SOCIEDAD › REABRE HOY EN RETIRO EL MUSEO DE LOS INMIGRANTES CON UNA PROPUESTA DOCUMENTAL Y ARTíSTICA
Está en el tercer piso del viejo Hotel de los Inmigrantes. Es el fruto del trabajo de la Universidad de Tres de Febrero, en acuerdo con la Dirección de Migraciones. En el mismo espacio funcionará un centro de arte contemporáneo.
› Por Eduardo Videla
El viejo Hotel de los Inmigrantes vuelve hoy a ser un museo. Al menos un sector del emblemático edificio ubicado sobre el Río de la Plata, en Dársena Norte, será un espacio dedicado a exhibir la historia de la inmigración, con la muestra permanente Para todos los hombres del mundo, que combina documentación, fotografía, objetos e intervenciones artísticas. Es el resultado de un trabajo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, fruto de un convenio con la Dirección Nacional de Migraciones. En el mismo edificio, la Universidad inaugura también el Centro de Arte Contemporáneo (ver recuadro).
El museo funciona en el tercer piso del edificio que está en Antártida Argentina 1355, pero que no muchos conocen, porque no se ve desde la calle sino desde el río: está detrás de la sede de Migraciones, rodeado por un amplio parque. En ese mismo piso se vio hace un año una intervención del artista plástico francés Christian Boltanski titulada justamente Migrantes. En una de las instalaciones de esa muestra se utilizaban algunas de las camas de hierro donde descansaron los inmigrantes descendidos de los barcos a partir de 1911, cuando se inauguró el Hotel. Esas mismas camas, recuperadas, se exhiben hoy en el museo, no ya con los elásticos de cuero originales sino de lona.
“El museo es el producto de un convenio entre Migraciones y la Universidad, que viene dictando un posgrado en su Instituto de Altos Estudios sobre políticas de migraciones y asilo”, dijo a Página/12 el rector de la Untref, Aníbal Jozami.
A cargo de la Universidad estuvo toda la tarea de recuperación de ese espacio. Los pisos tienen los mosaicos blancos originales, el techo se bajó quince centímetros y la paredes lucen blanquísimas, lo mismo que los marcos de los ventanales. “El edificio se construyó como parte de la corriente higienista de fines del siglo XIX, con espacios amplios, ventilados y luminosos, para facilitar la circulación del aire”, explica Diana Weschler, subdirectora del Museo de la Universidad de Tres de Febrero (Muntref)
Sólo en ese piso, describe Weschler, había cuatro dormitorios de 400 metros cuadrados cada uno, donde entraban 250 personas en cada uno, “unas mil almas por piso, como se decía en esa época”. Permanecían allí durante unos días hasta que encontraban ubicación y empleo.
La muestra está organizada en tres ejes conceptuales: el viaje de los inmigrantes, su arribo, la inserción y su legado. El primer sector está construido en torno de la maqueta del trasatlántico Tubantia, que a partir de 1913 hizo el recorrido desde Bremen hasta Buenos Aires. La imponente reproducción del barco, construida en madera, es un préstamo del Museo Naval: fueron necesarias seis personas para levantarla y montarla allí.
A las fotos provenientes del Archivo General de la Nación se agregan afiches de compañías navieras de la época y documentos de identidad originales, recuperados de los archivos de Migraciones junto a un equipo portátil para tomar huellas digitales. En un vertiginoso salto tecnológico y temporal, una pantalla de última generación muestra los actuales procedimientos de identificación biométrica.
En el sector de arribos están las camas blancas, multiplicadas por paneles de espejos. Como cortina de fondo, suena un popurrí de canciones de cuna de distintas comunidades, en distintos idiomas, intervención de Gabriela Golder titulada Arrorró: hay fotos de archivo del interior del Hotel, con sus habitantes, y también del exterior. Y un sector de objetos que trajeron consigo los inmigrantes, según sus oficios: desde un juego de tijeras de peluquero con una primitiva planchita para el pelo hasta un rudimentario cepillo de carpintero.
Allí también hay libros como el que, en idioma alemán, fue publicado en Europa para instruir a los futuros inmigrantes sobre cómo cultivar el algodón u otras especies. O documentos con discriminatorias instrucciones a los cónsules para que eviten otorgar visas a personas enfermas o a mendigos, “es decir, a los gitanos”.
En la última parte, dedicada a la inserción y el legado de los inmigrantes, impacta entre otras la foto de un maestro con sus alumnos, pequeños niños galeses, en la escuela Droga Galets, de Gaiman, Chubut, tomada en 1898.
“El ‘objeto nodo’ de ese sector son los diccionarios bilingües, porque la lengua fue un problema para los primeros inmigrantes”, describe Weschler. En ese espacio está exhibido, por primera vez, lo que se conoce como el Archivo Chela: “Lo confeccionó en los años ’30 una mujer, a quien conocían como Chela, que pasó en fichas los datos de todos los barcos que llegaron por esa época a Buenos Aires”, cuenta la subdirectora del museo.
En ese mismo lugar, los visitantes tienen un espacio para la “donación de memoria” en forma sonora y audiovisual, a través del relato de historias, y también del aporte de documentos y objetos. Como cierre del espacio, la obra Libros de arena, de Mariano Sardón, es una proyección interactiva de textos de Jorge Luis Borges sobre una superficie de arena. Hay otras dos instalaciones artísticas en la muestra: la de Carlos Trilnick, titulada Todos somos iguales bajo la piel, al comienzo del viaje, con testimonios de inmigrantes de ayer y de hoy, y Las cosas que se llevaron, de Graciela Sacco.
La reapertura del museo viene a cerrar un círculo accidentado, que se inició con el cierre del Hotel, en 1953; su declaración como monumento histórico, en 1995, y su apertura en 2001, tras la cual languideció con la crisis hasta cerrar para convertirse en oficinas públicas. Puede visitarse de martes a domingo, de 12 a 20, con entrada libre y gratuita.
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