SOCIEDAD
› UN DOCENTE PROTEGIO CON UN 38 LOS REGALOS DE NAVIDAD, Y MATO
Tiro para el ladrón de bicicletas
En Santiago del Estero un padre y su hija robaron dos bicicletas y salieron andando, pero el dueño les disparó y mató al ladrón. Después de recuperarlas dejó al hombre desangrado en la calle, montó en una de las bicis y volvió a su casa.
› Por Carlos Rodríguez
Una absurda tragedia conmueve a dos barrios, uno de clase media, el otro de clase media baja, separados por quince cuadras, en la habitualmente tranquila ciudad de La Banda, en Santiago del Estero, a cinco kilómetros de la capital provincial. En ese escenario un profesor de la secundaria, armado con un revólver calibre 38 largo, mató de un disparo certero a un ladrón de 30 años que le había arrebatado dos bicicletas que el docente había obsequiado a sus hijas en la reciente Navidad. La bicicleta, transporte inocuo si los hay, fue el motor de esta road movie pueblerina: el ladrón trató de escapar sobre dos ruedas y el inesperado matador lo siguió en un rodado similar. Hasta la hija de 12 años del ladrón, que lo acompañaba en el momento de la sustracción, escapaba pedaleando en la bici de una de las hijas del profe. Después, cuando su padre quedó tendido en medio de un charco de sangre, la chica lloró por la pérdida física y por el frustrado regalo de Reyes.
La tragedia, propia del neorrealismo argentino, ocurrió en la tarde del viernes, a la hora de la siesta, cuando en La Banda todos –o casi todos-cumplían con la tradición de ponerse a resguardo del sol abrasador. Recién ayer, luego de un piadoso silencio de 24 horas, la Policía santiagueña dio a conocer los detalles. Las dos bicicletas dormían, también ellas, en el jardín de la vivienda ubicada en la manzana uno, lote uno, del barrio San Carlos, un conglomerado de casitas todas iguales, a las que es fácil entrar porque carecen de muros, alambrados y alarmas. Allí vivía tranquilo, hasta el viernes, el profesor Hugo Orlando Herrera, de 36 años, con su mujer y sus dos hijas. Es un barrio nuevo, construido con los planes sociales del gobierno provincial, donde las casas se pagan en cómodas y muchas cuotas mensuales.
El ladrón, supuestamente primerizo, se llamaba Daniel Leopoldo Araujo, tenía 30 años y estaba acompañado por su hija de 12. Entró en la casa, tomó las dos bicicletas y emprendió la fuga, montado él en su propio rodado, cargando uno de los vehículos sustraídos, mientras la nena iba pedaleando en la otra bici. Herrera, un hombre pacífico, según dicen sus vecinos, advirtió lo ocurrido porque en lugar de dormir, miraba la televisión. Tomó su revólver calibre 38 y montado en su bicicleta, salió a perseguir al hombre y a la niña. El seguimiento duró 15 cuadras, hasta el barrio Tabla Redonda, similar al complejo vecino, pero más antiguo.
La persecución, casi de cine mudo, viró bruscamente hacia el drama cuando Herrera hizo los dos primeros disparos, intimidatorios, cuando ya se encontraba muy cerca de los prófugos, sobre la calle Besares. Los testigos dicen que Araujo se bajó de la bici, dejó en el suelo la más pequeña que llevaba colgada en el hombro, y lo increpó a Herrera. “Le advirtió que podía herir a su hija”, comentó a este diario un vocero policial. Herrera volvió a mover su dedo índice como un autómata y Araujo cayó al piso, herido en la región lumbar. El profesor recuperó las dos bicicletas, se subió a la suya y regresó a su casa, dejando atrás a una nena que lloraba frente al cuerpo de su padre.
Los vecinos levantaron a Araujo y lo llevaron, un tramo a pulso, al cercano hospital de urgencias “Antenor Alvarez” de La Banda, a donde el hombre llegó muerto. Tanto los testigos como la policía confirmaron que Araujo no llevaba armas. Herrera dijo, en su primera versión de los hechos, que le pareció que “el ladrón estaba por sacar un revólver y por eso le disparó”, comentó el vocero policial. La noticia sobre la muerte de Araujo provocó conmoción en Villa Raquel, vecino a Tabla Redonda, un barrio humilde donde el muerto vivía con su familia.
El profesor Herrera (no se informó cuál es la materia de su especialidad) regresó a su domicilio, se cambió de ropa y se presentó en la comisaría 12ª del barrio Misqui Mayu (Agua Dulce), donde se enteró que el hombre que él consideraba “herido” había fallecido casi en el acto. De la comisaría 12ª lo trasladaron a la 13ª, un número más acorde con el final de la historia, donde quedó detenido, incomunicado y acusado de”homicidio simple”, un delito condenado con penas de 8 a 25 años de prisión. El juez del Crimen de La Banda, Dardo Herrera, sin parentesco alguno con el autor del hecho, analizará el resultado de la autopsia y de otras pericias, antes de resolver la situación procesal del profesor que por un par de bicicletas destruyó su propia vida, en las vísperas de la fiesta de Reyes.