SOCIEDAD
› ANIMALES ENVENENADOS EN EL ZOOLOGICO DE LA PLATA
Las llamas que ya no llaman
Cinco llamas murieron por ingerir un yuyo venenoso junto con la alfalfa recibida por sus cuidadores.Un hecho similar ya había ocurrido en 1998. En el zoo acusan al proveedor de los fardos de alfalfa.
Probablemente todas tenían nombre. Probablemente intentaron emitir algún sonido, probablemente hablaron entre ellas o discutieron hasta sentirse perdidas. Ninguna de estas llamas tenía una línea de teléfono a mano y aún no se sabe si tal tecnología esta vez les habría servido. Murieron así, imprevistamente, entre el lunes y el martes, después de tragarse algunos gramos de weledia glauce, uno de los pastos venenosos que suele filtrarse en las plantaciones de alfalfa. Las cinco víctimas fueron encontradas en su lugar de residencia habitual, uno de los corrales del zoológico de La Plata. De acuerdo con el diagnóstico murieron envenenadas después de agonizar durante unas pocas horas.
Rosana Laplace es la médica veterinaria en ejercicio, durante estos días, de la dirección del Zoológico de La Plata. “La responsabilidad de estas muertes –dice– no es del zoo ni mía ni de mis empleados, sino del proveedor de la alfalfa que llegó mezclada con pastos tóxicos.” Estos peligrosos pastos crecen como maleza en las plantaciones donde se cultivan los productos destinados a los animales. Cuando los cultivos están aún florecientes, aquellas malezas suelen detectarse a simple vista. Pero eso no sucede tiempo después. Esos cultivos son cosechados, almacenados, estacionados y depositados durante meses antes de llegar a destino. Cuando están en esas condiciones, ni el olfato de los animales ni los de los humanos mejor entrenados son capaces de detectarlos. “El problema que existe en el país –dice Laplace– es que los fardos de alfalfa se elaboran todavía de manera muy artesanal, no hay controles, no hay técnicas de bioseguridad, no se usan herbicidas. Cuando levantan la alfalfa se levantan también brotes o yuyos de los bordes.”
Esa suma de inconvenientes en ocasiones genera un cóctel nefasto, con explosivos con la potencia de terminar con un animal en unas cuantas horas. Además de la weledia glauce, conocida como serrucho, existen otros dos tipos de pastos tan letales como ése: el romedillo y el duraznillo negro. “No hay vuelta atrás –dice Laplace–, una vez que los tragan, un solo gramo produce un desastre, un cuadro agudo, irreversible: provoca un estado de hemorragias internas que ya no se detiene.”
En cuestión de horas, los animales mueren. Bajo ese peligro estaba desde hace una semana aquel 85 por ciento de los habitantes del Zoológico de La Plata que se alimenta de hierbas. Hacia el fin de semana, el zoo recibió su provisión de fardo habitual de manos de Walter Jaile, el proveedor que regularmente envía un tipo de alfalfa especial, cultivada en algunas zonas de Santiago del Estero. Esta vez, entre los 150 fardos que llevó, había uno contaminado. El domingo pasado entró en la celda de las llamas, y el lunes los administradores del zoo comenzaron a observar los primeros cambios.
“Un solo fardo produjo este desastre –sigue Laplace–, porque también hubo jirafas y otros rumiantes comiendo alfalfa de la misma partida.” Con estos indicadores, los técnicos del zoo llegaron a la conclusión de que sólo uno de los fardos contenía los pastos fatales.
Para Laplace, estas cuestiones no son habituales pero tampoco las considera extrañas. De algún modo, su mirada está alentada por el tipo de producción y la falta de controles sobre las cosechas de alimentos destinados a los animales. Pero además de estos datos, la especialista cuenta con un antecedente semejante. En el año 1998, en el mismo Zoológico de La Plata murieron otros siete animales, por la misma causa. “Lo que a mí me llama la atención –dice Laplace– es que sólo se conocen estos casos, los de zoológicos públicos.” La veterinaria cree que estos casos no sólo ocurren en el zoo de La Plata, lo que sucede –dice– “es que este tipo de cosas no se difunden porque generan mala imagen”.