SOCIEDAD › LOS DOS ENFERMEROS URUGUAYOS RECONOCIERON HABER QUITADO LA VIDA A DIECISéIS PACIENTES GRAVES
Según la versión de la defensa, los pacientes estaban muy graves y ellos “no los podían ver sufrir”. Les aplicaban morfina e inyectaban aire en la sangre, lo que provocaba un infarto. Entre las víctimas, una mujer ya había sido dada de alta y, sin embargo, murió.
› Por Emilio Ruchansky
Dos enfermeros fueron procesados por la Justicia uruguaya luego de que reconocieran haber quitado la vida a por los menos dieciséis pacientes en grave estado, aunque no todos con enfermedades terminales. “No querían ver sufrir a la gente”, dijo ayer el juez Rolando Vomero, citando a uno de los imputados. También una enfermera fue procesada por complicidad, mientras crecen las sospechas de que habría más de 50 personas que fallecieron por los mismos motivos. Los abogados defensores recalcaron que los enfermeros Ariel Acevedo y Marcelo Pereira actuaron “por piedad”, pero los familiares de Santa Gladys Lemos, fallecida hace una semana, denunciaron que Pereira mató a esta mujer, aunque ya tenía alta médica. Las tres personas implicadas permanecen detenidas desde el viernes.
Las muertes ocurrieron en la prestigiosa clínica montevideana Asociación Española, donde ambos trabajaban, y en el hospital público Maciel, en el popular barrio de Ciudad Vieja, donde se desempeñaba Pereira. Los enfermeros inyectaban a los pacientes morfina y aire, en algunos casos, “lo que les ocasionaba la muerte en pocos minutos”, explicó Vomero. Según el juez, a partir de la exhibición de fotos que provenían de legajos médicos los acusados reconocieron su accionar: Romero identificó a cinco pacientes, algunos del Hospital Maciel, y Acevedo a once.
“Eran amigos entre ellos, a tal punto que mi cliente era el padrino de la niña (del otro implicado)”, comentó ayer Inés Massiotti, abogada de Acevedo, de 46 años. Sin embargo, la defensora aseguró que no había entre ambos “una asociación criminal”, algo que también cree el juez, y sostuvo las diferencias en la mecánica de los hechos. Su cliente utilizaba “una jeringa de 20 centímetros con aire” que al aplicarse provoca una embolia pulmonar y eso causa un infarto o un paro cardíaco. Pereira, de 40 años, usaba morfina. “No había un provecho económico en esto”, dijo Massiotti.
La policía montevideana comenzó a investigarlos hace dos meses, según una fuente judicial, tras una denuncia anónima. “El juez recibió hace una semana toda la investigación hecha por la Dirección General contra el Crimen Organizado y mientras se ponía al tanto falleció una mujer (Lemos) en circunstancias sospechosas, por eso ordenó autopsia y análisis sanguíneo a cargo de peritos del Instituto Técnico Forense”, explicó a Página/12 Raúl Oxandabarat, vocero de la Suprema Corte de Justicia.
Esta primera semana, con el expediente “en reserva”, el juez Vomero tomó declaración a muchos empleados de ambos centros asistenciales y, al parecer, también a familiares de los fallecidos. El viernes pasado, tras decidir la detención de los tres sospechosos, el juez dictó el procesamiento de los dos enfermeros por los delitos de “homicidio especialmente agravado por premeditación en reiteración real” y a la enfermera Andrea Acosta por “complicidad” con los delitos.
“La mujer estuvo involucrada en un hecho, que ocurrió en diciembre pasado, cuando uno de los enfermeros ahora procesados indujo la muerte de su víctima. Tenía pleno conocimiento del episodio, colaboró en las maniobras de reanimación, pero no alertó al resto del personal sobre lo ocurrido”, dijo Oxandabarat. Todos los imputados, agregó, insistieron en que actuaron influidos por la piedad, pero “uno de los peritos reseñó que el episodio de la muerte no era representable en los momentos en que se cometieron los homicidios”.
El artículo 37 del Código Penal uruguayo establece la figura de “homicidio piadoso”, cuando en forma reiterada e insistente alguien pide que terminen con su vida. Esta figura actúa como causal de justificación de un homicidio y aunque el delito existe, la persona que lo efectuó, si tiene “antecedentes honorables” es exonerada del castigo. Por lo que pudo averiguar este diario, no hubo un pedido de los familiares para llevar a cabo el acto ni un testamento vital de parte del paciente, es decir, una voluntad anticipada para abandonar un tratamiento o evitar extender la vida por medios artificiales.
Sin nombrar la eutanasia, ilegal en Uruguay, los defensores de Pereira y Acosta aclararon que los pacientes eran personas “muy añosas”.
“Les aplicaba calmantes no con la intención de darles muerte, sino para paliar el sufrimiento”, aseguró el abogado Fernando Posada. La defensora de Acevedo comentó que durante la indagatoria ante el juez, su representado contó que hacía un año había empezado con esta práctica, luego de veinte en la profesión, y mientras miraba las fotos ella le dijo: “Vos te creíste Dios”. “El confesó todos los hechos y pidió perdón. Dijo: ‘Sí, me creí Dios’”, aseguró Massiotti.
Los dos enfermeros fueron sometidos a una primera ronda de peritajes psiquiátricos y fueron considerados “imputables” y el juez tiene menos de 48 horas para esgrimir los argumentos por los que decidió procesar a todos los imputados. Por su parte, el fiscal Diego Pérez ya se inclinó por el uso de la acción penal, ya que considera que hay elementos probatorios sobre los homicidios. Queda por determinar si hubo más casos, ya que los acusados dijeron no recordar un número exacto. “Se habla de sesenta muertos, pero hay versiones, incluso alguna del exterior, que dicen que pueden ser hasta doscientos”, dijo ayer José Luis Roldán, vocero de la policía.
Toda la comunidad médica uruguaya repudió a estos enfermeros y circuló una versión que descalifica sus fines piadosos: al tratarse de pacientes muy mayores, los acusados debían asearlos y bañarlos y hartos del esfuerzo preferían quitarles la vida. Miriam Rodríguez, hija de Lemos, la mujer diabética de 74 años que falleció a manos de Pereira, sostuvo ayer que lo ocurrido le generó “un daño espantoso”. “Después de veinte años de CTI (Centro de Tratamientos Intensivos), de estar entre la vida y la muerte, no pudo, creo, soportar más el estrés y creo que hay una patología psicológica, no psiquiátrica”, justificó ayer Massiotti al referirse a Acevedo.
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