SOCIEDAD › MURIó EL OSO POLAR DEL ZOO PORTEñO POR EL CALOR DEL LUNES 24
Tenía dieciséis años y hacía cuatro que estaba en el zoológico de la Ciudad. El lunes sufrió un golpe de calor que, asociado con el susto por la pirotecnia, resultó fatal. Especialistas dicen que hubo falta de previsión. Críticas de legisladores por el estado del Zoo.
Murió el único oso polar del Zoológico de la Ciudad de Buenos Aires. Allí vivía hacía cuatro años, cuando llegó desde Santiago de Chile. Winner tenía dieciséis años y su condición de “polar” –nombre que proviene de su lugar de origen: el Polo Norte– nunca fue tal, ya que era la novena generación de su familia criada y nacida en cautiverio. Es decir, sus condiciones corporales, como la cantidad de grasa en el cuerpo y el pelaje no eran las que se pueden encontrar en un oso silvestre que vive en el Artico Norte. Por el contrario, son mucho menores: convivía en la temperatura ambiente del centro porteño. “No hubiera podido soportar las temperaturas del Polo Norte”, sostuvo ante Página/12 el director de Bienestar Animal de la institución, Miguel Rivolta, y dio por sentado que el animal estaba adaptado a climas templados. Sin embargo, el oso (no) polar no soportó la temperatura del 24 de diciembre pasado, cuando la sensación térmica oficial rozó los 44 grados. El parte médico de la necropsia indicó que falleció por hipertermia (un golpe de calor), y los fuegos artificiales también influyeron. El Zoo informó que no habrá “reposición” de osos polares.
“Tendrían que haberlo previsto y tomar los recaudos necesarios, como reducir la posibilidad de que el animal muriera de un estrés por golpe de calor”, sostuvo Pablo Redner, integrante del Consejo Profesional de Veterinarios. La diferencia de opiniones respecto de los animales que viven en esas condiciones se visibilizó en torno de la muerte del animal. Winner, pese a ser adulto, “nunca aceptó a su pareja”, dijo Rivolta, por lo que tampoco tuvo la posibilidad de reproducirse.
Los guardias del Zoo llegaron después del brindis y de la explosión de los fuegos artificiales que anunciaron la llegada de la Navidad. Cuando a la 1 ingresaron al lugar resguardado para él desde hace cuatro años detectaron el cuadro y alertaron a los veterinarios, que no pudieron llegar a tiempo. Falleció. Los factores que influyeron para alterar su sistema de termorregulación, explicó Rivolta, fueron tres: las altas temperaturas, los ruidos externos provocados por los fuegos artificiales que colaboraron con el estrés del animal y su personalidad: había tenido manifestaciones que respondían fuertemente a cambios en el lugar donde vivía y se estresaba.
Según el especialista del Zoo, esa conducta no la manifiestan los animales cuando están en su condición natural, sólo cuando están en cautiverio. Entonces, el procedimiento en esos casos es de educación: “Es una mala conducta que con juegos, cuidado y diversas actividades se cambia” y de hecho había podido aplacarse en Winner. El veterinario Redner coincidió con lo expresado desde el Zoo al señalar el “acostumbramiento” de los animales al hábitat en el que los obligan a vivir; sin embargo, especificó que “requieren cuidados especiales, como controlar la temperatura del agua”.
Pero no para todos el eje está en el lugar donde viven los osos o los animales en cautiverio en general. Winner “es un símbolo de lo que pasa verdaderamente en la naturaleza”, señaló a este diario Carlos Fernández Balboa, de la Fundación Vida Silvestre. A continuación desarrolló su punto de vista sobre la cuestión: “Los osos polares son un termómetro en su ambiente natural: el derretimiento de los polos, por el calentamiento global, pone en serio peligro de extinción su especie, por lo tanto podríamos tomarlo como un mensaje respecto del tema del cambio climático. El sufrió lo que sus congéneres sufren en su ámbito silvestre, por lo tanto esto demuestra la profundidad de la problemática”.
El lugar donde se encontraba Winner fue adaptado en 1993. Contaba con una pileta de 145 mil litros, un sitio donde la hembra podía parir y tres bretes internos. Originalmente, los osos polares estaban en la vieja osera con una pileta de 2,5 metros de diámetro que apenas permitía que el animal se bañara. Dado que el lugar contó con otros osos para el entretenimiento de quienes se acercaban al lugar, Rivolta insistió con que “se trató de una situación muy particular”.
Esta novedad también generó que los diputados de la Ciudad de Buenos Aires salieran a dar su opinión sobre el tema, que meses atrás fue centro de debate. Juan Cabandié, del Frente para la Victoria, responsabilizó al gobierno porteño y denunció que “la empresa que tiene la concesión del zoológico no hizo las inversiones necesarias para mejorarlo”.
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