SOCIEDAD › EN EL INICIO DEL JUICIO, EL FISCAL ACUSó A BáRTOLI POR EL HOMICIDIO DE MARíA MARTA
Bártoli llegó acusado de encubrir, pero los fiscales ahora lo consideran “partícipe primario” del crimen. La defensa pidió que sean apartados. El tribunal decide el martes.
› Por Horacio Cecchi
Más poblado de acusados que hace cuatro años, más poblado de canas (no uniformados sino en las sienes), con unos cuantos rostros conocidos, la primera audiencia del juicio oral por el caso García Belsunce II inició ayer con dos noticias de mayor rigor periodístico que efectos jurídicos imprevisibles. Por un lado, la fiscal del juicio, Laura Zyseskind, anunció que durante el debate acusará a Guillermo Bártoli como partícipe necesario del crimen de María Marta y alternativamente por encubrimiento agravado. Por el otro, la fiscalía no pidió su detención, como se runruneaba que lo haría al comenzar la primera audiencia. La defensa de Bártoli respondió con un enérgico y acalorado pedido de apartamiento de los fiscales y de rechazo de lo que consideraron una ampliatoria de la acusación fuera de lugar y de tiempo. Los jueces resolverán el martes, aunque en los pasillos de la misma defensa imaginaban que las audiencias continuarán normalmente. Fuera del tribunal, antes y después del debate, el acusado Bártoli y su esposa no detenida Irene Hurtig robaron cámara y expresividad.
La jornada, como toda primera jornada de un caso que lleva un juicio previo y casi una década en el aire, contó con opiosos relatos jurídicos y escenas de honda sensibilidad, de rostros desfigurados por el llanto y la ira en los umbrales del tribunal, allí donde las cámaras alcanzaban a apuntar.
Digamos que la mañana inició con el rincón histriónico que los mismos medios promueven con su sola presencia. El primero en sufrirlo fue Gabriel Becker –defensor del médico de la ambulancia Juan Gauvry Gordon–. Como primero en pasar ante las cámaras al ingresar al edificio de los Tribunales de San Isidro, Becker tuvo sus 15 de gloria cuando el cardumen de movileros abrió sus objetivos y micrófonos en abanico con él en el centro, soltaron la pregunta y Becker se lanzó a responder. Hasta que, como una brisa de verano, pasó Horacio García Belsunce (h.) –“remisero” por actividad actual, según declaró ante los jueces como quien denota en público su ruina para que las conclusiones las saquen los demás–, y le robó cronistas y cámaras que corrieron tras él, dejando a Becker y su discurso defensista ante un solo y piadoso micrófono, con la lógica y encomiable gallardía que ameritaba el momento. Dicho sea de paso, HGB no quiso hablar.
Después pasaron Bártoli y señora, Irene Hurtig –en sí mismos constituyen una audiencia externa al tribunal por dichos y presencias–, que recorrieron la historia desde las Twin Towers hasta la Inquisición (ver aparte). También robaron cámara y lloraron si querés llorar.
En fin, desapercibido, más felino, Roberto Ribas, ex abogado del díscolo Nicolás Pachelo, y ahora codefensor de la masajista Beatriz Michelini, junto a Eduardo Ludueña, llegó cuando el periodismo se había dispersado y recién llamó la atención cuando, ya en el debate, mostró que su estrategia será apartar a Michelini de la “familia” a toda costa.
De los alrededor de 40 a 45 minutos que se demoró el inicio de la primera audiencia, media hora perteneció al periodismo que, en obligado registro de los rostros imputados, flasheó o paneó los gestos imperturbables de Bártoli, HGB, John Hurtig y Gauvry Gordon, e intentó avanzar por sobre la mano con que Sergio Binello apoyaba/ocultaba su rostro y a través del peinado lacio de Michelini que, a la sazón, oficiaba de cortina. Por delante, como quien soporta incómodo un ratito de publicidad, posaban los abogados Carlos Novak (Bártoli), Adrián Murcho (HGB), Carlos Caride Fitte (Binello), Marcelo Riguera (JH), Gabriel Becker (Gauvry Gordon), y Eduardo Ludueña y Roberto Ribas (Michelini).
Frente a ellos, el equipo de la fiscalía, encabezado por Laura Zyseskind, y los fiscales de Pilar Leonardo Loiterstein y Daniel Márquez.
Al frente, los jueces Alberto Ortolani, María Márquez (presidenta) y Ariel Introzzi Truglia aguantaban con paciencia encomiable el retiro de clicks y flashes para iniciar la sesión. La sala mostraba su medio centenar de butacas ocupadas en su totalidad: quince para la prensa, tres o cuatro de curiosos, y el resto familiares/amigos de los imputados y un par de canas (uniformados).
Cerca de las 11 inició entonces la parte jurídica del asunto. Lo primero consistió en la presentación de los imputados, ya realizada en esta nota. Para no hastiar al lector, lo destacable de tales presentaciones fue lo que se salió del corset judicial: primero, cuando García Belsunce declaró como actividad la de “abogado, coaching ontológico (ayuda a otros a alcanzar metas) y periodista”, pero agregó que su actividad actual es la de “remisero”. Después, cuando John Hurtig dio su nombre y apellido legal, “Juan Carlos Hurtig”, dijo, lo que motivó que la presidenta Márquez le preguntara por su apodo.
–Me dicen Iguana –aseguró tímidamente JH.
–¿Y John...? –preguntó la jueza.
–Sí, me llaman John.
Cuando le tocó el turno a Michelini, dio sus datos pero cuando declaraba su domicilio la quebró la angustia (se desprende que no histriónica, no había cámaras, no quiere publicidad). Después pudo seguir.
Segundos después la fiscal Zyseskind comenzó a presentar su plan acusatorio, es decir, aquello que desarrollará durante el debate. Primero mencionó que el 27 de octubre de 2002 “Carlos Carrascosa junto a Guillermo Bártoli y una persona del sexo femenino le propinaron a María Marta García Belsunce varios golpes de puño para luego efectuarle seis disparos con un revólver calibre 32 largo, cinco de los cuales ingresaron a su cavidad craneana y le ocasionaron la muerte”. “Bártoli fue vital para la ejecución del hecho. No lo evitó, ni lo hizo cesar”, afirmó Zyseskind, para luego anunciar que lo acusaba como “partícipe necesario de un homicidio calificado por el vínculo y agravado por el uso de arma” y agregó que, subsidiariamente, lo acusaba por “encubrimiento agravado” por la gestión del certificado de defunción trucho y por ordenar lavar la escena del crimen. Sin embargo, no fue pedida la detención de Bártoli. El impacto del rechazo de la detención de Irene Hurtig parece haber dejado mella.
Siguió el turno del resto, a quienes se acusó de encubrimiento agravado. A la hora de las defensas, Novak dirigió su artillería sobre el fiscal Loiterstein en forma tan animosa que la presidenta Márquez le ordenó que se abstuviera de personalizar el caso. Pidió entonces la recusación de los fiscales. “Perdieron el norte, perdieron la objetividad”, dijo. Y rechazó la intención de la fiscalía de acusar a Bártoli como partícipe necesario. Sostuvo que se trata de un cambio de calificación, lo consideró una ampliatoria de la acusación, extemporánea, y pidió que fuera rechazada “porque Bártoli se preparó para defenderse del encubrimiento y no de un homicidio”.
Loiterstein defendió su norte y Zyseskind, el pedido de ampliación, que según la fiscal no es tal sino que ya había sido anunciado en la audiencia en que Bártoli pidió la frustrada probation. “Cuando pidió la medida –dijo Zyseskind– se le anunció que la fiscalía lo acusaría como partícipe necesario, y el pedido no se realizó”, recordó la fiscal. Y agregó que durante el juicio oral la calificación de un delito es móvil, y depende de cómo transcurre el proceso y lo que se va descubriendo en él. Desmenuzó jurisprudencia, lo que indica que estaban preparados para el pedido de Novak.
Siguieron las restantes defensas, con algún fallido (“borrar” por “limpiar” pruebas dijo un defensor) y la intervención de Ribas, quien pidió incorporar la prueba del audio que los restantes defensores pedían descartar.
Ahora, los jueces deberán resolver sobre la recusación y el pedido de anulación del cargo de partícipe necesario. El martes próximo se sabrá la respuesta.
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