Dom 20.03.2011

SOCIEDAD  › LA INDUSTRIA, LAS FINANZAS Y LA ENERGIA NUCLEAR NIPONA, EN LA MIRA DEL MUNDO

La réplica que puede venir

Aunque nadie pone en duda la recuperación de la economía interna, pocos arriesgan cuál puede ser el impacto para el mundo de este golpe sobre la tercera economía del planeta. Los métodos de producción y la generación de energía, en cuestionamiento.

› Por Raúl Dellatorre

La zona de Japón afectada directamente por el terremoto y el tsunami, el noreste de la isla, no es económicamente la más significativa. Representa menos del 7 por ciento del PIB que genera todo el territorio nacional. La mayoría de las plantas cerradas inmediatamente después del desastre han ido reabriendo en la semana siguiente. La capacidad económica y financiera de Japón prácticamente no dejan dudas de que podrá afrontar la reconstrucción de su infraestructura más dañada sin problemas para obtener los fondos necesarios. Y sin embargo, existe en todo el mundo la sensación de que habrá un impacto inevitable sobre la economía global, incluso el riesgo de una reedición de las condiciones para una nueva crisis económica mundial. Pese a lo dicho anteriormente, no faltan razones para pensarlo.

Y es que más allá de la evaluación que pueda hacerse en materia de pérdidas económicas inmediatas o las que puedan proyectarse –todavía es prematuro hacer cálculos definitivos–, lo sucedido en la tercera economía del mundo (hasta hace pocos meses, la segunda), el golpe sobre algunas de las ramas industriales en las que Japón ejerce un indiscutido liderazgo y la demostración de la debilidad de ciertos eslabones del encadenamiento económico planetario frente a este nivel de catástrofes, vuelve a poner en cuestionamiento a todo el sistema.

Por el renombre de sus marcas y la dimensión mundial de su producción, el parate resuelto de inmediato por las mayores automotrices japonesas empalideció rostros en todo Occidente. Más de veinte plantas automotrices pertenecientes a Toyota, Honda, Mitsubishi, Nissan y otras marcas menores decidieron paralizar las actividades simultáneamente tras la tragedia. La reapertura de muchas de ellas en la semana siguiente restableció en parte la calma. Pero el mundo pasó por la sensación de que no sólo las fábricas instaladas cerca de la zona de la tragedia, sino toda una red de filiales fuera de la isla que se abastece de las partes y repuestos que aquéllas fabrican, podrían verse paralizadas ante un acontecimiento ajeno al manejo de los factores de poder económico y político. No faltó, en ese contexto, quien propusiera repasar las ventajas y desventajas de un sistema cono el “just in time” de los japoneses, que significa llegar “justo a tiempo” con la pieza o el repuesto requerido, sin necesidad de formar abultados stocks, lo que rebaja notablemente los costos fijos pero expone a toda la cadena productiva a muy altos riesgos si algo falla en el camino.

El complejo automotor no fue el único que encendió luces de alarma en estas jornadas. Otros rubros, incluso, las mantienen encendidas. El renglón de los componentes electrónicos es otro en el que el poderoso país asiático tiene un peso internacional más que relevante. En este caso, firmas como Texas Instrument o Toshiba han sentido un impacto directo por tener plantas en la zona afectada. La primera, fabricante de conductores eléctricos, es una fuerte proveedora de insumos a la industria de aparatos eléctricos de la más diversa gama. Su planta principal podría demorar varios meses en recuperar su normalidad. Aunque no es la única en condiciones de abastecer dichos elementos, su salida por varios meses del mercado se hará notar. Otro tanto sucede con Toshiba, la productora de los novedosos tableros iPad, cuya planta en Iwata todavía no tiene fecha cierta de reapertura.

Sony y Sumitomo son otros dos de los nombres relevantes, la primera en productos electrónicos, la segunda como productora de acero, cuyas parálisis temporarias han provocado marcada inquietud. La primera se vio obligada a paralizar temporariamente ocho plantas, mientras que la siderúrgica debió informar a su mayor cliente, la armadora naval Hyundai, de Corea del Sur, que tenga a mano proveedores alternativos para la chapa que requieran sus barcos una vez que se agote su stock.

Pero no sólo la industria japonesa mereció la atención del resto del mundo y dio lugar a especulaciones sobre sus efectos futuros. Toda la industria nuclear del mundo se vio conmovida por las dudas que se plantearon sobre la seguridad de las plantas atómicas, tras el accidente en la central de Fukushima y en la demora en superar la contingencia. Aunque no todas las sospechas son legítimas: hay mucha especulación de sus competidoras europeas, que pelean por mercados mundiales multimillonarios en provisión de medicina nuclear y otros rubros relacionados, que se beneficiarían del desprestigio y la desconfianza hacia sus colegas niponas.

El otro costado del tema es el impacto en la provisión de energía eléctrica de Japón, que depende en casi un 30 por ciento de la fuente nuclear, aunque su importancia es mayor porque es la única que no depende de la importación. Japón no produce petróleo ni gas –aunque sí refina–, por lo que depende del abastecimiento externo para su uso como combustible en las centrales térmicas.

Un párrafo aparte merece la repercusión financiera que pudo tener la crisis nipona. Tokio no es sólo uno de los principales centros financieros del mundo, sino que el gobierno japonés es uno de los mayores deudores –su pasivo externo equivale a dos veces su PIB anual– y, al mismo tiempo, es un gran acreedor de Estados Unidos. Gran parte de las reservas del Banco Central están compuestas por títulos y bonos de la deuda estadounidense, por un valor de mercado del orden de los 890 mil millones de dólares. Si necesitara recurrir a la liquidación de esos papeles para hacerse de fondos para la reconstrucción, podría provocar la hecatombe financiera de la economía más poderosa de Occidente. Ese riesgo, por sí solo, garantiza que no le faltará quien lo financie, por más abultada que sea su deuda.

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