Jue 19.06.2003

SOCIEDAD  › NINA RECIBIO A LOS VILLALBA Y EL JUEZ ALLANO UNA FINCA DE AZAR

La estrategia del show mediático

Tras la explosiva denuncia de los Villalba, la gobernadora recibió ayer a la familia. Y el juez allanó una propiedad del denunciado Musa Azar. Todo, en medio de las cámaras de tevé.

› Por Alejandra Dandan

Casi a ciegas pero entregado a la necesidad de provocar algún tipo de respuesta a la sucesión de denuncias y de hipótesis abiertas sobre el doble crimen de La Dársena, el juez decidió anoche un allanamiento del hasta ahora todopoderoso Musa Azar, ex jefe de los espías del juarismo denunciado por supuesto encubrimiento e instigador de las muertes. Tal vez se trate de una de las medidas más delicadas dispuestas hasta el momento por Dardo Herrera. En sólo dos días, la denuncia presentada por los Villalba armó una nueva línea de investigación, cambió la hipótesis que vinculaba a los últimos cuatro detenidos con los crímenes, provocó un pedido de juicio político, logró el desplazamiento partidario de un diputado del juarismo y generó ahora una embestida directa contra el ex intocable Musa Azar. En ese contexto, la gobernadora Nina Aragonés de Juárez alienta los zigzagueos de la investigación en busca de aplacar el escándalo. Y ayer hasta recibió a la familia de una de las víctimas, pese a que el pedido de audiencia lleva cuatro meses.
En voz baja, cuando ya se habían retirado las cámaras de televisión, la hermana de Patricia Villalba contaba algunos detalles del encuentro con Nina Aragonés, la capitana de la rama femenina del juarismo que en este momento parece dispuesta a todo, excepto a irse. Los Villalba habían llegado a la Casa de Gobierno cargando las carpetas con copias de la denuncia presentada el día anterior contra el ex comisario Musa Azar, uno de sus hijos y el diputado Carlos Alberto Anauate. “Yo pensé que no nos iba a escuchar –dijo Juan Domingo Villalba después del encuentro–. Pero sí hemos podido hablar, la señora nos ha escuchado y aparentemente nos daría las garantías que estamos pidiendo.”
El encuentro con la “señora” no es algo común en la provincia: tiene el peso de una situación desbordada. Los Villalba venían pidiendo una cita con la gobernadora desde hace tiempo, pero las respuestas comenzaron a aparecer tímidamente hace unas dos semanas, cuando la repercusión del caso trascendió las fronteras de Santiago. Nina los había llamado antes de la pasada marcha del silencio para darles el pésame. En aquel caso, Juan –el menor de los Villalba– fue quien rechazó el encuentro: “Después de cuatro meses –dijo–, recién ahora se acuerda de darnos el pésame”.
Ayer, las condiciones eran distintas y los Villalba lo sabían. Acababan de hacer una denuncia donde se metían con los hombres más fuertes de la provincia. Necesitaban no sólo garantías personales por las amenazas que recibieron durante estos días, sino además la decisión de la cabeza del gobierno para darle curso a la investigación a cualquier precio. Nina parecía dispuesta a hacerlo. Los convocó inmediatamente. Escuchó con atención la serie de pedidos que le hicieron, entre los que incluyeron una lista de garantías personales para ellos y para los testigos que tienen que presentar. En ese mismo recinto propusieron además un programa de recompensas para quien aporte pruebas. La gobernadora aceptó la primera parte y pidió un tiempo para estudiar la segunda. “Con tantas idas y vueltas –dijo–, estoy algo confundida.”
“Pero ustedes –arremetió– ¿a quién apuntan?”. Los Villalba se lo dijeron: “A Musa Azar”. La gobernadora dio dos respuestas. La primera fue más distinta: puso en duda las sospechas. Así lo contaba Juan Domingo Villalba, el padre de Patricia, algo vencido después del encuentro: “Nos dijo que no quiere creer que sea Musa Azar –indicó–, porque es un hombre inteligente que no cree que haya actuado de esa forma”. La segunda respuesta se supo pocas horas más tarde: la provincia entera entraba en estado de shock cuando se anunciaba el show de un allanamiento en la casa de don Musa.
El dato trascendió poco después de las cuatro de la tarde. Fuentes del juzgado anticipaban que Dardo Herrera haría un allanamiento en una de lasfincas de Musa Azar, una suerte de granja ubicada en Arragá donde funciona una reserva ecológica de acceso público. Allí, el operativo supuestamente secreto se convirtió en un show. Las cámaras de televisión llegaron antes que el juez y fueron recibidos por uno de los encargados de la reserva, un empleado de Musa Azar que, gentilmente, los invitó a dar un paseo por aquel circuito en el que se suponía habrían hecho desaparecer hace cuatro meses en un tanque de ácido el cuerpo de Leyla Bshier.
Mientras tanto, el juez miraba desde el lado de afuera. Cuando llegó las puertas de la reserva estaban cerradas: del lado de adentro estaban los periodistas, del lado de afuera estaba él con siete hombres de la policía. “No venimos a hacer un allanamiento”, corrigió cuando lo consultaron. “Vinimos a hacer un relevamiento en base a las denuncias de los Villalba.” El relevamiento lo hizo en medio de pavos, gallinas, faisanes y patos. Al final, se llevó algunos elementos. Dicen que “de importancia para la causa”.

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