alta fuente de la División de Delitos Complejos de la Policía Bonaerense a Página/12. “Pedían 20 mil pesos de una deuda que tenía una persona cercana a la familia”, le dijo un vocero a este diario y confirmó que investigaban la supuesta ilegalidad de los acreedores. “Ahora todos hablan en contra”, comentaba con morbo y sin pruebas una vecina de las decenas que ayer rodeaban los camiones de TV frente a la casa de la que se llevaron al chico. “Acá no podemos hablar de un secuestro común, hay otras cuestiones a investigar para entender por qué se lo llevaron”, contó uno de los especialistas en secuestros.
Ayer los investigadores informaban sin dar precisiones que Cristian había aparecido sin un rasguño y tranquilo en un supermercado del hace poco famoso barrio de Las Catonas, donde la policía local es investigada como sospechosa de proteger a una banda local de ladrones y reducidores de autos. Las Catonas es apenas unos kilómetros más al sur que el Barrio Jardín, de donde a la una de la madrugada se llevaron a Cristian. Las fuentes dejaron claro que “en principio” la familia reconoce que tienen una deuda de 20 mil pesos y que por no haber pagado esa suma es que ahora los extorsionan con la vida de Cristian. De hecho, los dueños de la panadería no son ni la mamá ni el padrastro del chico, sino el hermano de la mujer, que no vive en el Barrio Jardín, de Moreno, sino en el barrio Ejército de los Andes, famoso como Fuerte Apache.
Si como dice el vecino en cuya casa se venden pizzas caseras, a la hora del secuestro no se escuchó nada desde su cama, ubicada a menos de 13 metros del lugar de los hechos, los hombres que entraron a la casa armados hasta los dientes no eran improvisados vengadores. Tal como vociferaban los raptores al entrar a la casa de la mamá de Cristian, Claudia Gutiérrez, y de su marido, Gustavo Giménez, llegaron a la esquina de Otto Krause y Rafael Obligado a buscar dinero. Se llevaron apenas los 400 pesos que en el reciente y humilde negocio, cuyo encargado es Giménez, habían facturado el día anterior. Les salió mal la huida en dos autos que también podrían haber usado de pago reduciéndolos, un VW Polo azul que hacía años tenía el panadero y un Ford Escort: los abandonaron a seis cuadras del lugar porque los coches no tenían nafta. Las fuentes policiales aseguran que Giménez es propietario de otros dos vehículos, un Peugeot 504 y un Fiat Uno que los delincuentes no se llevaron.
Uno de los pocos que ayer frente al local de la calle Otto Krause sació el interés por el caso fue Ramón, uno de los empleados de la panadería. “Eran entre 12 y 15, y andaban en una camioneta”, contó, dando a entender que el grupo comando llegó en tropel, amontonado sobre la parte trasera de una camioneta sin cúpula. El hombre no terminaba de entender la trama del hecho: “Está pagando el horno y estamos todas las semanas hinchando para poder cobrar cien pesos”, dijo Ramón, contando su propio drama en el medio del mediático drama de su jefe y de Víctor, como se llamaría el auténtico dueño de la panadería. “Les pegaron, les pegaron mucho, están todos lastimados”, contó el empleado. Y repitió el diálogo que habría mantenido el niño con sus secuestradores. “Yo me quiero quedar viendo tele”, les habría dicho el chico a los que se lo llevaban en brazos. “No, allá también vas a ver tele”, le respondió uno de los hombres.
No es que en el Barrio Jardín no estén acostumbrados a los momentos fuertes. Si se les va preguntando a los curiosos de las manzanas aledañas a la panadería –que no tiene nombre escrito en su entrada–, uno de cada dos fue robado. Pero nunca hubo un revuelo así. Las voces capciosas de las siete de la tarde sin ninguna novedad repiten la hipótesis que se ventilóel día entero, sin ninguna prueba y con mucho morbo: “El dueño de la panadería compró harina robada y no pagó veinte mil pesos a sus proveedores”. Anoche, para agregarle misterio al asunto, la policía admitía que al margen de una supuesta venganza, se investigaban otros posibles delitos conexos al secuestro del niño aparecido sano y salvo.

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