SOCIEDAD › EL EXTRAñO CASO DEL POLICíA MUERTO EN LA VILLA 31 DE RETIRO
Primero se dijo que el agente Saucedo murió durante una persecución que realizaba solo en la villa 31. Pero estaba con otros dos colegas, de franco, en un boliche de la villa, posiblemente cumpliendo custodias en negro y quizás haya peleado por una mujer.
› Por Horacio Cecchi
Al malogrado agente Gustavo Saucedo no lo dejaron siquiera descansar en paz. Apenas había caído baleado en un enfrentamiento personal y fuera de servicio, cuando ya la inflación mediática de la inseguridad transformaba su muerte absurda –si es que alguna muerte anticipada no lo es– en un enfrentamiento heroico que no lo fue. Saucedo murió de un balazo en una situación confusa a las 4 de la mañana del domingo, a la salida de un boliche de la villa 31. Como si se corriera el velo pero al revés, la información periodística ayer bramó contra la inseguridad y construyó un thriller con persecución en helicóptero incluida en medio de las oscuras calles (sin asfalto) de una villa, para lanzar, casi en paracaídas, el sugerente mensaje de incapacidad política. Ni siquiera se pretendió escuchar que la propia Federal, por lo bajo y donde no llegan algunos oídos periodísticos, decidió no rendir al cuerpo de Saucedo honores de caído en cumplimiento del deber porque “la historia no cierra”. Lejos de ese discurso y más interesada en lo que ocurrió en realidad, la investigación avanza sobre un perfil más humano, con la hipótesis de un problema por mujeres, entredichos con vapores de alcohol y/o un trabajo en el boliche como custodio sin declarar.
Saucedo, de 31 años, era agente de la seccional 46ª, ubicada en avenida Inmigrantes 2550, muy cerca de las calles 5 y 8, donde se produjo el tiroteo. La información periodística que circulaba el domingo por la tarde sostenía que Saucedo murió mientras perseguía a un delincuente en la villa 31 y –en un curioso y sorprendente sinsentido– subrayaba que corría solo. Puesto de ese modo, Saucedo, y por extensión todos sus colegas, pasaban a ocupar un lugar poco menos que mediocre e inútil, difícil de aceptar.
Según revelaron fuentes de la investigación, Saucedo no estaba solo. Lo acompañaban dos agentes también de la 46ª. Ninguno de los tres estaba uniformado ni de servicio. No cumplían ningún operativo, pero estaban armados; uno de ellos llegó a deslizar que estaba fuera de servicio porque tenía lesionada una mano o un brazo, con lo que le resultaba imposible disparar y por eso no lo hizo. La versión de los dos colegas de Saucedo fue que se encontraban en el boliche de la esquina de 5 y 8, que pertenece a una mujer, sin poder explicar demasiado el motivo de su presencia. Según esa versión, en un momento, Saucedo vio a alguien armado, esperó que esta persona saliera y salió detrás de él, sin avisar a sus colegas. En la calle, comenzó la persecución a los tiros, lo que alertó a sus compañeros. Pero cuando salieron lo encontraron muerto de un balazo en la cabeza. Inmediatamente el lugar se llenó de curiosos, entre los que desapareció el arma del agente muerto.
Otro testigo, más realista, sostuvo que los tres policías, de franco, estaban en el boliche posiblemente con un trabajo de custodia free lance, no blanqueado siquiera para la misma comisaría. Y que en algún momento surgió alguna disputa por mujeres, que derivó en un enfrentamiento fuera, mientras que los dos colegas de Saucedo estaban en otra cosa. “Si hubiese sido un operativo hubiera ido a buscar a sus compañeros, nunca se mandan solos en la oscuridad y en un lugar desconocido”, aseguró un investigador. El homicida fue perseguido por uniformados de la seccional, pero no lograron alcanzarlo. El mentado helicóptero no participó de ninguna persecución: debía trasladar de urgencia a Saucedo.
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