Opinión Por
› Por Cristina Ravazzola, Susana Tesone
y Silvia Velazco *
Somos un grupo de profesionales de distintas disciplinas que se ocupan de la salud mental y que pertenecemos y ejercemos nuestras profesiones en diferentes instituciones. Intentamos desde esta nota ayudar a comprender por qué razón indicamos acudir a programas de rehabilitación a quienes nos consultan por problemas de adicción a alcohol y drogas; y, lo más difícil de expresar claramente, por qué pensamos que un instrumento que para nosotras es tan valioso como la práctica de la psicoterapia, no da buen resultado cuando se trata de este tipo de problema.
Venimos de larga trayectoria en nuestra carrera profesional, de haber probado diferentes modalidades de trabajo que nos permitieron acompañar procesos con logros muy evidentes. Sin embargo, hace ya mucho que nos dimos cuenta de que el ámbito de los consultorios no era suficiente para rescatar a personas que han sido “tomadas” por conductas abusivas de consumo. Hemos ensayado también ampliar los equipos tratantes y el número de las personas que involucramos en el tratamiento (terapias familiares y de red) pero, en nuestra experiencia, sólo vemos verdaderas rehabilitaciones cuando las personas y su entorno participan de un programa organizado en el que se reúnen con pares en actividades terapéuticas grupales coordinadas por profesionales y ex adictos que conocen el tema, han recibido formación adecuada y funcionan en equipos.
Hemos aprendido esto que proponemos escuchando especialmente relatos de padres y otros familiares de adictos. Muchos de ellos describen haber pasado a veces durante años por consultas y por tratamientos psicoterapéuticos tradicionales –cuando no por tratamientos psiquiátricos– acompañando al miembro adicto, en los que no se solucionaba el problema que más los afligía. A veces se les explicaban teorías acerca de por qué sus hijos recurrían a drogarse, otras veces se desestimaban sus apreciaciones. A partir de algunas teorías que se les formulaban, los familiares se sentían culpables, como si fueran causa de las conductas adictivas de los hijos, por lo cual les permitían conductas de maltrato y se dejaban anular como adultos en posición de autoridad.
“Yo pedía una entrevista al terapeuta porque me daba cuenta de que algo no se resolvía, pero él me decía que el tratamiento era de mi hijo”, o “le pregunté a la terapeuta por qué en tanto tiempo no nos había informado que mi hija consumía drogas y me contestó que guardaba el secreto profesional”, o “llamé al terapeuta para decirle que buscando en la computadora encontré chateos altamente sospechosos, pero me dijo que eso era invasión a la intimidad”, o “yo me daba cuenta de que mi hijo no estaba bien, por eso lo llevé a terapia, pero la terapeuta me decía que eran problemas de conducta propios de la adolescencia y así pasaron más de cuatro años...”. Estos relatos repetidos y nuestra propia experiencia llevaron a que algunos de nosotros, hace ya muchos años, hayamos armado, en conjunto con ex adictos recuperados, los primeros programas de rehabilitación que han ido progresivamente actualizándose con los cambios contextuales.
No todos los programas son iguales. Los hay que cuentan con períodos de internación, los hay ambulatorios (las personas consultantes no necesitan interrumpir sus actividades habituales); algunos involucran intensamente a la familia y a las redes como parte del trabajo terapéutico y otros no lo hacen o lo hacen en menor medida; algunos operan internando para aislar a los adictos del medio en el que han consumido. También los respaldos teóricos e ideológicos son diversos, pero tienen en común una organización grupal y un trabajo en equipo que fortalece las posibilidades de reflexión y de contención de las acciones impulsivas. Son los pares los que se ayudan para ir recuperando funciones perdidas, registrando sus recursos positivos, en el ámbito de la conversación grupal.
Creemos importante transmitir estas experiencias y afirmar la importancia de participar de un programa para la recuperación de las adicciones. Esto en nada disminuye el valor de la psicoterapia, que ha logrado un reconocimiento importante en nuestra cultura, pero sí propone que no se la considere como la opción mejor en un terreno en el que no resulta de ayuda.
Escribimos este texto para difundir estas ideas porque nos preocupa que en nuestro medio se considere la opción de la psicoterapia de consultorio como el instrumento adecuado para resolver el problema de la adicción a drogas, cuando claramente en este problema, en nuestra experiencia, no es eficaz.
* Programas de Investigación, Asistencia y Formación en Familias. Departamento de Familias de la Fundación Proyecto Cambio (Piaff).
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