SOCIEDAD › EN LA ZONA AFECTADA POR EL SISMO YA NO FUNCIONAN LOS CREMATORIOS POR FALTA DE COMBUSTIBLE
Con más de siete mil cadáveres y por lo menos once mil desaparecidos, ya hubo un cambio en las tradiciones del país: las familias entierran a sus muertos en lugar de cremarlos. La alarma por radiación, ya más contenida.
La cifra oficial de muertos por el sismo y el tsunami posterior en Japón se elevó ayer a 7197, según las autoridades locales, que estiman que hay al menos 10.900 personas desaparecidas. Mientras la situación de los reactores nucleares de Fukushima mejora, las morgues y los crematorios de las ciudades del noroeste, cerca del epicentro del terremoto, desbordan por la incesante llegada de cadáveres, y para muchos sobrevivientes se desvanece hasta el consuelo de velar a sus muertos. Ayer, una fuerte réplica volvió a sacudir el devastado noreste de la isla, midió 6.1 en la escala de Richter según el Centro Geológico de Estados Unidos, quienes alertaron sobre una subida de marea en la zona. Como ocurrió el año pasado tras el terremoto de Haití, donde la cantidad de cuerpos recuperados superó los 150 mil, la tragedia motivó cambios en las costumbres y ritos funerarios. En el caso de la isla centroamericana, pasada la primera semana, miles de cadáveres fueron enterrados en fosas comunes o apilados y quemados en la cercanías de los cementerios. A los nipones la misma situación los obligó a evitar las tradicionales cremaciones, debido a la escasez de combustible y la mayoría opta por una práctica inusual: la inhumación.
Según detalla el diario Yomiuri Shimbun, en las morgues y crematorios de las ciudades y pueblos del norte de Japón los cuerpos se conservan con hielo seco y bolsas para aguardar su reconocimiento o su despacho a los cementerios. El gobierno de la provincia de Miyagi aprobó los entierros sin cremación, algo inédito en un país donde sólo se inhuma al 0,04 por ciento de los fallecidos. En otros distritos de la zona, las autoridades pidieron ayuda a ciudades vecinas para que reciban cuerpos y los creman, aunque la falta de combustible dificulta trasladarlos.
Más allá de los escasos milagros que suelen suceder en medio de estas tragedias, los expertos en rescate afirman que el límite normal de supervivencia tras un sismo es de unas 72 horas. Sin embargo, ayer reflotó la esperanza cuando el ejército informó que un joven de más de 20 años fue hallado atrapado en el segundo piso de su casa en Kesennuma, Miyagui, aparentemente sin heridas pero en estado de shock y sin poder hablar. Pocas horas después se desmintió la noticia. En verdad, el hombre había vuelto a su casa a limpiar y recuperar objetos personales. Las autoridades japonesas calculan que hay al menos 400 mil personas distribuidas en 2200 tiendas de campaña y anunciaron que ya están construyendo alojamientos provisionales, mientras todavía siguen trasladando personas lejos de la zona del desastre. El miedo a sufrir radiaciones desencadenó un éxodo de extranjeros, mientras los japoneses que aún tienen recursos emigran al sur de la isla. Más que el temor, entre ellos cunde la desconfianza: “Sólo quiero que el gobierno nos diga la verdad”, declaró ayer Teechi Sagama, un director de escuela de Miyako, en medio de la zona devastada.
Ayer, por primera vez desde la crisis nuclear desatada por las explosiones de la planta Fukushima 1, hubo coincidencias entre las autoridades japonesas y la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA): el riesgo de una tragedia radiactiva se redujo. Según este organismo con sede en Viena, Austria, la reanudación del flujo eléctrico hacia los reactores y los esfuerzos de refrigeración en los reactores dieron buenos resultados. “Las cosas se están desa-rrollando de forma correcta”, confirmó ayer Graham Andrew, experto del OIEA.
El avance más significativo se dio en el reactor 3 de la planta, que contiene plutonio, un material mucho más cancerígeno que el uranio; fue refrigerado con 1260 toneladas de agua de mar durante siete horas para evitar su sobrecalentamiento. “Creemos que la situación se ha estabilizado”, dijo ayer el vocero del gobierno japonés, Yukio Edano, quien coincidió con Andrew en que sigue siendo imprevisible lo que pueda ocurrir en la planta de energía atómica.
Edano aseguró que la situación en el reactor 4 también mejoró: las piletas que guardan barras de material usado, y radiactivo, están cubiertas de agua y siguen siendo enfriadas desde las autobombas. Mientras tanto, “los héroes de Fukushima” consiguieron reconectar hilos reactores a la red eléctrica y pronto podría funcionar la energía en los reactores 1 y 2. Sin embargo, la empresa operadora de la planta, Tepco, aclaró que después de restaurar el suministro eléctrico llevará un tiempo que funcionen los sistemas de refrigeración originales: primero deberán probarlos porque podrían haber sido afectados tras el sismo.
En los reactores, el 5 y el 6, los operarios hicieron orificios en las cubiertas, según informó la OIEA, para evitar concentraciones de hidrógeno que puedan provocar explosiones. Ambos núcleos se encuentran estables desde que se volvió a refrigerarlos con la electricidad procedente de los generadores diesel. Además de los helicópteros militares, según la televisión estatal, hay un avión especial capaz de soltar agua a una gran altura en camino a la central.
La empresa Tepco permitió “por la naturaleza sin precedentes” de esta crisis que sus trabajadores se expongan a una radiación de hasta 150 milisieverts, excediendo el límite establecido en 100. El nuevo límite se aplica a los operarios que se desempeñan fuera de las centrales. Por los niveles de contaminación radiactiva fueron evacuados 50 trabajadores de la planta la semana pasada y luego se envió un refuerzo de 120 personas, que asistieron voluntariamente.
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