Dom 23.12.2012

SOCIEDAD  › UN PROYECTO PERIODíSTICO QUE REFLEJA LA VIDA DE LAS JóVENES DEL CONURBANO

Pibas de barrio

Son chicas que se animaron a contar sus problemas, lejos de los estereotipos de las “revistas de mujeres”. Aquí, cuentan su experiencia en el proyecto y sus propias experiencias de vida.

› Por Mariana Carbajal

Un grupo de chicas del partido de Ituzaingó acaba de editar el primer número de una revista hecha, pensada y escrita por ellas. Se llama Vamos las pibas. El nombre condensa sus ganas de hacer, sus proyectos, sus ilusiones y probablemente refleja el sentir de muchas jóvenes del conurbano, que enfrentan la maternidad tempranamente, que deben sortear trabas para estudiar, que sufren situaciones de violencia en los noviazgos, o no acceden a un trabajo que las dignifique. Y tampoco encuentran revistas femeninas que las identifiquen. “En nuestro grupo de amigas siempre surgió el debate sobre las publicaciones femeninas, que son machistas directamente, porque difunden un modelo de mujer que sólo se basa en la estética, reproducen estereotipos, parece que lo único que nos importa es buscar descuentos y comprar. Esas revistas lo único que quieren es vendernos productos de cosmética y moda. La lucha cotidiana que tenemos las chicas, nuestras voces, no aparece en los medios masivos”, dice Magalí Medina. Tiene 26 años y es estudiante de la carrera de Comunicación. Es la única de la redacción de la revista con más afinidad al mundo de los medios, por sus estudios.

Vamos las pibas es una iniciativa de la Dirección de Juventud del municipio de Ituzaingó para darles voz a las jóvenes, luego de observar que cuando promovían actividades en los barrios, en el marco de un programa para promover los derechos de los pibes y las pibas, ellas, las chicas, miraban de lejos, porque muchas tenían que cuidar a sus hijos y quedaban en un segundo plano frente a sus pares varones (ver aparte). Página/12 conversó con las protagonistas de esta movida, que busca rescatar las vivencias de las chicas de los barrios.

“Empezamos a debatir sobre qué ideas podíamos tener, que problemas tenemos cotidianamente: la maternidad, también surgió el tema del aborto –que en este primer número no llegamos a meter–, los obstáculos para estudiar, para tener un trabajo digno”, dice Magalí.

La charla transcurre en la Casa de la Juventud, en el centro de Ituzaingó, después de la presentación de la revista. Magalí representó en el acto al grupo de flamantes editoras-periodistas que hizo el primer número de la revista. Sus compañeras estaban sentadas en la primera fila.

“Vivimos en un mundo desigual, donde la masculinidad domina. Entre nosotras algunas estudiamos, otras no. Algunas tienen hijos, otras no. Queremos que aparezcan voces que no aparecen habitualmente en los medios”, dijo Magalí durante la presentación.

Para adelante

En el primer número de la revista trabajaron, además de Magalí, su hermana Luciana Medina, de 25 años, ama de casa, madre de dos hijos, separada; María Victoria Mansilla, de 26, estudiante de Informática, “después de pasar por varias carreras”; Priscilla Albornoz, de 24, una artesana que se gana la vida trabajando de camarera. En el proyecto las apuntaló otra joven, Milagros Morán, del área de Comunicación de la Dirección de Juventud, también estudiante de Comunicación.

“Queremos fomentar ese modelo de mujer real y en positivo. Tampoco es que estamos en contra de los hombres. Además lo refleja el nombre de la revista: Vamos las pibas quiere decir vamos para adelante. Es un movimiento de empuje para adelante, es como decir ‘vamos a salir’”, agrega Magalí, para que no haya ma entendidos. El gran desafío de la revista es su continuidad. Editarla en papel es costoso, dice Evangelina Dosso, directora de Juventud de Ituzaingó y militante del Movimiento Evita.

De la lectura de las notas del primer número de Vamos las pibas surge claramente una serie de demandas de políticas públicas de las jóvenes. En el primer artículo de la revista entrevistaron a Micaela, una joven que participa en el taller “Madres” del programa Envión, en el barrio Vitacal de Parque Leloir, para mamás de entre 16 y 21 años. “Micaela es tutora, trabaja con las chicas por su experiencia como madre joven: ‘Mi primer hijo lo tuve a los 14 años, Juan Pablo, que ya tiene 8 y Milena, de 5...”, dice el artículo. Micaela cuenta que en el taller se trata de ofrecer un espacio para las chicas. “Cuando sos mamá, priorizás tu tarea en eso y no tenés tiempo para vos”, dice Micaela. Y más adelante dirá que la mayoría de las que participan del taller no buscó ser madre y que es “muy difícil” encontrar dónde dejar a los hijos pequeños porque “en los jardines maternales municipales hay mucha lista de espera”. Dificultades para planificar y decidir el momento de tener hijos en las adolescentes y el gran problema de falta de vacantes en jardines maternales. Dos enormes desafíos para los políticos quedan en blanco sobre negro en la revista.

En primera persona

Luciana Medina está separada hace dos años. “Sufrí violencia de género. La última nota de la revista, la historia de vida es mía. No quise poner mi nombre porque me dio vergüenza. Me costó un montó arrancar con la historia”, confiesa ante el grabador de esta cronista. El relato anónimo, que cierra el primer número de la revista, es de una intensidad enorme. Son tres páginas que describen las vivencias de Luciana y la de tantas jóvenes en noviazgos y parejas violentas, a quienes les cuesta reconocer esa situación y en un primer momento la niegan, hasta que la violencia adquiere tal magnitud que pueden –logran– pedir ayudar. Y salvarse. “Yo crecí en una familia donde mi papá era machista, le pegaba a mi mamá, o sea en casa ya había violencia de género”, dice esta joven en la nota. “Cuando yo conocí a mi ex pareja, tenía 19 años y él 22; él era muy celoso y yo lo hablaba con mi mamá, ella lo veía como normal. A nadie le llamó la atención de que fuera muy celoso. A los tres meses que lo conozco, yo estaba como huyendo de mi casa; él me propone irnos a vivir juntos y yo acepté. Ahí empezó, primero con un empujón, y todo por tema de celos, siempre fue así...” El relato sigue. Más adelante, la voz anónima de Luciana cuenta: “Para él violencia es pegar y me decía: ‘si no te pego todos los días’ y la vez que me desfiguró la cara a golpes, me decía que era porque yo lo había buscado o te llegan a pegar y te dicen ‘mirá lo que me hiciste hacer o mirá hasta qué punto llego’, todas estupideces, que te remarcan que es por tu culpa y vos sentís que es realmente tu culpa porque tenés una persona que te dice todo el tiempo que hacés las cosas mal”. Luciana se separó del padre de sus dos hijos, pudo refugiarse en su familia materna y recurrir a La Casa de la Mujer, donde un abogada y una psicóloga la ayudaron a salir del círculo de la violencia machista. “Yo en realidad lo que quiero es que se sepa que la violencia de género no es sólo que un hombre te pegue”, escribió en la revista.

Vamos las pibas incluye una entrevista a Hebe de Bonafini –donde habla de su juventud, de los inicios de las Madres, de la búsqueda de sus hijos–, otra a dos especialistas en la temática de género que trabajan en la promoción de los derechos de las mujeres en el municipio de Ituzaingó, en distintos proyectos. Y hasta tiene dos páginas en las que con humor las pibas le hablan a los pibes “que joden con una minita”. “Antes de joder a una mina acordate que puede ser tu hermana, tu vieja, tu abuela. Ah, claro, pero como bien machote que sos a ellas decís que las cuidás y no querés que le hagan lo mismo que vos hacés... Entonces, media pila hermano. Con las pibas no se jode”, dice la revista.

Chicas comunes

Dice Luciana: “La historia de esta revista es que podamos difundir lo que somos las mujeres reales. Por ejemplo, yo estoy sola, y estoy con mis nenes, uno es autista y el otro albino, con todos estos problemas yo los llevo sola. El padre vive en Córdoba. Las mujeres de barrio tenemos problemáticas profundas. Yo pensaba... no soy estudiante... apenas estoy terminando el secundario, y les decía a las chicas que me daba vergüenza hablar porque no sé. Y está re bueno que podamos hablar las chicas comunes”.

Dice María Victoria: “Me pareció interesante el hecho de no tener que tener un título de algo para poder expresarse. Estamos de acuerdo con que la mujer es mucho más que lo que se pretende que sea. Un tema que nos preocupa es el trabajo. Las mujeres tenemos que estudiar más que los hombres para conseguir un buen trabajo, que no sea camarera. Ese es nuestro reclamo social”.

Priscila cuenta que ella justamente está trabajando como camarera y es artesana. Vive en Morón pero se sumó al proyecto. “Me interesa que esta revista no quede en Ituzaingó. Que se pueda replicar en otros lugares. Estas problemáticas están en todos lados. Si caminás por la calle tenés que bancarte que cualquiera te grite cualquier guasada simplemente porque una quiere ponerse linda, no para el hombre, para una misma.”

Dice Magalí: “Quizás con esta revista lo que queremos hacer es superar una doble desigualdad porque además de ser mujeres, vivimos en el conurbano. Las noticias están siempre centradas en lo que pasa en la ciudad de Buenos Aires. Y quedamos afuera por ser mujeres y por vivir en el conurbano. Ese es otro de nuestros objetivos”.

Dice Milagros: “Ninguna de las chicas milita políticamente, son chicas del barrio. Siempre está el fantasma de que las organiza una organización política o de que las van empujando. La verdad es que nació de una iniciativa propia de las chicas. Y eso hay que rescatarlo”.

Dice Evangelina, la directora de Juventud: “La revista es un espacio superinteresante para que las chicas se expresen y también es un espacio de organización. Un montón de chicas de diferentes barrios se juntan y piensan cómo hacer una nota. La idea es que se sumen más chicas a hacer la revista. Que sean parte en un número. Y que la revista sea una herramienta más de discusión en los barrios, y en las escuelas. Esa es la idea”.

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