SOCIEDAD › TENDENCIAS ERRóNEAS EN EL TRATAMIENTO DE LOS DOLORES DE ESPALDA
Un relevamiento en Estados Unidos muestra cómo los tratamientos de dolores de espalda se basan en medicación en lugar de ejercicios físicos. En Argentina, los especialistas coinciden en que resulta más fácil medicar que intentar modificar hábitos del paciente.
› Por Pedro Lipcovich
El dolor de espalda –una de las causas más frecuentes de visita al médico y uno de los malestares cotidianos más molestos–, no sólo se incrementó en los últimos diez años, sino que, en muchos casos, no está siendo bien atendido: así lo mostró un detallado relevamiento en Estados Unidos, y lo ratificó a Página/12 el titular de la Sociedad Argentina de Patología de la Columna Vertebral. La investigación en Estados Unidos mostró que las indicaciones terapéuticas correctas –ejercicio físico y, mientras tanto, analgésicos como ibuprofeno o paracetamol– son reemplazadas por indicaciones que los consensos médicos internacionales no alientan: desestimar el ejercicio físico y, en su lugar, recetar analgésicos más fuertes –opioides–, indicar estudios más agresivos y hasta cirugías innecesarias. En la Argentina, “tenemos indicios de que sucede lo mismo: hay una tendencia a priorizar el uso de medicamentos, y es más fácil dar narcóticos que convencer a los pacientes para que hagan ejercicio y cambien su forma de vida”.
El estudio “Tendencia a empeorar en el tratamiento del dolor de espalda” se publicó en la revista Jama. Internal Medicine, que edita la Asociación Médica de Estados Unidos; fue dirigido por Bruce Landon, profesor en la Universidad de Harvard. Los investigadores se propusieron “caracterizar el tratamiento del dolor de espalda, investigando un período que va desde enero de 1999 hasta diciembre de 2010”. Examinaron datos correspondientes a 23.918 visitas médicas por problemas de columna vertebral, las cuales constituían una muestra representativa de 440 millones de visitas médicas en Estados Unidos. La investigación comprendió a aquellos “con síntomas y diagnóstico de dolor de espalda o de cuello”, mientras que “fueron excluidos los que presentaban síntomas de alerta como fiebre, manifestaciones neurológicas o cáncer”. El 58 por ciento de los pacientes eran mujeres. La edad promedio aumentó desde 49 a 53 años durante el período de estudio.
Los resultados de la investigación muestran que “el uso de narcóticos opioides se incrementó un 51 por ciento, desde el 19,3 por ciento de los pacientes en 1999-2000 hasta el 29,1 por ciento en 2009-2010”, mientras que “el uso de antiinflamatorios no esteroides (como el ibuprofeno) o de paracetamol disminuyó desde 36,9 por ciento a 24,5 por ciento” en el mismo período. “Las derivaciones a terapia física no aumentaron, permaneciendo en aproximadamente el 20 por ciento”, mientras que “las derivaciones a otras especialidades médicas aumentaron de 6,8 a 14 por ciento”, mientras que “la cantidad de tomografías computadas o estudios por resonancia magnética aumentaron un 57 por ciento: del 7,2 de los casos al 11,3 por ciento”. En conclusión, “el manejo del dolor de espalda es crecientemente discordante con las guías clínicas publicadas”. Y ciertamente, “mejorar el manejo de los problemas relacionados con la columna vertebral es importante para mejorar la calidad de la atención y ahorrar costos para el sistema de salud”.
Bruce Landon, el director de la investigación, resumió los resultados en términos bien coloquiales: “Para los médicos, orientar y educar a los pacientes requiere largas conversaciones y, a menudo, ordenar un estudio o indicar un narcótico es más fácil que tener esa conversación. No siempre hacer lo más adecuado es hacer lo más fácil”.
“En la Argentina, aunque no contamos con una investigación similar, seguramente sucede lo mismo –comentó Amílcar Beyot, presidente de la Sociedad Argentina de Patología de la Columna Vertebral–. Con frecuencia, en los últimos años, recibimos pacientes previamente medicados con opioides, que deberían ser los analgésicos de última opción, y utilizarse en casos de patologías severas o dolores intratables, no como primer abordaje. También demasiadas veces se plantea la posibilidad de cirugía, que en la gran mayoría de los casos no es la solución, así como ningún analgésico soluciona el problema. Claro que es más fácil dar narcóticos que tomarse el trabajo de convencer al paciente para que se rehabilite mediante ejercicio físico y que cambie su forma de vida. En esto influye la tendencia actual a priorizar el uso de medicamentos.” Además, “en los lugares de rehabilitación se aplican tratamientos como la onda corta o la magnetoterapia, pero a menudo no se presta suficiente atención a los ejercicios físicos, que son lo fundamental”.
¿A qué debieran apuntar esos ejercicios físicos? El titular de la Sociedad de Patología de la Columna señaló los ejes fundamentales: “Uno de ellos es fortalecer los músculos abdominales. El abdomen es la defensa de la columna vertebral. Una de las razones de que el dolor lumbar sea raro en los jóvenes es que, aunque no hagan ejercicio, todavía tienen la pared abdominal potente. Esta pared es protectora de la espalda. Si se mantiene su tono muscular mediante ejercicios, actúa como soporte de la columna vertebral. Por eso, a los que trabajan levantando pesos se les proporciona una faja, que empuja y sostiene la pared abdominal para proteger la espalda. En contrapartida, cuando una persona no ejercita los abdominales, sobre todo si además acumula barriga, todo el peso debe ser soportado por la espalda”.
Otro eje, según Beyot, es “el buen estado de los músculos de la parte posterior de la pierna. Un indicio de que no están suficientemente elongados puede ser la incapacidad para tocarse el pie con la mano. Cuando estos músculos no cumplen bien su función, la pelvis no queda bien ubicada y la espalda trabaja mal. Y no se trata de hacer pesas ni nada parecido; son ejercicios sin carga: no para agrandar o hipertrofiar los músculos, sino para fortalecerlos. Un rugbier musculoso puede tener en este sentido menos potencia que un flaquito que hace ejercicio”.
El representante de la Sociedad de Patología de la Columna comentó que “los pacientes, pasado un tiempo, se acostumbran a hacer sus ejercicios y necesitan hacerlos. Esto implica un bienestar general: las articulaciones, que con el tiempo tienden a perder movilidad, gracias al ejercicio se van ‘ablandando’, como cuando se calienta el motor de un auto. Cuanto mayor sea la movilidad y menor el peso corporal, mejor será para las articulaciones y la columna vertebral. Pero la persona que se abandona a la vida sedentaria y deja crecer su abdomen es difícil que, pasados unos años, se libre de los dolores de espalda”.
Mario Bin, secretario de la Asociación Argentina de Kinesiología, destacó que “el dolor de espalda, junto con los problemas de cuello y el bruxismo (que afecta a la articulación de los maxilares) aumentaron fenomenalmente en el mundo en los últimos diez años. El dolor de espalda, particularmente la lumbalgia, representa internacionalmente uno de los índices más altos de ausentismo laboral. Influyen el sobrepeso, la obesidad, la falta de actividad física, el tiempo transcurrido ante la pantalla de la computadora; la gente camina menos y, en general, se ha reducido el trabajo físico. La inacción hace disminuir la elasticidad y la fuerza muscular, y la columna vertebral, por debilidad de algunas cadenas musculares, tiende a perder la curvatura normal; primero el organismo pone en juego mecanismos para adaptarse a esta situación, pero llega el momento en que esos recursos fracasan y sobrevienen la tensión y el dolor”.
Según datos obtenidos en Estados Unidos, entre el 60 y el 80 por ciento de las personas serán afectadas por el dolor de espalda a lo largo de sus vidas. Es la segunda de las principales causas de consultas médicas (la primera está dada por los problemas de piel, especialmente acné y dermatitis). Entre el cinco y el diez por ciento de los pacientes desarrollan dolor crónico. Si bien la mayoría mejora dentro de los primeros tres meses, se estima que el 75 por ciento de los pacientes tiene recaídas posteriores. Los problemas de espalda son la tercera razón más común para procedimientos quirúrgicos –a veces innecesarios– y la segunda condición dolorosa más común comunicada por los pacientes, después del dolor de cabeza.
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