SOCIEDAD › LLAMATIVA FALTA DE RESULTADOS EN LA INVESTIGACION DE UN CRIMEN
El 14 de marzo quemaron vivos a dos muchachos en la villa del Bajo Flores. Uno murió, el otro tiene graves quemaduras. La familia hasta señaló a los culpables, pero no hay detenidos y la pesquisa se mueve con toda lentitud.
› Por Raúl Kollmann
Un hecho gravísimo ocurrió en la Villa 1-11-14 del Bajo Flores. Dos jóvenes –se dice que con problemas de adicciones– fueron rociados con alcohol o algún combustible, y quemados. Uno de ellos murió y el otro, Erik Alan Chuquimia, está internado en grave estado en el Hospital Piñero. Todo ocurrió el 14 de marzo pasado. La causa judicial avanza con llamativa lentitud, pese a que no hay antecedentes de chicos a los que les hayan prendido fuego, según analizó un ex integrante de la División Homicidios de la Policía Federal. No está clara la razón por la que quemaron a los jóvenes, pero la familia de Chuquimia le acercó al fiscal los nombres de los autores e incluso el lugar donde viven, pero hasta el momento no se concretó ninguna detención.
La Villa 1-11-14 fue y sigue siendo uno de los lugares más problemáticos en el tráfico de drogas. Todo lo que se conoce como el Cordón Sur de la Capital Federal registra los mayores índices de criminalidad y homicidios, como surge del estudio que presentó la Corte Suprema de Justicia en noviembre de 2012. A mediados del año anterior, la ministra de Seguridad, Nilda Garré, desplazó a la Policía Federal de toda la zona sur de la ciudad y puso esas jurisdicciones en manos de la Prefectura y la Gendarmería. Según el propio estudio de la Corte, la tasa de homicidios bajó abruptamente, algo que confirman los sacerdotes en Opción por los Pobres que trabajan en las villas de la zona. La explicación es que los policías ya habían establecido un sistema de “arreglos” en todo lo que tenía que ver con el tráfico de drogas.
En el caso de los dos chicos a los que prendieron fuego, en la casa 96, manzana 22 de la villa, intervino la Gendarmería, pero el sumario lo sigue haciendo la Policía Federal. Por los datos que surgieron de las autopsias y por algunos testimonios, los dos chicos quemados estaban durmiendo cuando fueron atacados. Es decir que los rociaron de alcohol y los quemaron, no en el marco de una pelea sino cuando estaban acostados. Primero se cometió el homicidio de un joven y poco después quemaron el cuerpo de Erik.
El expediente quedó a cargo de la Fiscalía Nacional en lo Criminal de Instrucción número 26, a cargo de Patricio Lugones. Pese a que un hecho de esta magnitud no tiene antecedentes –rociar a pibes con alcohol y prenderles fuego– la causa avanzó poco y nada. El fiscal le encargó a los policías que busquen a los autores.
Las familias de los chicos –en especial la madre de Erik– se presentó en la comisaría 38 y manifestó que quien había rociado con alcohol a su hijo era una chica de nombre Mica, mientras que otro joven, de nombre Moti, conocido también como Jefferson, lo había prendido fuego. El hecho no era un secreto para nadie y la madre de Erik incluso le dio a los policías la dirección de Mica y Moti. La novedad le fue informada al fiscal Lugones quien dispuso que se verificara si las direcciones conseguidas por la mamá de Erik correspondían efectivamente a una chica llamada Mica y a un joven al que llaman Moti. Esto se verificó, se confirmaron los datos filiatorios y la orden a los uniformados fue que se averiguara la identidad de una tercera persona que participó del brutal homicidio de un chico y las lesiones gravísimas de Erik, que está internado con el 60 por ciento del cuerpo quemado.
Hasta el momento no se dio ningún nuevo paso en la investigación, algo grave si se considera que los autores tienen, con el paso del tiempo, todas las facilidades para darse a la fuga. Por ahora ni siquiera se los llamó a declarar.
Lo que sobrevuela el caso es que se considera a los chicos villeros como víctimas de segunda categoría y más en un caso como éste que aparentemente tendría que ver con una represalia sobre la que no hay demasiados datos. Se descarta el accionar de una organización de narcos de envergadura que, como ocurrió ya en otros casos, directamente utiliza armas de fuego para matar. Hubo numerosos hechos de esa naturaleza en las villas del sur de la ciudad e incluso aparecieron muertas personas que fueron “mulas” en el traslado de drogas. Sin embargo, quemar chicos es inédito y el enorme peligro es que esta práctica se repita. Si la Justicia no interviene rápido, el mensaje parece ser “no importa, que se maten entre ellos”.
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