SOCIEDAD › DOS PERITOS DIJERON QUE NO TENíAN CERTEZA DEL USO DEL PEGAMENTO
Ferrari y Gambaro, dos expertos que analizaron si había rastros de cianoacrilato, componente de La Gotita, coincidieron en que no podían dar certeza de su presencia. Pero consideraron llamativa la existencia de uno de los elementos, el ciano.
Otra vez, La Gotita apareció en escena y generó polémicas y versiones desplegadas alrededor del crimen de María Marta García Belsunce. Como en el primer juicio, e incluso durante la investigación del caso, la versión de que una de las heridas en el cráneo de la víctima, la que estaba visible, había sido cerrada utilizando el pegamento desató la discusión sobre si se encontraban los componentes de La Gotita, el ciano y el acrilato. Ayer, Luis Ferrari, el mismo perito químico que había analizado las pruebas utilizadas en el primer juicio, sostuvo que se había detectado el componente ciano, pero no el acrilato. Igual que en el primer juicio, Ferrari consideró que no había certeza de que se hubiera utilizado La Gotita, pero que la presencia del ciano le resultaba “llamativa”. Lo mismo sostuvo otro de los peritos que habían participado, Luis Gambaro, quien, como en la anterior ocasión, también fue remiso a asegurar el uso de La Gotita, lo que no quiere decir que no creyera que sí fue utilizada. Todo reside, aunque no se crea, en una cuestión de onda.
“Sólo encontraron ciano, que está en millones de elementos y productos que usaba María Marta, y no acrilato, que es el otro componente de La Gotita. Lo del pegamento siempre fue una mentira”, volcó hacia su frontera Horacio García Belsunce, a la salida de la audiencia.
La explicación que dio Ferrari durante la audiencia fue, igual que en el primer juicio, eminentemente técnica, complicada y hasta cierto punto, aburrida. El perito sostuvo que no se puede dar certeza del uso del pegamento, pero que en una muestra de piel hallaron ciano, uno de los elementos que componen el adhesivo instantáneo, perteneciente al único orificio que estaba a la vista. Ferrari recordó que como perito del Laboratorio de Toxicología y Química Legal de la Suprema Corte de Justicia bonaerense, cuando el fiscal original de la causa, Diego Molina Pico, le pidió que determinara si había o no pegamento en los agujeros de bala, primero hicieron un estudio microscópico denominado “ATR” que no arrojó resultados. Luego propuso repetir el peritaje, pero con otro método llamado “DRIFT”, utilizado por técnicos de la Universidad Nacional de La Plata, uno de ellos, Gambaro, técnica que según describió consiste en analizar las muestras a través de luz infrarroja, lo que desprende ondas específicas según el material de que se trate. El testigo comentó que la pericia se hizo en los laboratorios de Gendarmería Nacional y con la presencia de peritos de parte de la defensa. Ferrari indicó que sólo encontraron ciano, pero “en el contexto de la causa, si el punto de pericia era saber si había pegamento, para mí es obvio que el hallazgo del grupo ciano es un elemento llamativo. No puede descartarse y es compatible con la idea de un pegamento como el cianoacrilato”.
La onda del ciano fue visible e identificable. Pero también se detectó que la longitud de esa onda sólo se produce cuando ese elemento va acompañado de acrilato. A la pregunta de por qué no se detectaba entonces el acrilato, surgió una explicación que no da certeza pero casi: la longitud de onda del acrilato tiene la misma frecuencia que los polímeros de la piel humana, y queda cubierta por ella. La no visualización de la onda del acrilato no dejó otra posibilidad que la de no poder dar certeza de su existencia.
Cuando el juez Alberto Ortolani le preguntó al otro testigo, Gambaro, a qué podía deberse la presencia del ciano, éste respondió: “Podía inferirse la presencia del cianoacrilato. La pericia venía con esa pregunta del fiscal”. Cuando el abogado Alejandro Novak, defensor del imputado Guillermo Bártoli, le preguntó por qué habían redactado en potencial las conclusiones del informe respecto de la presencia del cianoacrilato, el testigo aclaró que lo hicieron porque no había certeza.
El tercer y último testigo fue César Nardo, un técnico que trabajaba con Ferrari en el laboratorio de la Suprema Corte y sólo se refirió a que las muestras de piel de García Belsunce estuvieron preservadas en una caja fuerte. El juicio pasó a un cuarto intermedio y tendrá un receso de siete días, hasta el próximo miércoles, cuando empiecen a declarar los últimos testigos de la Fiscalía, que estarán agotados el viernes siguiente.
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