La cumbre climática de Cancún terminó ayer, después de una larga madrugada de negociaciones para coordinar un documento final que no mostrara las fuertes disidencias entre los países participantes. El acuerdo incluye pocos compromisos reales, algunos avances retóricos y promesas de fondos a futuro. El compromiso se basa en dos textos presentados por la canciller mexicana Patricia Espinosa, que dejan para 2011 la discusión sobre cómo continuar el acuerdo de Kyoto, que expira en 2012. Los papeles también incluyen una declaración de que los compromisos actuales no alcanzan para estabilizar el clima mundial, un compromiso de los países centrales de aportar 100.000 millones de dólares por año a partir de 2020, un pacto para reducir la deforestación y una promesa de reducir voluntariamente las emisiones. Como se esperaba, la cumbre de Cancún no pudo reemplazar a la de Kyoto porque no hubo un acuerdo vinculante entre las naciones del mundo. Con expectativas tan bajas, los delegados aplaudieron lo que se logró, con la excepción de Bolivia, cuyo delegado Pablo Solón calificó el acuerdo logrado como “un atentado”. El resto de las naciones se conformaron con no haber repetido el evidente fracaso del encuentro de Copenhague del año pasado. Hasta las pequeñas naciones insulares del Pacífico, especialmente preocupadas por una posible elevación de los niveles del mar, apoyaron el documento. China firmó porque se respetó su decisión de seguir su desarrollo, aunque con una promesa de reducir sus muy altas emisiones.
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