SOCIEDAD
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La difícil misión de explicar los cacerolazos del país de la princesa
› Por Horacio Cecchi
“Estuve en un cacerolazo”, dice Anke, orgullosa, mientras señala risueña la cintita azul y blanca punzada en su vestido negro. El resto ríe y festeja. Están en la Plaza Dorrego, corazón de San Telmo. Es de noche, las ocho y media. Son nueve, todos periodistas holandeses. ¿A qué han venido? ¿Por qué desde tan lejos? Hoy se da una de las respuestas: se casan el Guille y la lady Max, y la comunidad holandesa local festeja. Pero no es la única razón. Lo aclara cada uno de ellos: “Nos interesa lo que les pasa a los argentinos mientras se casa la princesa”, dicen. “No entendía cómo la gente admitía este maltrato –agrega Anke–. Cuando todo estalló para mí fue un alivio. Allá todo hubiera saltado mucho antes. Y por mucho menos”.
Algunos ya conocían Buenos Aires, habían viajado para conocer el país de nacimiento de la que será la princesa real, Máxima Zorreguieta, y especialmente, para conocer detalles de la vida del personaje en las sombras, un forúnculo enclavado entre el protocolo de la boda real y el ánimo de la corona: papi Jorge Zorreguieta y su oscuro pasado como integrante del staff del dictador Jorge Videla. Otros llegaron por primera vez. Algunos con base en San Pablo o Río, como corresponsales para Latinoamérica. Todos, sacudidos –si es que es ésta la definición más aproximada de lo que pueden sentir–, en su vida medianamente previsible en Amsterdam, al descubrirse en la era del cacerolazo.
“Quería conocer a la gente de Máxima”, dice Debby Slagt, directora del programa televisivo “Familias reales”, en perfecto castellano. “Quería saber si acá se interesan por el tema.”
–¿Y se interesan o no?
–Para nada, y me parece muy bien. Tienen problemas muy grandes para andar preocupándose por una boda.
Los nueve chocan espumosos chopps. Beben uno detrás del otro. Es sorprendente la continuidad de la cerveza volcada en sus interiores. La cerveza es costumbre cotidiana en Holanda. A tal punto que el príncipe Guillermo Alejandro Orange-Nasau, el heredero de la corona, que hoy hará de Máxima Zorreguieta una lady Max, también aparece relacionado con la bebida espumosa en el boca a boca de la calle. “Príncipe Cerveza, lo llaman”, acuerda Anke Welten, enviada del Algemeen Dagblad, uno de los diarios de mayor tirada. “No era muy serio. Andaba de fiesta en fiesta cuando era joven”, dice con una sonrisa suspicaz. “Era gordo, mucha levadura”, agrega alguien más allá. “Me pidieron –describe Anke– que tomara el ambiente en Argentina. Me hubiera gustado ir donde festejen los argentinos. Pero acá no están con muchos ánimos de festejo”.
Para los argentinos, Zorreguieta no es Máxima sino su padre, lo que representa su pasado. Para los holandeses, Máxima es ella, y Zorreguieta es papi y un problema, aparentemente ya resuelto. “Hace seis meses, el papá era un ítem caliente. Después de que él no va a la boda, todo se tranquilizó”, explica Frank Spinosa, director de fotografía para NOS, TROS, y otras cadenas, residente en Río, casado con una argentina y, por lógica, de un castellano dicharachero y localista. “Ahora no. Se produjo un cambio en la gente”. “Charming –agrega Daniel Nijboer, tan largo como la cerveza que va sorbiendo, reportero televisivo enviado por la agencia Reuters, ni una palabra en castellano, salvo “corralito” y “cacerolazo”–, she has charme”.
“Máxima tocó los corazones –describe Frank, que oficia de traductor en simultáneo–. Llegó y aprendió en pocos meses y a la perfección un idioma imposible de aprender. Impactó muy bien”.
–¿Y el príncipe?
–The tipical boy student –comenta Daniel.
–No de muchas luces –agrega Frank.
“Le quedó Guillermo el Tonto”, se suma Sandra Schuurhof, reportera televisiva para KTL News. “Por lo de Videla” (ver aparte). “Cuando Máximay Willem aparecieron en una entrevista televisiva, hace poco, le preguntaron sobre aquellas declaraciones y ella respondió: ‘Sí, estuvo un poco tonto’. Sobre la boda, los holandeses no cambiaron de opinión. Máxima gusta mucho. Su padre, no.”
“No hay demasiado tema sobre la familia para enviar”, reconoce Frans Lindenkamp, corresponsal de la agencia holandesa GPD, con sede en San Pablo. “De Jorge Zorreguieta falta que explique su pasado, lo que hizo. Pero no quiere hablar. Entonces no hay demasiado. Estamos enviando materiales sobre lo que está pasando acá, reporteando personajes.”
Patricia Maresch, de Radio Rijmond, emisora de Rotterdam, fue enviada para hacer cabeza en el ámbito local para un programa que estará dedicado exclusivamente a la boda, durante 24 horas ininterrumpidas. La tarea de Patricia será tomar la opinión de los argentinos. “No especialmente sobre la boda. Lo que interesa más es saber qué es lo que está pasando”. Patricia llegó el jueves pasado, pero había pasado por Buenos Aires en octubre y noviembre.
–Desde entonces esto cambió mucho, la gente ya no es la misma. Lo descubrí apenas llegué.
–¿Cuál es el cambio que se nota?
–Se hablaba mucho más de Máxima, había mucha mayor atención puesta en ella. Ahora, a escasas horas de la boda, la gente es prácticamente indiferente al tema. No les interesa mucho. Están con otros problemas.
Anke llegó en octubre, el 17 nada menos. Venía con la intención de cubrir los efectos de la boda de este lado del mundo, pero especialmente interesada en la lógica cotidiana de Latinoamérica.
“Empecé con Maradona, el partido de despedida. No era mi tema pero fue divertido. Después hice entrevistas en la colonia holandesa de Tres Arroyos. Ya llevaba dos meses y me daba cuenta de que acá iba a pasar algo. No entiendo cómo aguantaron tanto maltrato, durante tanto tiempo. Me resulta incomprensible. Allá, los holandeses hubieran saltado mucho antes, y por mucho menos. Mi primera nota política que envié fue la liberación de (Carlos) Menem. Me sorprendía que a la gente le pareciera normal, que se había decidido así y había que aceptarlo, sin más. Lo mismo pasó con el corralito. Por eso, cuando todo estalló por los aires, yo sentí como un gran alivio.”
–No es sólo la frivolidad lo que nos trajo –aclara Frank–. También la brutal crisis que está pasando.
–¿Qué piensan de la crisis argentina en Holanda?
–Ya se escuchó mucho sobre la corrupción. Ya a nadie sorprende esto. Tienen la fama que tienen. Gente que se está llenando los bolsillos y otros que quedan afuera.
Una palabra define lo inconcebible para los holandeses. Una palabra que no tiene traducción para ellos. “No encontré cómo decirla en mis notas, así que la escribo en castellano y después la explicó en mi idioma”, dice Anke. Es uno de esos vacíos de las lenguas que, cuando aparecen, hablan por su silencio, porque allí no entra la lógica ni la razón para darle un sentido. Lo curioso es que esa palabra es motivo ya cotidiano en la calle, en las viviendas, en el día a día de los argentinos. En holandés, la traducción literal de esa idea sería kooitje, debería pronunciarse “cuitshe”, o algo parecido. Pero está claro que no expresa lo que se siente al pronunciarla en su idea original.
Koitje quiere decir Corralito.
Nota madre
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