SOCIEDAD
Una catástrofe que nadie previó en la provincia
El desastre en Santa Fe es consecuencia de la máxima caída de agua que se registre, pero también de la falta de obras sobre la cuenca del Salado. A eso se suma el deficiente sistema de alerta.
› Por Carlos Rodríguez
”Siempre se hicieron trabajos sobre la línea del río Paraná, nunca sobre la cuenca del Salado”, admitió sin rodeos el gobernador de Santa Fe, Carlos Reutemann. “Es un aluvión de agua nunca visto”, fue el único argumento que esgrimió el mandatario provincial. “Este fenómeno no nos ha dado lugar para la previsión; es algo que nunca ocurrió”, corroboró el ministro de Gobierno, Carlos Carranza, quien también recurrió como toda excusa a señalar la fatalidad de las lluvias que superaron, esto es verdad, todos los registros previsibles. “El Salado no es un río que nosotros estudiemos”, coincidió Cristóbal Loseco, decano de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de Santa Fe. Consultado por Página/12, Loseco mencionó como posibles causas a las “lluvias extremas”, a las deficiencias del sistema de alerta mediante “información hidrométrica” permanente que se ha ido perdiendo, “tal vez por la falta de presupuesto de los organismos operativos” y a la improvisada construcción de “canales artificiales” para desagotar las crecientes y que “con el tiempo se han convertido en un boomerang por falta de planificación”.
“La media anual de lluvia en las zonas afectadas ronda los 100 o 150 milímetros; en los últimos seis meses del año pasado cayeron 1200 milímetros, más otros 1400 en lo que va del año; no hay forma de prever semejante descalabro.” Una fuente del Comité de Crisis piloteado por el ministro Carranza señaló las razones –desde la óptica oficial– que llevaron al desastre que sorprende y lastima a los santafesinos. El río Salado viene bajando desde el norte del país y cruza la provincia de Santa Fe hasta desembocar en el Paraná. Es un río de llanura, con pendientes muy suaves, que cubre extensas zonas tanto en Santa Fe como en Santiago del Estero. Recibe agua de sus afluentes, atraviesa numerosos bañados y son características las crecidas estivales.
“El río viene de norte a sur y esta vez, al desbordarse, por efecto de la tremenda crecida, las aguas se han ido desplazando hacia el este y el oeste. Como la ciudad de Santa Fe está en un pozo, las inundaciones han sido las más terribles de las que se tenga memoria”, explicó el vocero del Comité de Crisis. Desde que se llevan registros, están en el recuerdo dos grandes desbordes del Salado: los ocurridos en 1973 y en 1998. En el primer año, el pico de la creciente en Santa Fe llegó a los 7,16 metros. En 1998, la marca fue de 7,10 metros. Siempre se toma como referencia el cruce del río con la ruta 70, que une Santa Fe con Rafaela. En ese punto, ayer a las 11 la marca fue de 7,86 metros. “Nunca se vio nada igual y todavía no se sabe si este fue el pico máximo”, aclaró la fuente.
De todas maneras, a pesar de lo “imprevisible” de la situación, hay que recordar que las inundaciones comenzaron a producirse en los primeros días de marzo y el 17 de ese mes ya había cerca de medio millar de evacuados en algunas perdidas poblaciones del interior santafesino. Ya se hablaba entonces, en los diarios nacionales, de “un foco de emergencia con pocos precedentes en los últimos años”. Para esa fecha, más de 200 mil hectáreas ya estaban bajo las aguas. Cuando se produjo la gran inundación de 1998, hubo voces que señalaron la interrupción de las obras hidráulicas por parte del ex gobernador Jorge Obeid. Después, el propio Reutemann salió a apaciguar la polémica y eludió el enfrentamiento con Obeid.
Cristóbal Loseco, experto en ciencias hídricas, reconoció que las lluvias han superado todo lo previsible. De todos modos, señaló como un problema adicional “la falta de un control adecuado en el seguimiento del sistema de alerta mediante mediciones permanentes en los puntos principales por los cuales atraviesa el río Salado”. Estimó, en ese sentido, que es posible que “por falta de presupuesto haya disminuido la labor de los organismos operativos y ante la falta de información hidrométrica, hayan caído los niveles de alarma previa, tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo”. El experto insistió en que “no tieneninguna explicación posible” la disminución de los controles de prevención “salvo que haya incidido la falta de presupuesto”.
Hoy, en el área de la Facultad de Ciencias Hídricas, el personal docente está abocado a la tarea de trabajar en el apoyo social a los inundados, muchos de ellos empleados de la universidad, en lugar de dedicarse al estudio del fenómeno y a sus posibles soluciones. “Si no se dispone de los datos necesarios, es imposible poder enfrentar el problema con vistas al futuro”, puntualizó Loseco. Anoche, el gobernador Reutemann pidió al Banco Mundial que destine una partida de 50 millones de dólares, ya otorgados a la provincia para obras públicas, para que puedan ser destinados a paliar el desastre.