SOCIEDAD › VECINOS DE LA VILLA 21-24 PRESENTARON SU PROYECTO DE URBANIZACIóN
La propuesta se inspira en el proyecto para urbanizar la Villa 31, convertido en ley. Consiste en mejorar las viviendas existentes y reubicar otras para la apertura de calles y plazas. Será tratado en la Comisión de Vivienda.
El mapa proyectado en la pantalla mostraba la potencial fisonomía de la Villa 21-24 ante vecinos y organizaciones. El plan, presentado por la Mesa por la Urbanización Participativa de ese barrio, contempla mejorar las actuales viviendas, en lugar de construir nuevas unidades, e invertir en infraestructura y servicios. Consiste en “trabajar sobre la inversión popular y hacer todas las mejoras que sean pertinentes”, explicó el arquitecto Javier Fernández Castro, quien colaboró en la confección del plan. La propuesta, presentada ayer en el salón Montevideo de la Legislatura porteña, incluye la integración del barrio con el resto de la Ciudad a través de la construcción de calles para que ingrese el transporte público, la creación de plazas y un boulevard central de norte a sur, puntos esenciales para mejorar la calidad de vida de los habitantes del barrio.
En la tarde de ayer, un centenar de vecinos se hizo oír en la Legislatura. Habían fracasado en el intento de ser convocados a las reuniones donde se discute si las 55 mil familias que viven en esas 60 hectáreas de Barracas serán relocalizadas en otro espacio o si su espacio será reurbanizado. “La idea es que nos tomen como actores activos de la villa”, apuntó a Página/12 Marcelo Bagnati, antropólogo y trabajador social.
La convocatoria fue encabezada por las diputadas Laura García Tuñón (Buenos Aires para Todos) y Rocío Sánchez Andía (Coalición Cívica-ARI), quienes junto a asesores de otros legisladores escucharon los detalles del el proyecto. García Tuñón presentó el jueves un proyecto de declaración para que la mesa fuera reconocida, pero “los diputados del PRO prefirieron que el tema pasara a la Comisión de Vivienda, que recién se va a reunir el 22 de octubre”, comentó la legisladora.
La computadora portátil de Fernández Castro, un proyector y una pantalla blanca fueron suficientes para la presentación de la iniciativa: una voz en off relataba los cambios en el barrio, mientras en la pantalla un mapa pasaba de ser un lugar con amplios espacios verdes y casas dispersas a uno donde el hacinamiento hacía imposible el trazado de calles. “La idea no es sacar la villa y transformarla en ciudad. Queremos integración”, resumió el padre Toto, párroco del barrio.
Luego, Fernández Castro –quien también elaboró en el proyecto de urbanización de la Villa 31, convertido en ley por la Legislatura pero nunca realizado por el Ejecutivo– explicó la propuesta, que se basa en proyectos ya ejecutados en las favelas de Río de Janeiro, en Brasil. Consiste en reubicar algunas viviendas en terrenos vecinos, para liberar espacios y, para los que no sean relocalizados, mejorar la infraestructura, principalmente en baños y cocina. Según definió, a diferencia de la Villa 31, el problema ambiental es una cuestión “macro” a tratar: el barrio forma parte de la Cuenca Matanza-Riachuelo. En ese sentido, sugirió que el camino de sirga, ribereño con el Riachuelo, sea más amplio que el planeado.
Para “descomprimir” la densidad habitacional planteó hacer uso de las tierras de zonas fabriles al norte, sur y del otro lado del río, en Avellaneda. “Así, si se tienen que mudar, no va a ser más que 200 metros y pueden seguir cerca de su gente”, explicó. Propuso trazar un boulevard paralelo a las vías del ferrocarril, por donde hoy circulan trenes de carga y “tal vez en un futuro puede pasar un tren que transporte pasajeros para una conexión entre el Belgrano Sur y el Roca”. Además sugirió el trazado de calles principales –siempre respetando los pasillos– de este a oeste, para la integración con la ciudad y la región metropolitana.
La metodología, explicó el arquitecto, consiste en “tomar el capital social que ya está construido en la villa, trabajar sobre la inversión popular y hacer lo que sea pertinente desde el Estado”.
–¿Por qué es importante mantener la estética del barrio? –preguntó este diario a Fernández Castro.
–Por un lado, hay una cuestión pragmática económica: es mucho más barato que hacer todo de nuevo. Por otro lado, son lugares construidos por los propios vecinos, donde realizan actividades, tienen su cultura y sus costumbres. No son espacios malos en sí, sino que están carentes de infraestructura. Entonces, lo que se debe hacer desde el Estado es reforzar esas preexistencias con acciones de mejora.
Informe: Carla Perelló.
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