Mié 18.09.2013

SOCIEDAD  › EL CRUCERO COSTA CONCORDIA, ENCALLADO EN ITALIA, PUDO SER ENDEREZADO

Una proeza técnica en el agua

Es el barco que quedó semihundido y escorado frente a la isla italiana de Giglio en enero del año pasado. Una gigantesca operación de ingeniería que costó 600 millones de euros permitió que la nave volviera a su vertical. En unos meses será remolcada para su desguace.

Las sirenas del crucero Costa Concordia resonaron en las costas de la isla italiana de Giglio. La proeza había concluido. Luego de veinte meses en los que estuvo encallado en un arrecife, el gigantesco crucero pudo ser finalmente reflotado. Gracias a una operación que incluyó la participación de más de cien ingenieros se logró enderezar el trasatlántico. “Siento alivio –dijo el jefe del rescate–. Una operación a esta escala nunca se había realizado.”

La rotación del Costa Concordia comenzó a las 14 del lunes (las 9 de la mañana en la Argentina) y finalizó a las 4 de la madrugada de ayer (23 de la Argentina). El barco, de casi tres cuadras de largo, 17 pisos de altura y más de 100 mil toneladas, había quedado, al momento del naufragio –el 13 de enero de 2012–, inclinado sesenta y cinco grados sobre el estribor, es decir, su flanco derecho.

En la primera etapa de la operación se utilizaron 36 cables de acero con una fuerza de tiro de 60 toneladas. De esa manera, el crucero pudo despegarse del arrecife. Algunas horas después, comenzó a verse parte del casco de la nave que estaba sumergido, cubierto de musgo verduzco. Hacia la medianoche italiana, se anunció que “el enderezamiento (había) superado el nivel fatídico de los 24 grados” y que la fase final se acercaba. A partir de esos 24 grados de inclinación ya no era necesario ejercer fuerza con los cables. La segunda etapa de la rotación continuó llenando con agua de mar, por unas válvulas, unas enormes cajas metálicas, de 20 metros, fijadas en el flanco izquierdo del barco. Los técnicos limitaron voluntariamente la entrada de agua en las cajas para que el barco descendiera suavemente hasta posicionarse encima de una plataforma artificial instalada a unos 30 metros de profundidad. La compleja operación finalizó cuando se vaciaron las cajas, lo que permitió que el barco flotara y se pudiera remolcar. El rescate, confiado a las empresas italiana Micoperi y la estadounidense Titanel, costó 600 millones de euros.

Se trató de una operación sin precedentes en la historia de la ingeniería moderna para una nave de un tamaño tan grande y tan cercana a la costa.

“La operación de parbuckling (rotación) ha concluido. El barco ha alcanzado la vertical, hemos llegado a los cero grados”, dijo Franco Gabrielli, jefe de Protección Civil italiana. El equipo, de unos cien ingenieros y técnicos, estuvo dirigido por un experto en rescate de barcos, el sudafricano Nick Sloane. “Siento alivio. Una operación a esta escala nunca se había realizado. Era un poco como una montaña rusa”, señaló el experto que encabezó las obras desde hace más de un año. “Si es bastante fuerte para erguirse de esta manera, lo es también para volver a flotar. Ahora tenemos que hacer una inspección detallada de los daños sufridos por el barco”, añadió Sloane. Se estipula que dentro de ocho meses, luego de las inspecciones y reparaciones correspondientes, el crucero será remolcado hasta un puerto donde será desguazado y vendido como metal viejo.

El Costa Concordia había naufragado con 4200 personas a bordo, entre pasajeros y tripulación, por una maniobra arriesgada de su capitán, Francesco Schettino. Al acercarse más de lo debido a la isla de Giglio para que los pasajeros disfrutaran del paisaje, el capitán chocó el barco contra unas rocas. Una grieta de 70 metros se abrió en el casco producto del impacto. En total, 32 personas murieron en el siniestro y otras dos desaparecieron. El capitán, a su vez, está acusado de homicidio múltiple por imprudencia, abandono de navío y daños al medio ambiente.

“Verlo surgir del agua es muy emotivo para mí. No me lo podía perder. Hubiera podido perecer en el barco y en realidad estoy aquí para contar mi historia”, declaró Luciano Castro, uno de los sobrevivientes del naufragio. El alcalde de Giglio, Mario Pellegrini, que estuvo movilizado toda la noche del siniestro para salvar a los pasajeros, dijo que estaba “conmocionado”. El barco “se empieza a parecer al de aquella noche”, recordó.

Una vez reflotado el trasatlántico, se esperaba que un equipo de buceadores buscara los restos de las dos personas que siguen desaparecidas: una pasajera italiana y un camarero indio. “Espero encontrar el cuerpo de mi mujer. Me dijeron que la búsqueda comenzará cuando el barco sea estabilizado”, sostuvo Elio Vicenzi. Por su parte Kevin Rebello, hermano del camarero indio, siguió todas las operaciones que se realizan en la isla con la esperanza de poder darle sepultura a su hermano en su tierra natal.

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