Sáb 02.02.2002

SOCIEDAD  › MAXIMA SE CONVERTIRA HOY EN PRINCESA CON UN CACEROLAZO CONTRA SU PADRE

Una boda con la sombra del pasado

Hoy la Argentina tendrá una princesa. Será holandesa y esposa del príncipe Guillermo. Pero la pompa en Amsterdam tendrá su cacerolazo de protesta por el pasado de papá Zorreguieta, excluido oficial de los festejos por su participación en la dictadura.

El blanco radiante no será de la novia en la fría y anaranjada mañana de Amsterdam. El blanco será de los que protesten y simbolizará no la pureza de la joven, sino la impureza de su padre. Todo está listo para que Máxima Zorreguieta se convierta hoy en princesa de Orange, esposa de Guillermo Alejandro, el “Príncipe Cerveza”. Todo está preparado también para que su casamiento sea no sólo un brillar de lujos monárquicos, sino el momento para un masivo festival en una plaza –próxima a la ruta prevista para la Carroza Dorada– en la que miles de personas vestirán de blanco y portarán banderas blancas, en solidaridad con el color que hace veintiséis años eligieron para sus pañuelos las madres de los desaparecidos. Pero eso no es nada: resulta que de tanto batir la cacerola en estas calles porteñas, hay émulos internacionales. Cuando sean poco más de la una, los activistas que organizan el repudio a los padres de la novia por su complicidad con la última dictadura, se acercarán con cacerolas nuevas, recién estrenadas, al camino para saludar a los rubios recordándoles las violaciones a los derechos humanos y la impunidad en Argentina.
Entrarán del brazo a la Iglesia Nueva (Nieuwe Kerk, en holandés), convertida ella ya en princesa, tras haber dado el sí oficial en la ceremonia civil que inaugura la mañana. Máxima caminará bajo un velo de aquéllos, junto a su querido, con el vestido color crema que por 170.000 dólares le ha diseñado Valentino para el momento del que ha sido privado Jorge Zorreguieta, ex secretario de Agricultura de Jorge Rafael Videla, con quien se solidarizó su esposa, María del Carmen Cerrutti, la mujer que firmó una solicitada defendiendo al genocida cuando corría 1989. Ambos están en un país cercano a Holanda, a la espera de un próximo encuentro privado con la hija y el flamante yerno.
De la prohibición por lo menos ha zafado su tía, firmante del mismo apoyo, Alina Zorreguieta. Y el padre Jorge Braun, que con sus opiniones en la revista Criterio hizo peligrar su participación como cura representante de la familia cristiana que son, en la ceremonia canónica y protestante de hoy. Hasta anoche los activistas que están tras el cacerolazo y la manifestación aguafiestas no habían identificado pasados tan honrosos en la lista de invitados de Máxima. “Estamos seguros de que entre ellos hay varios hijos de gente que estuvo con la dictadura”, cree Alejandra Slutzki, miembro de la filial holandesa de H.I.J.O.S. y una de las organizadoras del mitin de la boda.
Ayer lo bueno comenzó ya cerca del mediodía, cuando los invitados especiales a la boda –reyes, reinas, princesas, príncipes, infantas por un lado, y rancios apellidos de personajes criados con los más tiernos bifes de chorizos argentinos por el otro– llegaron al Concertgebouw, una de las salas de concierto más prestigiosas del mundo, para un homenaje de música clásica: una suite del ballet Romeo y Julieta. Dos detalles trajeron los recuerdos de la Argentina al lugar en el que Carolina de Mónaco se abanicaba y la reina Sofía lucía su sonrisa siempre displicente. Uno: el tango con que el violinista obsequió a la Zorreguieta. Dos: los cartelones que un grupo de manifestantes desplegó frente al lugar mientras en inglés gritaban cosas tales como “¡justice!”. El cartel más grande, de letras blancas sobre negro decía: “Argentina: 30.000 víctimas, ¡no lo olviden!”. Los propios piqueteros reales le contaron ayer a Página/12 que fue un espontáneo y anónimo holandés el que les avisó del concierto.
La pasión política con que los republicanos antimonárquicos, los anarquistas, los antiglobalización, los verdes, los militantes por los derechos humanos y los solidarios con las decenas de causas justas de lo que allá también se conoce como “la cintura cósmica del sur” se estaban organizando ayer preocupa al gobierno holandés. Para colmo, lo cierto es que la militarización de la ciudad (cool entre todas) tiene de ánimos irritados a la mayoría antimonárquica que vive en ella. Es cierto que los medios y la opinión pública holandesa se excitan como niños con juguetenuevo ante la rubia argentina que ha conseguido esa sonrisa de portarretrato en el príncipe. Pero es cierto también que la discusión en torno al gran defecto de su padre funcionario de una dictadura que desaparecía y torturaba se ha comido el espacio que de otra manera sólo sería para el deleite de los súbditos observando el siempre envidiable movimiento de la realeza. Pues, peor se pone el asunto a medida que se acerca la hora de la boda.
Ayer nomás la policía detuvo a manifestantes “anti Zorreguieta”. El primero fue un uruguayo que se paseaba con la foto de un desaparecido por la zona vedada. Luego detuvieron a los ocupantes de una camioneta a la que le habían pegado fotografías similares con los nombres de las víctimas. Por eso el operativo preparado para hoy excede al que hace 35 años no pudo evitar que una bomba de humo estallara frente la Carroza Dorada que llevaba a la recién casada Beatriz de Orange, que para colmo había elegido de novio a Claus, alemán y ex miembro del ejército hitleriano. La coronación de Beatriz como reina, en 1980 y en la misma iglesia donde ahora se casa su hijo, también fue un escándalo por las protestas. Para prevenir, se dispusieron sistemas de detección de metales, control del correo de los vecinos, cacheo autorizado para la policía, y una fila de 800 policías que seguirá a la carroza real en su paseo de media hora por las calles de Amsterdam.
Ese momento, que llegará pasada la una de la tarde, tras el civil y la iglesia, es el más delicado para los agentes de los servicios de inteligencia que trabajan en el tema con el asesoramiento de un contingente de alemanes. Habrá centenares de ellos haciendo de emocionados admiradores entre el público, y en lo alto de los edificios francotiradores hacia todos los ángulos. Por su lado, el príncipe ya ha dicho que el lío lo tiene sin cuidado: “una bombita de humo no sería tan grave, siempre que sea de color naranja”, declaró hace poco. Como para no darle mucha oportunidad al público ya se prohibieron algunas palabras: no se puede usar “fascista”, “muerte” ni “asesinos”. Tampoco está permitido repartir volantes. Por eso el mensaje más fuerte que eligieron los activistas que convocan al acto es el blanco del que pretenden llenar la plaza. Así como ayer Máxima y Alex participaron en el estadio de Ajax de una cuidada celebración popular en la que 50 mil vivaron a los novios y bailaron al ritmo de famosos del pop holandés, así los activistas, que pretenden reunir a unas cuatro mil personas, se montaron la manifestación con perfil festivalero: músicos, actores y bailarines animarán la mañana en la plaza blanca. Y hasta una murga argentina, Los gloriosos intocables, de Mendoza, le dará al bombo, al platillo y a la cacerola.

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