SOCIEDAD › OPINION
› Por Virginia Innocenti *
Para Susana Trimarco, con amor y admiración.
Estupor, angustia, perplejidad, dolor, asco, impotencia, hartazgo... ¿Náusea?
Hoy ninguna palabra me calma.
No hay remedio para estos síntomas y nos siguen negando el maravilloso jarabe casero de la abuela Justicia.
Antes que actriz o cantante, soy persona, mujer, ciudadana, madre, tía, hermana...
Como artista es mi misión crear metáfora, intentar ponerle nombre a lo que no se nombra. Como persona necesito decirles a los demás integrantes de la raza humana que es necesario resistir a enfermar de miedo, a morir de silencio.
Basta de complicidad. Todos sabemos algo...
Basta de mafias. Basta de impunidad. Basta de apropiación. Basta de negociar vida. En medio de este ardor, de esta fiebre, me llega de pronto al alma cierto alivio.
En la voz de Serrat, Miguel Hernández: “... un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado. No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida. Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos...”
E inmediatamente en la voz de Charly, el propio Charly: “Los amigos del barrio...” y entonces desespero. Y para rescatarme escribo.
Querido Charly: tiene razón Susana Giménez. Los dinosaurios no de-saparecieron. Los dinosaurios están vivos. Gozan de buena salud y siguen trabajando para desaparecer el mundo.
Pero me tomo un mate y salgo a la calle.
Es necesario seguir cantando: “... escarbar la tierra hasta encontrarte...”
* Actriz.
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