Sáb 27.08.2011

SOCIEDAD  › ANTE LA “OMISIóN” DEL MINISTRO DE CULTURA PORTEñO

Protección judicial para la Richmond

› Por Eduardo Videla

Lo que, según la Justicia, omitió hacer Hernán Lombardi, ministro de Cultura porteño, debió realizarlo un magistrado. La tradicional confitería Richmond, cerrada hace unos días para instalar un local de indumentaria deportiva, no podrá ser modificada ni en su fachada ni en su interior, y quienes se llevaron el mobiliario deberán reponerlo, según ordenó el juez Fernando Juan Lima, al hacer lugar a una medida cautelar solicitada por la diputada María José Lubertino. El fallo apunta a proteger el espacio, catalogado como “bar notable” y “edificio representativo” por las autoridades porteñas que ahora le soltaron la mano, y declarado patrimonio histórico por la Legislatura.

Al hacer lugar a la solicitud, el juez Lima sostiene que la medida está dirigida “no sólo contra el Gobierno de la Ciudad (que habría omitido cumplir con ciertas actividades que formarían parte de sus competencias específicas) sino contra un particular (que, presuntamente bajo el escudo de esa omisión, estaría avanzando en un sendero que vulnera la normativa legal y constitucional).

La Richmond, ubicada en Florida 468, cerró sus puertas el lunes 15 de agosto último. La noche anterior, los dueños del local se llevaron las sillas, las mesas y todo el mobiliario, y pintaron de blanco los ventanales del local. No les importó que la semana anterior la Legislatura hubiera aprobado una ley que la declaraba sitio histórico. Ese mismo día los trabajadores tomaron el local, para forzar la negociación para cobrar sus indemnizaciones.

En su dictamen, el juez Lima resolvió que tanto el propietario como los inquilinos deben abstenerse de “efectuar o continuar cualquier modificación, restauración o alteración” en la estructura y el frente del inmueble, incluido el mobiliario que, en el caso de haber sido retirado, deberá restituirse. Asimismo, dispuso que el Ministerio de Seguridad y Justicia de la Ciudad establezca una custodia policial, durante las 24 horas, para garantizar el cumplimiento de la medida. Dicha medida incluye la boiserie y los artefactos de iluminación, característicos del lugar.

El propietario del local había anunciado que sería destinado a una gran tienda de venta de ropa deportiva. De esa manera, se había puesto fin a un espacio con historia: inaugurada en 1917, la Richmond fue habitada por escritores de la talla de Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo y Leopoldo Marechal, entre otros.

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