El cráneo (los cráneos) ya había sido abierto y anoche, en Singapur, la operación de las hermanas siamesas de 29 años entraba en su etapa más difícil: separar, milímetro a milímetro, los cerebros pegados. Jamás en la historia de la cirugía se intentó una intervención como ésta en personas adultas. Si bien los médicos seguían siendo “cautelosamente optimistas”, la maratónica tarea, cuya duración se había previsto en 48 horas, venía demorada porque el hueso del cráneo compartido resultó más duro y espeso que lo esperado. Ladan y Laleh, iraníes, doctoras en leyes, habían entrado sonrientes al quirófano para la operación que ellas mismas eligieron, sabiendo que las chances de que ambas salgan sanas y salvas son escasas.
“Hay que separar los cerebros tan despacio, con tanto cuidado... Es todo muy frágil y hay demasiado riesgo de que se desgarren los tejidos”: Prem Kumar Nair, vocero del Hospital Raffles de Singapur, buscaba anoche las palabras para explicar por qué la operación de Ladan y Laleh Bijani se demoraba más que lo previsto.
La cirugía, cuya duración se había previsto en 48 horas, empezó a las diez de la mañana del domingo (9 de la noche del sábado en la Argentina), a cargo de un equipo internacional liderado por el cirujano Keith Goh e integrado por 24 médicos –incluido el norteamericano Benjamin Carson, quien operó con éxito a tres parejas de siameses unidos por el cráneo– más cien enfermeras y auxiliares.
La primera etapa de la operación consistió en retirar una franja de hueso, de adelante hacia atrás, para dejar al descubierto la unión de ambos cerebros. Esto demoró seis horas más de lo previsto porque “en la región donde los cráneos estaban fusionados, los huesos eran más espesos y duros”, explicó el vocero del hospital.
Separados los huesos, a 18 horas del comienzo de la operación, empezó una etapa crítica: reemplazar la única arteria que irrigaba ambos cerebros por un acceso independiente para cada uno, mediante un injerto que se efectuó a partir de una vena obtenida de la pierna derecha de Ladan. Trece horas tardó esta etapa y finalizó con éxito.
Los cirujanos se turnaban para trabajar en un espacio reducido pero en un ambiente calmo, acompañados por música clásica. En la noche de ayer, que en Singapur era la mañana de hoy, los neurocirujanos procuraban separar, milímetro a milímetro, los cerebros. A esta altura de la operación, los médicos hicieron un descubrimiento que, paradójicamente, debe haberlos aliviado: la circulación sanguínea compartida por las gemelas era “inestable”, lo cual ocasionaba fluctuaciones imprevistas de la presión sanguínea en ambas, y esto hacía que la operación que ya estaban realizando fuese clínicamente recomendable. Hasta ese momento, el principal sostén de la intervención era la firme voluntad de las hermanas que, unidas en su intención de separarse, habían insistido aun sabiendo que la mitad de las chances se inclinaban a la probabilidad de que una de las dos, o ambas, perdiera la vida o quedara incapacitada.
La primera operación de hermanas siamesas unidas por el cráneo se efectuó en 1952; la última fue la de dos nepalesas, que fueron separadas en abril de 2001 por el mismo equipo de Singapur, tras más de 90 horas de cirugía; pero en todos los casos se había tratado de niños, cuyas posibilidades de resistir y sobrevivir siempre son mayores.
Para esta operación, los médicos se habían preparado ejercitándose en maniquíes especialmente fabricados, a partir de modelos tridimensionales de las cabezas de las gemelas, relevadas mediante resonancia magnética.
El gobierno iraní dispuso ayer solventar los 300.000 dólares que costará la intervención. Antes, el Hospital Raffles había ofrecido hacerse cargo de los costos, y los profesionales se habían comprometido a no cobrar honorarios.