Dom 18.12.2011

SOCIEDAD  › EL MATRIMONIO DE HOMBRES QUE TENDRA UN HIJO A TRAVES DE UN VIENTRE ALQUILADO EN LA INDIA

La batalla por la paternidad

La pareja recurrió a la “maternidad subrogada”. Con esperma de uno de ellos y un óvulo donado por una canadiense, el vientre fue alquilado a una mujer en India. El embarazo está en marcha, pero para sacar al bebé de ese país debe tener nacionalidad argentina. Ya pidieron en la Justicia que se le otorgue documento argentino.

› Por Mariana Carbajal

A. G. y C. D. son un matrimonio gay porteño. Se casaron el 20 de octubre, luego de más de una década de convivencia. Este año empezaron a soñar con la idea de formar una familia y después de analizar distintas alternativas para tener un hijo, decidieron alquilar un vientre en la India, como hizo Florencia de la V en los Estados Unidos. Ya están en la dulce espera, luego de un complejo proceso que iniciaron en julio. Pero si no consiguen que el gobierno argentino reconozca al bebé como hijo de ambos y le otorgue la nacionalidad argentina, pasaporte y DNI, no podrán traerlo al país, de acuerdo con la legislación india. Autoridades diplomáticas ya les adelantaron su negativa a acceder al pedido. El jueves, con el apoyo de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans, y el patrocinio del constitucionalista Andrés Gil Domínguez, presentaron un recurso de amparo preventivo para que la Cancillería les otorgue la documentación que requerirá la criatura al nacer para poder salir de la India. El caso, que quedó en manos de la jueza en lo Contencioso Administrativo Federal Nº 7, Cristina Carrión de Lorenzo, puede sentar un precedente importante para otras parejas. En esta nota, los protagonistas cuentan las idas y vueltas de esta búsqueda de la paternidad tan poco convencional. “Tenemos una gran posibilidad de dar amor”, dice A. G.

Para una pareja de varones, las opciones de acceder a la copaternidad son más reducidas que para dos mujeres. A. G. y C. D. evaluaron primero avanzar por la adopción, pero llegaron a la conclusión de que sería un camino que les podía demandar larguísimos años. Finalmente, luego de “googlear muchísimo” se decidieron por intentarlo a través de la maternidad subrogada, un método bastante engorroso y, además, sumamente costoso. A. G. y C. D. calculan que en total los gastos hasta que viajen de regreso a la Argentina con su hijo o hija sumarán alrededor de 100.000 dólares.

Volver a la India

Están ansiosos. Como cualquier pareja primeriza a la que le acaban de confirmar que ese gran anhelo que la desveló en los últimos meses podrá ser una realidad dentro de no tanto tiempo. La fecha de parto está prevista para julio. Pero deben resolver la cuestión de la documentación para el o la bebé. Por la legislación india, no podrán conocer el sexo de la criatura antes de su nacimiento –está prohibido para evitar los abortos selectivos, que se realizan contra fetos femeninos–. De todas formas, ya eligieron nombres. Si es varón se llamará Tobías, si es niña, Uma.

A. G. tiene 35 años y trabaja en una empresa de entretenimientos para celulares. C. D. tiene 40 y es gerente de operaciones en un laboratorio de procesos industriales. Hace 12 años que están en pareja. “Nos conocimos un día y al siguiente empezamos a convivir. Y espero que sea para toda la vida”, dice A. G. en diálogo con Página/12. De lunes a jueves viven en la Ciudad de Buenos Aires. Ese día a la noche parten a descansar a una casa en la localidad bonaerense de Pilar. Esa es por ahora su rutina.

En los últimos cinco años, cuenta A. G., viajaron entre dos y tres veces al año a diversos destinos turísticos. “Nos gusta conocer distintas culturas”, apunta. Uno de los países que visitaron fue la India. Les encantó. “Es curioso, pero cuando nos estábamos yendo, nos miramos y dijimos: ‘Acá vamos a volver mucho’”, recuerda, divertido. Por entonces, no tenían el proyecto de un hijo. Pero aquella intuición se concretó. Volvieron y volverán.

–¿Cuándo decidieron que querían tener un hijo? –le preguntó este diario.

–En febrero viajé a Barcelona por trabajo y después nos encontramos con C. en Madrid. Estábamos tomando un café en la Plaza del Sol y me cuenta que una persona conocida le había preguntado cuándo íbamos a tener hijos. A mí nunca me habían llamado demasiado la atención los chicos, pero en Barcelona había parado en la casa de una amiga que tiene hijos pequeños y me había enganchado con ellos. Ahí nos empezó a rondar la idea. La retomamos en mayo.

Una vez que resolvieron tener un hijo, tenían que elegir cómo accederían a la copaternidad. Analizaron iniciar el proceso de adopción, pero luego lo descartaron porque imaginaron que les llevaría, por ser gays, mucho más tiempo que a cualquier pareja heterosexual, y que podría ser cinco o diez años como mínimo. Gente conocida les sugirió alternativas “no legales” para acceder a un bebé, pero las desecharon inmediatamente. “No es la manera que consideramos para armar una familia, que es con la verdad. A nuestro hijo o hija le vamos a explicar que no tiene mamá y cómo llegó a nosotros”, dice A. G. También estudiaron las adopciones internacionales, pero no se convencieron pensando que tal vez al niño o niña que les podían ofrecer en Rusia podría provenir de un circuito poco claro. “Queremos poder dormir tranquilos. No queremos tener la duda sobre si se lo arrancaron de los brazos a una mujer pobre o le mintieron diciéndole que su bebé había nacido muerto, por ejemplo”, aclara A. G. Así llegaron a la opción de la maternidad subrogada.

En busca de un hijo

Primero evaluaron el alquiler de vientres en Estados Unidos, adonde fue Florencia de la V para tener a sus mellizos, y antes personajes como Ricardo Fort o Ricky Martin. Pero los gastos partían de entre 120.000 y 130.000 dólares y podían llegar a 200.000, estimaron. “Pensamos que no podíamos vender todo lo que tenemos para tener un hijo porque después lo íbamos a tener que mantener. Me dediqué dos meses, todas las noches y los fines de semana, a buscar a través de Google qué otras posibilidades había. Así llegué a la India. Y descubrí que era otro país donde el alquiler de vientres es bastante frecuente. Al punto de que está regulado por el Estado. Tienen una guía donde está reglamentado todo el proceso, hasta cómo debe ser la casa en la que vive la mujer durante todo el embarazo. Ella no vive en su casa. Vive en instalaciones que le brinda la clínica a través de la cual se arregla todo”, contó A. G.

Por medio de una empresa de turismo médico en India, recibieron diversas alternativas de clínicas que ofrecían maternidad subrogada. Al final, eligieron una ubicada en Nueva Delhi. Primero se contactaron con el centro médico vía Skype para conocer los detalles del procedimiento. Y en julio viajaron por cinco días para definir, firmar el contrato y dejar sus muestras de semen. Los dos las dejaron y delegaron en el equipo médico la selección de quién sería el donante de gametos en función de la calidad del esperma. Ellos dos saben quién es el padre biológico, pero prefieren no revelarlo. “Consideramos que no es relevante, independientemente de que es un tema que queremos dejar para nuestra intimidad. Es una pregunta que nos hacen con frecuencia en cada charla y siempre explicamos que padre seremos ambos, que padres somos ya ambos, porque una vez que uno toma la determinación, luego es cuestión de tiempo y encontrar la vía. ¿Por qué consideramos que no es relevante decir quién aportó el esperma? Porque los hijos no son de alguien, los hijos nacen y son ellos mismos y nosotros como padres tenemos el deber de guiarlos, darles un marco de identidad, seguridad, con mucho amor y enseñando siempre el respeto y tolerancia. Este es el rol que deberemos desempeñar como padres en nuestro nuevo rol y dinámica de familia. Sobre esta misma base, fue que la decisión no fue de C., no fue mía y no fue del azar. Simplemente le hemos dicho al embriólogo que defina él, cuál creía que sería más apropiado para incrementar chances de éxito en una inseminación in vitro”, explicó A. G.

La selección

Una vez firmado el contrato con la clínica tuvieron que elegir quién sería la mujer que les donaría los óvulos. Se contactaron con varias compañías y optaron por una situada en California, Estados Unidos.

–¿Cómo seleccionaron a la donante?

–La empresa te da acceso a una base, donde ves fotos e información mínima de cada mujer. Y pedís más datos de las que seleccionás. Hicimos una preselección. Y de pronto nos dimos cuenta de que rechazábamos algunas por cuestiones ridículas. Por ejemplo, por el hecho de que sus cuatro abuelos estuvieran muertos. Los nuestros también están muertos. ¿Y qué hay con eso? En la base de datos tenés hasta la historia clínica de los abuelos. Entonces, nos centramos en la mirada y la sonrisa y que no tuvieran enfermedades genéticas.

La donante que prefirieron es una joven universitaria, de 27 años, de un pueblo de Canadá.

–No sólo nosotros teníamos que elegir. Ella también. A través de la agencia le tuvimos que mandar una carta contándole sobre nuestros deseos de ser padre, cómo pensamos cuidar a nuestro hijo...

A principios de agosto recibieron la noticia de que ella los había aceptado. Según contó A. G., la joven cobra alrededor de 3000 a 4000 dólares por la donación. “Nos dijo que no lo hacía por el dinero, sino porque ella había nacido por fertilización asistida y quería devolver a otros lo que ella había recibido para nacer. Sabemos los olores que le molestan, los colores y las actividades que le gustan. Todavía no fue madre pero ya había donado antes”, agregó A. G.

Para la donación, la joven recibió medicación para estimular los ovarios y en el momento preciso de su ciclo, viajó a la India para que extrajeran los óvulos.

El siguiente paso fue elegir a la portadora del embarazo, quien les alquilaría el vientre. También accedieron a distintos perfiles, pero más escuetos que en el caso de las donantes de óvulos. “En la India una exigencia es que esté casada. Tienen que firmar el contrato ella y su marido”, contó A. G.

Una vez organizado todo, se debe coordinar los ciclos de la donante con la subrogada, para extraer los óvulos e implantar los fecundados. La inseminación in vitro se hizo en septiembre. Un primer intento no tuvo éxito. La mala noticia les llegó el 12 de octubre y les entristeció la boda. El 20 de octubre se casaron. “No me lo olvido más. Cuando la médica nos avisó que no había prendido el embarazo, fue devastador. Ya soñábamos de noche con los bebés. Pensábamos que podían ser mellizos. Aunque nos habían advertido, no registrábamos que podía suceder que podía no prender”, recordó A. G.

Eligieron entonces otra portadora. A ella, una joven también de 27 años, casada, le pusieron los dos embriones que les restaban. En los primeros días de noviembre los sorprendió la buena nueva. Ahora sí el embarazo estaba en curso. “Estamos desesperados por viajar y decirle que se lo vamos a agradecer toda la vida, pero como las visas a la India se otorgan por seis meses, pensamos tramitarla más adelante para viajar en julio, para el parto, por si nos tenemos que quedar más tiempo allá”, contó.

La portadora del embarazo vive durante la gestación en una casa suministrada por la clínica de fertilización asistida. Cobra entre 5000 y 6000 dólares, un monto altísimo para una familia pobre de la India. A. G. y su esposo calculan que en total –con pasajes y demás gastos– el procedimiento de maternidad subrogada les costará unos 100.000 dólares.

El problema es que la India no le da nacionalidad a la criatura, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, donde los niños o niñas nacidos por vientre subrogado en ese país tienen pasaporte norteamericano. “No lo podemos sacar del país a menos que el Estado argentino le dé la nacionalidad argentina y diga que el bebé es hijo nuestro”, detalló A. G. Por eso recurrieron a la Justicia, con un recurso de amparo contra la Cancillería para que le otorgue al bebé nacionalidad y pasaporte argentino para viajar al país cuando nazca.

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