Mié 09.01.2013

SOCIEDAD  › DUEñOS Y EMPLEADOS DE KIOSCOS, PUESTOS DE DIARIOS Y OTROS NEGOCIOS AúN NO SABEN QUé HARáN DURANTE DOS MESES

Los comercios que cierran con el subte

Dicen que se enteraron por los medios y que recién ahora los está citando un estudio de abogados para hacerles una propuesta. El sábado cierra la línea A por 56 días y sus negocios permanecerán cerrados durante ese lapso.

› Por Soledad Vallejos

Aunque pasan cada día en los andenes, atendiendo puestos propios y ajenos, se enteraron de que la línea A de subte cerraría durante dos meses igual que cualquiera: por los medios. “En la tele”, “por el diario”, “escuchando la radio”; así, contaron comerciantes y vendedores, supieron a fines de diciembre que a mediados de enero, y durante dos meses, sus rutinas laborales cambiarían. Algunos de ellos, no todos, están empezando a ser convocados para “conocer las condiciones y los términos” de las semanas por venir. De todos modos, en la recorrida realizada por este diario, quienes fueron convocados aún desconocen si se reunirán con representantes de Metrovías o del gobierno porteño; apenas saben que las reuniones se sucederán “en un estudio jurídico del centro”. Por su parte, los canillitas, que no son empleados ni propietarios porque su encuadramiento laboral reconoce su rol de vendedores como “trabajadores”, decidirán los pasos a seguir luego de que, esta mañana, el presidente del Sindicato de Vendedores de Diarios y Revistas (Sivendia), Omar Plaini, se reúna con el ministro de Espacio Público de la Ciudad, Diego Santilli. Quienes aún no tienen ninguna certidumbre ni tampoco negociaciones en vista son los empleados de los puestos, cuyos próximos dos meses dependen exclusivamente de negociaciones particulares con los propietarios de cada tienda.

“¿Qué querés que te diga?”, reflexiona Noemí, desde su kiosco de la estación Río de Janeiro: “Prefiero que pongan fecha, hagan, terminen y después podemos volver y ya está”. Lleva 25 años en el mismo andén, “alquilando el piso, porque el puesto es mío, pero lo que pago es el lugar sobre el que lo pongo”, y prefiere el cierre temporal, básicamente, porque incluye la promesa de un lapso. “La otra vez, en los ’90, cuando hicieron el piso nuevo, el techo, no cerraron” y convivir con la obra, más que una pequeña molestia, se le convirtió en incordio. “Venía menos gente, la gente mayor no usaba el subte porque le complicaba bajar.”

Noemí, que convirtió en kiosco –que atiende ella misma todos los días– el puesto que supo ser despacho de pan, se enteró del cierre de la línea “como todos: por los medios”. Desde que escuchó ese anuncio, dejó de hacer los pedidos a los proveedores “para que se acabe la mercadería. Y lo que no venda, bueno, lo llevaré a los nietos”. Pero no sólo eso: cuando Página/12 recorrió los andenes de la línea A, Noemí todavía no había escuchado ni una palabra oficial. Eso recién sucederá este mediodía, “en un estudio jurídico” al que la convocaron para “hablar de las condiciones de cierre o del nuevo contrato” de arriendo del piso. Hasta ayer al anochecer, Noemí ignoraba si la convocatoria era del gobierno porteño o de Metrovías. “Hablemos cuando salga y te digo.”

Una estación más allá, en Acoyte, Silvia decía que los días por venir son “una incógnita”. Como empleada del kiosco, sólo tiene una certeza: el propietario del puesto le prometió que ella cubriría las suplencias de vacaciones en las tiendas que posee en otras líneas. “Pero no sé qué va a pasar con el sueldo, porque en cada puesto uno cobra distinto, no por comisión sino acorde al promedio” que rinde cada kiosco.

“Nunca comunicaron nada, lo que sabemos, lo sabemos por los medios”, protesta Enrique, el hombre que atiende la parada de diarios de estación Congreso desde hace 18 años. Antes, como especialista en sistemas, trabajaba en IBM; en un ajuste de la empresa quedó sin trabajo. Se reinventó con el puesto de diarios. “Era lo único firme, siempre estaba la parada. Y ahora pasa esto”, se lamenta. Explica que los canillitas no son comerciantes, sino trabajadores, que “falta el reconocimiento de Metrovías y el Gobierno de la Ciudad a su actividad”, y que “desde el sindicato pedimos que nos reubiquen en otras líneas” durante los días de cierre.

Las estaciones más nuevas de los subtes porteños se caracterizan por la falta de tiendas en los andenes, algo que en algunas de ellas (y otras no recientes pero reformadas) es reemplazado por máquinas expendedoras automáticas. Por ejemplo, “en las estaciones nuevas de la línea D –dice Enrique– no hay paradas (de diarios). Podrían reubicarnos en esos lugares”.

Consultado por este diario, Omar Plaini, titular del Sindicato de Vendedores de Diarios y Revistas porteño, informó que hoy la comisión directiva sindical se reunirá con el ministro Santilli “para pedirle una respuesta” porque “el cierre perjudica a 25 familias del sindicato”. “Los días que no puedan vender pierden dinero, y en nuestro trabajo no se puede recuperar.” Si la respuesta no es favorable, podrían accionar judicialmente.

Cuando caía la tarde, en el puesto más pequeñito de la estación Perú, el de la relojería –que forma parte del lugar declarado Monumento Histórico Nacional en 1997–, Aníbal contaba que su padre, Rubén, propietario del puesto, no sabe qué hará hasta marzo. Hace poco lo operaron de una pierna “y es jubilado pero vive de esto. Y ahora entre que esto va a estar cerrado y los gastos del kinesiólogo no sabe cómo va a hacer”.

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