SOCIEDAD › PABLO DE LEóN, UN ARGENTINO EN LA NASA
› Por Pedro Lipcovich
“Estamos en condiciones tecnológicas de ir a Marte mañana mismo”, afirma el argentino Pablo de León, quien, en la NASA, dirige el diseño de los trajes espaciales que se utilizarán en ese viaje interplanetario. Además de explicar por qué (“si se contara con la decisión política y el presupuesto necesario”) sería posible encarar ya mismo la travesía, el investigador, en diálogo con Página/12, defendió calurosamente la necesidad de la carrera espacial: “Lo importante no es sólo lo que encontraremos en Marte, sino lo que vamos descubriendo al tratar de llegar: materiales nuevos, medicinas, sistemas de comunicación”.
–¿Cómo evalúa el hecho de que, cincuenta años después del primer vuelo espacial tripulado, estos viajes espaciales no se desarrollaron como se imaginaba entonces?
–Claro que nos gustaría tener ya estaciones permanentes en Marte, pero hay que ver el tema en una perspectiva histórica: 50 años es muy poco tiempo, si se piensa por ejemplo en cuánto tardó la humanidad en conquistar los mares. La conquista del espacio es una transición de enorme complejidad tecnológica, pero no sólo la NASA, sino también el sistema científico de Estados Unidos está interesado en una exploración tripulada de Marte, que sin duda se va a realizar. Seguramente va a terminar siendo una misión internacional en la que, además de Estados Unidos, participarán Rusia, la Unión Europea, probablemente Japón, China y otros países que vienen teniendo programas espaciales muy activos –contestó Pablo de León, investigador principal en la NASA y en la Universidad de Dakota del Norte.
–¿En qué términos está hoy esa transición tecnológica?
–Desde el punto de vista tecnológico, la posibilidad del viaje a Marte ya está resuelta. Lo que falta es la decisión política de encarar el proyecto y destinar el presupuesto necesario. Ya hace años, el cosmonauta y médico ruso Valery Poliakov estableció un record de permanencia humana en el espacio, bajo condiciones de ingravidez, superior a los 470 días, lo cual supera el tiempo de un año previsto para el viaje a Marte. Además, tanto los rusos como los norteamericanos han desarrollado sistemas de soporte vital, provisión de oxígeno y reciclado de agua que pueden cubrir perfectamente los tres años que duraría en total la expedición. No hay absolutamente ningún inconveniente técnico para ese viaje, salvo el de la radiación, que no ha sido totalmente resuelto: si hubiera tormentas solares muy fuertes, la radiación sobre el cuerpo de los astronautas podría traerles problemas de salud a largo plazo.
–Con los recursos actuales, ¿cuánto se tardaría en llegar a Marte?
–Nuestros sistemas de propulsión, químicos, son lentos, hay en desarrollo otros más rápidos, pero, con los actuales, se requiere aproximadamente un año de ida a Marte y un año para el viaje de regreso; en realidad la duración relativa de cada viaje cambia según la posición de Marte: puede ser más larga la ida y más corta la vuelta, o al revés. Y se prevé que los astronautas permanecerían allí alrededor de un año para hacer investigaciones, recorrer el planeta, buscar vestigios de vida.
–El diseño de los trajes, que usted dirige, ¿está ya resuelto?
–Como en todos los sectores de investigación, se continúa con el desarrollo y mejoramiento hasta que, ya dispuesto el viaje, llega la orden para dar comienzo a la producción del modelo: ahí, ya con una fecha de entrega concreta, se congela el diseño y se pasa a la fabricación.
–Usted dijo antes que no sólo la NASA, sino también el sistema científico norteamericano está interesado en los viajes espaciales: ¿por qué?
–Un organismo concretamente interesado es la National Science Foundation, que maneja los fondos de investigación científica en Estados Unidos. Lo que interesa a los científicos no es quizá tanto lo que podamos encontrar en Marte, sino lo que descubrimos al tratar de llegar. La investigación espacial ha producido muchísimas aleaciones, materiales compuestos, medicinas, productos de la microelectrónica y, claro está, los avances en comunicación satelital.
–Usted viene de hacer experimentos con modelos de traje espacial en la base Marambio, de la Antártida: ¿por qué se eligió ese lugar?
–La Antártida es una de las zonas menos contaminadas por el hombre, y por eso suele ser utilizada por la NASA para determinar si las muestras que recolectemos en otro planeta estarán suficientemente limpias de contaminación introducida por el astronauta, sus herramientas o su traje.
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