SOCIEDAD › LAS DISTINTAS POSTURAS FRENTE AL “CANON DIGITAL”
Es el proyecto de cobrar un “derecho” sobre dispositivos que permiten hacer copias digitales. Están en discusión la tecnología, los bienes culturales y sus usos sociales.
› Por Soledad Vallejos
Mientras en el Congreso avanzaba un proyecto de ley, las redes sociales ardían: así empezó a trascender públicamente el debate en torno al posible canon digital, un “derecho” a cobrar sobre materiales y dispositivos tecnológicos que permitan hacer copias digitales. Ingresada por el Senado, y trabajada en la Comisión de Legislación General, la iniciativa fue rebautizada como “canon digital”, en referencia a proyectos similares que con suerte dispar se trataron en otros países. Los trascendidos aseguraban que sería tratado en recinto, durante la sesión de la semana pasada, algo que finalmente no sucedió porque el texto no alcanzó las firmas necesarias para tener dictamen. En cambio, la propuesta del canon, impulsada por entidades de autores, compositores, intérpretes y productores parece abrir el campo para un debate que involucra también a artistas independientes, sectores académicos, usuarios y activistas del software libre. De hecho, según señalaron a Página/12 desde el despacho de uno de los autores de la iniciativa, el senador Miguel Angel Pichetto, la postergación permitirá una convocatoria amplia, capaz de incluir todas esas voces.
Discutir el tema requiere “una gran imaginación”, porque se trata de “llegar a un equilibrio entre el derecho intelectual y la evolución tecnológica y las demandas de los usuarios”. Así lo señaló el propio senador Pichetto en un comunicado, al día siguiente de la sesión. Luego, como indicaron sus colaboradores, eligió llamarse a silencio hasta tanto no avance el intercambio de ideas. Pero ¿qué desacuerdo pudo resultar tan importante, qué ideas de la tecnología, los bienes culturales y sus usos sociales entraron en juego para abrir la discusión? A continuación, algunos de los protagonistas del debate, que comienza en Argentina y aún no se resuelve en otros países, comparten sus perspectivas.
“Esto fracasó en otros países”, señala sin dudar Martín Becerra, doctor en Comunicación e investigador especializado en industrias culturales, políticas y tecnologías de la comunicación. La noción misma de canon, sostiene, es “regresiva”. “Es un impuesto que van a pagar los pobres. Para las clases medias o altas, por ejemplo, la incidencia de un posible derecho sobre los cds sería marginal. Al que tiene plata, el aumento de un cd virgen no le mueve el amperímetro. Pero los sectores más pobres sí van a sufrir este canon, y no sólo por las copias en cds y dvds, sino porque pone obstáculos en el acceso a la tecnología.” Para dejar en claro que habla de datos recogidos en la experiencia, recuerda que, en sus clases en la Universidad de Quilmes, por primera vez este año casi todos sus alumnos tienen Internet por banda ancha en sus casas. “Antes, la Universidad y otras instituciones públicas hacían esfuerzos por brindar acceso, dando por supuesto que, al tratarse del conurbano, hay más carencia de conectividad hogareña. Eso ya no está: esta vez, de 45 alumnos, 44 tenían. En el conurbano hay otro indicador fuerte de la llegada de banda ancha a los hogares, y es la desaparición progresiva de los cibers.”
Hace sólo unos días, Cepal dio a conocer un estudio según el cual en la Argentina el servicio de banda ancha fija tiene una oferta menor pero tarifas mayores que en las naciones ricas, aun cuando la “planta de banda ancha móvil (es la) más desarrollada de la región”. En el mismo informe, “Acelerando la revolución digital: banda ancha para América Latina”, los investigadores Valeria Jordán, Hernán Galperín y Wilson Peres señalaron que fronteras adentro el acceso a la tecnología y el servicio de Internet resulta, también, inequitativo. “Es el cinturón digital”, señala Becerra, en referencia al mapa que dibujan los servicios en relación con las grandes ciudades. “Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza, y listo. Los mejores servicios se concentran en esos lugares. No en todos lados se llama banda ancha al mismo servicio, y aunque sea de peor calidad en algunos lugares se cobra al triple.”
En un estudio reciente sobre redes sociales, Becerra y Guillermo Mastrini relevaron el “crecimiento exponencial de usuarios en Argentina”, que ahora debe rondar, estima, los 12 millones registrados. “Eso quiere decir que la tecnología no es un consumo minoritario. Gravar con el canon parte de esa actividad y su copia afecta más a los sectores populares, no sólo por su capacidad adquisitiva menor, sino, además, porque las clases medias y altas recurren a otros dispositivos de copia y puesta en circulación, no al soporte en cd o dvd”, que resultarían los más fuertemente gravados en el proyecto.
–¿Se acentúa la tendencia de los sectores de mayor poder adquisitivo a consumir contenidos en formato no físico, ya sea con mp3 o productos audiovisuales online?
–Sí. Y en eso inciden qué computadora y qué conexión se usan. Los sectores urbanos tenemos mejores condiciones de banda ancha, con lo cual no es necesario copiar a un soporte. Esos soportes son usados por sectores más pobres, con menos acceso a tecnología. Al canon, también, subyace una concepción retrógrada: que todo uso privado es pirata. No necesariamente es así. Y por el otro lado, el sistema de gravámenes de las industrias culturales no premia la creatividad de los anónimos, sino a un circuito muy concentrado, una suerte de star system. Es un poco mentirosa la consigna de que el canon digital va al bolsillo de los artistas. Ojalá.
Dice que no leyó el proyecto con detenimiento, que no podría dar una opinión puntual sobre ese articulado, pero “uno es músico y también, además de producir, copia música”. De hecho, agrega Lolo Fuentes, guitarrista de Miranda! con estribillo propio, a esa banda la posibilidad de la tecnología digital “nos ayudó mucho”. “Por eso creo que esto tiene costados muy finos, y que recién se empieza a pensar, a ver.”
Desde su doble perspectiva, de músico profesional y usuario de tecnologías capaces de propiciar infracciones a derechos de propiedad intelectual, Fuentes no termina de encontrarse cómodo con la presunción de que “si vos te comprás un aparato, ya están presuponiendo que te vas a bajar música. ¿Y si yo necesito hacerlo precisamente como músico?”, explica, también en relación con las posibilidades que abre la noción de copia privada. De hecho, todavía hoy el soporte “físico se vende, pero es insignificante lo que te llega como músico. Mucha o poca, plata se cobra siempre, pero ¿cómo se reparte? Ese es el tema”.
Que los temas puedan obtenerse por Internet, que puedan escucharse en la computadora, el celular, el reproductor de mp3 no hace diferencia, cree Fuentes. “Ponele que diga ‘OK, se lo bajan. Lleven mi discografía, pero de manera automática, cuando lo bajan, páguenme, no sé, un peso por tema, y que me llegue a mí directamente. Puede hacerse, pero eso tendría que ser transparente.” La solución está lejos. “Estoy como ante el abismo, observando. Hay que ceder, creo. Hay que pensar algo y que esto se reacomode.”
La experiencia de Sebastián Carreras es muy otra. Creador del mítico (e “inactivo hasta que se acomoden las cosas”) sello Indice Virgen, productor de músicos y músico él mismo (alma pater de Entre Ríos), tiene antecedentes en primera persona. “Ya estoy en la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores), de España, que implementó la ley” de “canon por copia privada” en 2006. “No me benefició en absoluto”, resume.
La imposición de un derecho y su manejo por entidades “es como sacar dinero en mi nombre y nunca dármelo. Es indignante desde ese lugar”. Carreras, que está de acuerdo en dar con un mecanismo que “beneficie a los músicos que dejaron de percibir dinero, porque a un músico hoy le es inaccesible grabar, publicar y vender”, arriesga que la clave posiblemente no esté en el mecanismo que prevé el actual proyecto de canon. La lógica, quizá, esté en “cobrar a los que lucran con los contenidos”.
“Ponele que yo hoy subo un video a YouTube. Que vos lo querés ver y saltan 800 publicidades. Alguien cobra por esas publicidades, pero el contenido, esos que cobran no lo pagaron. Lo puse yo. Ahora no cobran los sellos, sino las empresas de comunicación. Entonces, que las empresas telefónicas, por ejemplo paguen. Es fácil registrar cuántas reproducciones de una canción mía se hacen online. Eso se puede detectar y contabilizar. ¿Por qué no se hace? Como artistas, tenemos una situación pendiente; ese dinero sigue existiendo, porque la industria sigue. Pero hoy invertir en fabricación física de un disco, cuando no hay una clara red de distribución, no es rentable.”
–¿No podrían venderse online los temas, con un sistema de cobro seguro?
–Acá eso es muy difícil. Desde el corralito, generar transferencias desde una cuenta bancaria con dinero virtual es casi imposible. Pero sí, habría que tratar de facilitar el mecanismo. Hacerlo directo.
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