SOCIEDAD › LOS NUEVOS MODOS EN QUE LOS JOVENES SE ENFRENTAN AHORA AL MERCADO LABORAL
Ir a buscar trabajo en bermudas y ojotas. O avisarle al superior de un faltazo por SMS. Los jóvenes llegan a un mundo completamente diferente al de su cultura. Y se extrañan porque sus empleadores se extrañan de que no se adapten a las normas. Un estudio muestra cómo es esta nueva relación.
› Por Soledad Vallejos
Los niños de los ’90 ya tienen trabajo. Crecieron en un mundo en el cual lo único constante fue el cambio, en ocasiones radical, de la vida cotidiana: computadoras hogareñas, teléfonos celulares, oferta inagotable de servicios de televisión, desarrollos sucesivos de Internet. Supieron acompañarlos, también, modelos de crianza que procuraban cuestionar, o al menos replantear, los que habían sido límites tradicionales en educación y socialización. Ahora son jóvenes y comienzan a ingresar al mercado de trabajo. Pero allí donde parecía que sólo iba a haber continuidad y encuentro de los mundos, sostienen algunos investigadores, se están registrando baches, brechas, pequeños abismos. Un informe del Centro de Estudios en Políticas Públicas (CEPP) sostiene que, de alguna forma, se trata de discontinuidades entre lógicas. Los chicos no comprenden por qué el reclutador de una empresa se sorprende de que hayan concurrido a una entrevista laboral en bermudas. Los empleadores, además de no comprender la sorpresa por la sorpresa, tampoco comprenden que los nuevos empleados pidan más que un salario importante y negocien condiciones.
En algunas empresas, “la percepción es que los jóvenes participan de otra cultura y tienen grandes dificultades para insertarse en la de las organizaciones, e incorporar los hábitos y rutinas que les permitan participar” en los procesos habituales de esos lugares de trabajo. Esa es, redondamente, una de las conclusiones de “Relaciones entre los jóvenes, la escuela secundaria y el mercado de trabajo”, el informe de una investigación en proceso de Gustavo Iaies y su equipo del CEPP. Abstractas como pueden parecer las observaciones, los ejemplos que fueron recabando en el estudio para el cual entrevistaron a responsables de recursos humanos y empresarios son contundentes. La extrañeza, que es mutua, se presenta en los detalles cuando de selección de personal y negociaciones laborales se trata.
Los responsables de recursos humanos, sostienen los investigadores, se encuentran con que es creciente “la dificultad de los jóvenes para asimilarse y convivir con las reglas y valores de las empresas”. Esto sucede aun cuando chicas y chicos reconozcan la asimetría de base, según la cual sus edades y experiencias laborales son inversamente proporcionales a aquellas de las empresas en las que quieren ingresar. Puede pasar que las reglas más usuales en un lugar de trabajo tradicional, las normas que habitualmente regulan el mundo del trabajo, les incomoden. Puede pasar, contó un “ejecutivo del área de recursos humanos de una compañía de telefonía celular” a los investigadores, que chicos y chicas sienten que “las reglas de la empresa (...) no fueron hechas para él o ella y no están a la altura de aceptar que se les imponga cierto marco de trabajo. En muchos casos, es aceptar la autoridad y en otros, aceptar el procedimiento, pero son menos”. En una cadena de hipermercados, la divergencia resultó tan básica como la imposibilidad de cumplir con los requisitos mínimos: no faltar y llegar en el horario establecido.
Esos pequeños abismos que, en el mediano plazo, podrían inclusive convertirse en conflictos o replanteos sectoriales, también son percibidos por sectores sindicales y gremiales. Lo que se inicia como comentario entre compañeros de trabajo pareciera adquirir status de ítem sindical, tanto que los representantes de los trabajadores llegan a interceder con pedidos específicos a las patronales. La directora de recursos humanos de una cadena de hipermercados asegura que “el propio sindicato nos pide que no tomemos chicos muy jóvenes porque resulta muy complejo trabajar con ellos y se vuelven permanentes generadores de conflictos”.
No muy lejos de la superficie, la cuestión de la edad comienza a aflorar como figurita repetida entre los motivos de esos incordios. Los nuevos jóvenes que detecta el informe de Iaies y equipo, “no viven el empleo como una prioridad central en la organización de sus proyectos de vida. El eje de la calidad de vida personal aparece como una prioridad, incluso en la evaluación que los propios jóvenes hacen para ingresar a una compañía o permanecer en un empleo”. En ciertos círculos, chicas y chicos, por eso mismo, se muestran cada vez más renuentes a construir identidades a partir de sus relaciones con el mundo del trabajo. “Pertenecen a una generación de mayor individualismo”, asegura un “consultor de recursos humanos de grandes compañías”.
Pero hay todavía algo más. La encargada de recursos humanos de la cadena de hipermercados señala que no es raro que los empleados jóvenes envíen “un SMS a su supervisor para avisarle que no vienen”. Clásico de una relación entre pares desde que el celular se volvió un elemento cotidiano, el mensaje de texto reviste también un grado de informalidad notable, y ni siquiera garantiza por sí mismo que el mensajeado haya sido notificado de su contenido de manera fehaciente. Y sin embargo la frecuencia con que se reitera elevó lo que parecía una anécdota a la categoría de asunto a resolver. En esa cadena de hipermercados, por ejemplo, “nos quedamos reflexionando hasta dónde ésa es una falta (del empleado) o es parte de la cultura de comunicación que tienen. Incluso la que tienen muchos de nuestros clientes, y eso nos hace pensar en que deberíamos generar algunas adaptaciones”.
En una empresa de teléfonos celulares, la estrategia ante el ausentismo por enfermedad, elevado, consistió en convertir la falta en llamada de atención pero positiva: “En los controles de salud, en lugar de mandarles un médico, cosa que ellos viven como una invasión y control, los llaman a sus casas para preguntarles si necesitan algo. Y con el tema de la tecnología, los autorizamos dos veces por día para que se conecten a su Facebook o su Twitter”.
El antes y el después, de acuerdo con ejecutivos de recursos humanos formados generalmente con los recursos de otro mercado de trabajo, es notable. “Hace quince o veinte años vos tomabas un chico y le decías presentate el lunes en tal lugar –contó a los investigadores el responsable del área en la empresa de celulares–. Hoy se plantan a negociar con vos, te plantean sus condiciones, por ejemplo: ‘Los jueves yo juego al fútbol y necesitaría salir unos minutos antes’, o ‘¿no podría trabajar en una oficina que quede más cerca de mi casa así no viajo tanto?’. Es como si no existiera la asimetría para ellos, negocian de igual a igual con cualquiera y en cualquier situación.”
Pero a la sorpresa que encienden esas actitudes se le contrapone la sorpresa de perfiles que años antes eran inhallables. Lo cuenta un consultor independiente de grandes empresas: “Existe un grupo de jóvenes que logra adaptarse a las compañías en el funcionamiento y muestra competencias que antes era muy difícil encontrar, por la velocidad, la capacidad de procesar información”. Quién negaría que es un plus.
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